Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LOS QUE SE HACEN CONGELAR PARA REVIVIR EN EL FUTURO
Hielo serás

Congelarse cuesta entre 50.000 y 150.000 dólares, una cifra que puede variar según uno elija someter al frío el cuerpo entero o sólo la cabeza. Es el precio que ofrece una fundación norteamericana, con la vaga promesa de “revivir” esos cuerpos cuando la ciencia esté capacitada. Ya hay unos cien congelados.

na16fo01.jpg (6975 bytes)


Página/12
en EE.UU.

Por Mónica Flores Correa
Desde Nueva York


t.gif (862 bytes)  ¿Cuál puede ser la cumbre del consumo? ¿Consumir inmortalidad? Permitir, quizá, que a unona16fo04.jpg (8960 bytes) lo congelen, lo enlaten y publiciten el producto final de este procedimiento como “alguien que está a la espera de que la medicina lo reviva en el futuro, cuando la extensión de la vida y la derrota de la vejez sean una realidad”. En Estados Unidos, donde el consumo es otra de las formas que asume la religión, hay varias agrupaciones “sin fines de lucro” que brindan “una respuesta” al miedo que acarrea la muerte y sus enigmas. A cambio de recibir el beneficio de un seguro de vida, que al interesado en comprar eternidad en el plano físico le puede costar entre 50.000 y 150.000 dólares, instituciones como Alcor –la más grande de todas ellas– congelan a los individuos después de haber sido declarados legalmente muertos con una tecnología denominado criónica. Alcor tiene ya 35 congelados a los que llama “pacientes” y se estima que en todo el país hay unos cien refrigerados. ¿El perfil de estos buscadores de una segunda oportunidad en el planeta tierra? “En su mayoría son hombres, aproximadamente un 75 por ciento. Rondan los cuarenta años y tienen un buen pasar económico. Y un tercio de ellos se dedica a la computación. Por eso creen tan firmemente en la tecnología”, dijo a Página/12 un vocero de Alcor.
En Arizona, en un lugar llamado Scottsdale Park, es donde Alcor tiene el cuartel general. Allí son trasladados los aspirantes a la “extensión de vida” después de que se ha decretado su muerte. En la primera fase del tratamiento, que debe ser lo más próxima a la muerte que se pueda, se les inyectan nutrientes “que protegen el daño celular” y una solución especial “para preservar órganos”. Se preparan entonces los cuerpos para introducirlos en unos tanques o tambores térmicos, llenos con nitrógeno líquido, cuya temperatura es de 320 grados Farenheit bajo cero. El uso del nitrógeno, aclara Alcor, permite no depender de generadores de energía para mantener a los “pacientes” congelados.
“La ciencia se adelanta”
Como parte del nitrógeno se va evaporando, el mantenimiento realizado por la fundación consiste en agregar periódicamente más de ese líquido en los tanques. Los entendidos señalan que esta preservación con nitrógeno es muy cara y ésta es la razón por la cual “congelarse” cuesta tanto.
Aunque los que publicitan esta tecnología de mantenimiento post mortem admiten que “todavía” no se ha podido revivir a los pacientes y reconocen que el hielo daña las membranas celulares de una manera “por el momento” irreparable, para respaldar la “base científica” del emprendimiento dan como ejemplo los bancos de esperma, en los que los embriones congelados en nitrógeno siguen siendo fértiles cuando se descongelan. Brian Shock, vocero de Alcor, dijo también a este diario que “existen experimentos hechos con animales pequeños, generalmente de regiones frías, que después de muertos y congelados, han sido revividos. Pero todas estas pruebas son limitadas”, reconoce.
En general, toda la fundamentación de Alcor y la de los otros grupos establecidos en California y en Michigan, que practican el crionismo se basa en una gran esperanza, por no decir una mera ilusión, y en un principio que se asemeja a lo que cantaba uno de los personajes viejos de La Verbena de la Paloma: “Hoy la ciencia se adelanta que es una barbaridad, una barbaridad, una barbaridad”.
na16fo02.jpg (11461 bytes)Apoyándose en esta convicción del progreso imparable de la ciencia, Shock puntualiza: “Sabemos que la tecnología médica evoluciona rápidamente. Cincuenta años atrás, cuando se detenía el corazón de unapersona, se la consideraba muerta. En la actualidad, en cambio, muchos de estos pacientes son revividos. No sabemos cuáles serán las tecnologías empleadas en sesenta años”.
Alcor se encarga del transporte de los cuerpos a su tambor final de nitrógeno. Lo hace también cuando los “pacientes” llegan del exterior, porque el servicio de Alcor es internacional. En ese caso, la organización se ocupa de los trámites con las aduanas para sacar el cadáver de un país y entrarlo en Estados Unidos. Entre los 35 congelados, ya hay tres extranjeros. Un español, un australiano y un canadiense.
Shock comenta que otros extranjeros ya han hecho arreglos para su futuro congelamiento. Como los testamentos, la decisión de congelarse para tantear la extensión de vida o la inmortalidad suele ser previa a la muerte del individuo. Alcor aconseja que sea todo lo previa que se pueda. Porque, dicen, prefieren no tener casos de “último minuto”, los cuales, entre otras razones, a veces predisponen a las familias a cuestionar la inclinación del moribundo de entrar en estado frigidaire. Otro punto importante: a medida que la gente envejece, cuesta más conseguir seguros de vida dispuestos a pagar los montos que oscilan entre 50.000 y 150.000 dólares, requeridos para ser sumergido en el nitrógeno. Los interesados “en la extensión de vida” se hacen miembros de Alcor y pagan una cuota de entrada pequeña, 150 dólares. También abonan 360 dólares anuales para garantizar que Alcor envíe el equipo técnico especial, en caso de que el miembro tenga un accidente fatal o una enfermedad terminal que imponga traslados aéreos al equipo de la fundación.
Todo (o casi) previsto
“Imagine la posibilidad de tener todo el tiempo que usted necesita para hacer lo que siemprena16fo03.jpg (11896 bytes) quiso hacer. Imagine que tiene la chance de reunirse con la gente que a usted le importa, en un futuro de posibilidades excitantes. Imagine la seguridad de saber que está libre de las limitaciones del tiempo de vida que usted tiene en el siglo veinte”, dice el sitio de Alcor en Internet, a fin de poner a eventuales crédulos en clima. La página también muestra fotos del equipo de Alcor, médicos sonrientes que le otorgan a uno la presunta extensión de vida. Y también se puede hacer un paseo visual por el Scottsdale Park, donde uno reposará aguardando la resurrección, y contemplar los ligeramente tétricos tambores de nitrógeno que ya contienen a algunos convencidos de que la ciencia empuja todas las fronteras.
En tren de imaginar, lo único que no se puede imaginar con claridad, de acuerdo con ciertas limitaciