Página/12
en EE.UU.
Por Mónica Flores Correa
Desde Nueva York
¿Cuál
puede ser la cumbre del consumo? ¿Consumir inmortalidad? Permitir, quizá, que a uno
lo congelen, lo enlaten y publiciten el producto final de este procedimiento como
alguien que está a la espera de que la medicina lo reviva en el futuro, cuando la
extensión de la vida y la derrota de la vejez sean una realidad. En Estados Unidos,
donde el consumo es otra de las formas que asume la religión, hay varias agrupaciones
sin fines de lucro que brindan una respuesta al miedo que acarrea
la muerte y sus enigmas. A cambio de recibir el beneficio de un seguro de vida, que al
interesado en comprar eternidad en el plano físico le puede costar entre 50.000 y 150.000
dólares, instituciones como Alcor la más grande de todas ellas congelan a
los individuos después de haber sido declarados legalmente muertos con una tecnología
denominado criónica. Alcor tiene ya 35 congelados a los que llama pacientes y
se estima que en todo el país hay unos cien refrigerados. ¿El perfil de estos buscadores
de una segunda oportunidad en el planeta tierra? En su mayoría son hombres,
aproximadamente un 75 por ciento. Rondan los cuarenta años y tienen un buen pasar
económico. Y un tercio de ellos se dedica a la computación. Por eso creen tan firmemente
en la tecnología, dijo a Página/12 un vocero de Alcor.
En Arizona, en un lugar llamado Scottsdale Park, es donde Alcor tiene el cuartel general.
Allí son trasladados los aspirantes a la extensión de vida después de que
se ha decretado su muerte. En la primera fase del tratamiento, que debe ser lo más
próxima a la muerte que se pueda, se les inyectan nutrientes que protegen el daño
celular y una solución especial para preservar órganos. Se preparan
entonces los cuerpos para introducirlos en unos tanques o tambores térmicos, llenos con
nitrógeno líquido, cuya temperatura es de 320 grados Farenheit bajo cero. El uso del
nitrógeno, aclara Alcor, permite no depender de generadores de energía para mantener a
los pacientes congelados.
La ciencia se adelanta
Como parte del nitrógeno se va evaporando, el mantenimiento realizado por la fundación
consiste en agregar periódicamente más de ese líquido en los tanques. Los entendidos
señalan que esta preservación con nitrógeno es muy cara y ésta es la razón por la
cual congelarse cuesta tanto.
Aunque los que publicitan esta tecnología de mantenimiento post mortem admiten que
todavía no se ha podido revivir a los pacientes y reconocen que el hielo
daña las membranas celulares de una manera por el momento irreparable, para
respaldar la base científica del emprendimiento dan como ejemplo los bancos
de esperma, en los que los embriones congelados en nitrógeno siguen siendo fértiles
cuando se descongelan. Brian Shock, vocero de Alcor, dijo también a este diario que
existen experimentos hechos con animales pequeños, generalmente de regiones frías,
que después de muertos y congelados, han sido revividos. Pero todas estas pruebas son
limitadas, reconoce.
En general, toda la fundamentación de Alcor y la de los otros grupos establecidos en
California y en Michigan, que practican el crionismo se basa en una gran esperanza, por no
decir una mera ilusión, y en un principio que se asemeja a lo que cantaba uno de los
personajes viejos de La Verbena de la Paloma: Hoy la ciencia se adelanta que es una
barbaridad, una barbaridad, una barbaridad.
Apoyándose en esta convicción del progreso imparable de la ciencia, Shock
puntualiza: Sabemos que la tecnología médica evoluciona rápidamente. Cincuenta
años atrás, cuando se detenía el corazón de unapersona, se la consideraba muerta. En
la actualidad, en cambio, muchos de estos pacientes son revividos. No sabemos cuáles
serán las tecnologías empleadas en sesenta años.
Alcor se encarga del transporte de los cuerpos a su tambor final de nitrógeno. Lo hace
también cuando los pacientes llegan del exterior, porque el servicio de Alcor
es internacional. En ese caso, la organización se ocupa de los trámites con las aduanas
para sacar el cadáver de un país y entrarlo en Estados Unidos. Entre los 35 congelados,
ya hay tres extranjeros. Un español, un australiano y un canadiense.
Shock comenta que otros extranjeros ya han hecho arreglos para su futuro congelamiento.
Como los testamentos, la decisión de congelarse para tantear la extensión de vida o la
inmortalidad suele ser previa a la muerte del individuo. Alcor aconseja que sea todo lo
previa que se pueda. Porque, dicen, prefieren no tener casos de último
minuto, los cuales, entre otras razones, a veces predisponen a las familias a
cuestionar la inclinación del moribundo de entrar en estado frigidaire. Otro punto
importante: a medida que la gente envejece, cuesta más conseguir seguros de vida
dispuestos a pagar los montos que oscilan entre 50.000 y 150.000 dólares, requeridos para
ser sumergido en el nitrógeno. Los interesados en la extensión de vida se
hacen miembros de Alcor y pagan una cuota de entrada pequeña, 150 dólares. También
abonan 360 dólares anuales para garantizar que Alcor envíe el equipo técnico especial,
en caso de que el miembro tenga un accidente fatal o una enfermedad terminal que imponga
traslados aéreos al equipo de la fundación.
Todo (o casi) previsto
Imagine la posibilidad de tener todo el tiempo que usted necesita para hacer lo que
siempre quiso hacer. Imagine que tiene la chance de reunirse con la gente que a
usted le importa, en un futuro de posibilidades excitantes. Imagine la seguridad de saber
que está libre de las limitaciones del tiempo de vida que usted tiene en el siglo
veinte, dice el sitio de Alcor en Internet, a fin de poner a eventuales crédulos en
clima. La página también muestra fotos del equipo de Alcor, médicos sonrientes que le
otorgan a uno la presunta extensión de vida. Y también se puede hacer un paseo visual
por el Scottsdale Park, donde uno reposará aguardando la resurrección, y contemplar los
ligeramente tétricos tambores de nitrógeno que ya contienen a algunos convencidos de que
la ciencia empuja todas las fronteras.
En tren de imaginar, lo único que no se puede imaginar con claridad, de acuerdo con
ciertas limitaciones de Alcor, es quién se encargará de descongelar a esta gente,
digamos, de aquí a doscientos años, por poner una fecha. Shock dice que es una
buena pregunta ésta de interrogar por los sucesores quienes, se supone, se harán
cargo de los cuerpos en nitrógeno. No parece, sin embargo, contar con una respuesta muy
concreta.
Como lo estamos planificando nosotros ahora, los encargados pertenecerán a Alcor o
a alguna fundación que suceda a Alcor. ¿Existen ya pasos tomados para realizar esa
sucesión? No hemos tomado medidas, pero somos una fundación sin fines de lucro y
este tipo de fundaciones tiende a durar más que las que buscan ganancias. Los directores
del board se eligen entre nuestros miembros. Trataremos de que los que nos sucedan tengan
un fuerte compromiso con esta asociación.
Interrogado acerca del perfil de estos pacientes y de los miembros de Alcor, que no
saben quién los deshelará pero que sí saben que sus células se dañarán en el proceso
de congelación, y que, pese a todo, eligen creer, Shock los describe como
gente educada, en su mayoría con títulos universitarios, y un buen pasar
económico. Son hombres en su mayoría, un 75 por ciento, y tienen un poco más de
cuarenta años. Muchos de ellos, alrededor de un tercio, se encuentran vinculados
profesionalmente con el campo de la computación. Creemos que esto se debe a que ellos
pueden palpar los inmensos adelantos tecnológicos de nuestra época. Esto los hace pensar
que quizá, en algún momento, la ciencia médica pueda revivir a los seres humanos.
Nuestros miembros y pacientes esperan que algún día los traigamos de vuelta. No
podemos darles ninguna garantía pero... ¿se vivirá algún día eternamente? No lo
sabemos. La expectativa de esta gente es seguir con sus vidas como lo han hecho hasta el
momento de su muerte, explica el vocero. Shock dice que no conoce casos recientes de
instituciones a las que les haya fallado el sistema de congelamiento. Pero sí
ocurrió en la década del sesenta, cuando sólo había dos organizaciones, una en
California y otra en Nueva York. Recién empezaban y eran muy inexpertas. El sistema era
muy inestable porque el mantenimiento dependía de los pagos de los familiares, en vez de
depender de un seguro de vida. Los pacientes terminaron descongelándose. Alcor fue
fundada para que este tipo de cosas no ocurriesen, subraya.
La fundación ofrece opciones en cuanto a la extensión física de lo congelado. Se puede
optar por la congelación del cuerpo entero. Pero también uno se puede inclinar porque le
congelen sólo el cerebro (el resto se crema) o la cabeza con el cerebro. Según Shock, en
la organización en vez de hacer un juicio sobre la condición de la salud de
nuestros pacientes, dejamos que el futuro haga el diagnóstico.
En la historia del mundo, la venta de buzones no es original. Algunas ventas, eso sí, son
un poco más siniestras que otras.
¿ESTA REALMENTE CONGELADO EL
CREADOR DE MICKEY Y PLUTO?
La leyenda de Disney en el freezer
No debe haber nadie en el
mundo que no haya oído la historia: Walt Disney está congelado. Espera que la medicina
evolucione para volver a la vida y disfrutar de la fama y fortuna que le permitieron
amasar Mickey, Pluto y toda la prole de dibujos animados. Sin mayor fundamento, la idea
del viejo Walt vuelto hielo se hizo más fascinante que cualquier posible desmentida y se
extendió alegremente a lo largo del tiempo. No importa que haya una parcela con su nombre
en un cementerio, ni un certificado que dé fe de su cremación. Para los convencidos,
esos datos son parte de una conspiración para evitar que se sepa el verdadero destino de
Disney. Obviamente, también están los refutadores, que se encargan de negar toda la
historia. Con poco éxito, claro.
Disney fue operado en noviembre de 1966 de un cáncer de pulmón. Salió del hospital,
pero sólo le quedaba un mes de vida. La leyenda dice que fue en esos días cuando hizo
los arreglos para su crioconservación. Dice también que la obsesión de Walt con la
muerte venía de muy atrás, de cuando una adivina predijo que moriría a los 35 años.
Claro que la leyenda encontró puntos firmes para crecer. Uno de ellos fue el relativo
secreto con que se manejó la enfermedad de Disney y el retraso con el que se informó de
su muerte. Para los convencidos, no quedan dudas: ese lapso se usó para retirar
secretamente el cuerpo y congelarlo. Los refutadores dicen simplemente que la familia
quería conservar cierta privacidad y que estaba decidido no dar a conocer la muerte hasta
que los parientes y los ejecutivos de la firma Disney fueran localizados y avisados. En
algo coinciden todos: Disney odiaba los funerales y había dejado explícitas
instrucciones para que no le hicieran uno. Por eso su cuerpo fue cremado y enterrado con
discreción, dicen los refutadores. Fue una pantalla para tapar el congelamiento,
responden los creyentes.
Los refutadores exhiben como triunfo un par de datos concretos: hay un certificado de
fallecimiento que establece que Disney fue cremado dos días después de su muerte, y la
firma y el nombre del médico pertenecen a un profesional que efectivamente trabajaba en
la funeraria de Forest Lawn en esa época. Y además: hay una parcela a nombre de Disney
en el Forest Lawn Memorial Park de Glendale y constancia de que sus sucesores pagaron 40
mil dólares por esa propiedad.
Cortinas de humo, dirán los creyentes. Y desafían: ¿por qué en el cementerio se niegan
a informar sobre el lugar preciso donde está esa parcela? No importa que les digan que es
política normal con las celebridades, para mantener la privacidad, y que quien sepa
encontrar el lugar puede ver la placa que identifica la sepultura de Walt. Nada importa
porque la historia del congelamiento publicada por primera vez en 1969 por Ici
Paris es mucho más grande y poderosa que cualquier refutación. Y, a menos que
Disney se levante de su tumba para decir que nunca fue cubito, nadie podrá cambiarla.
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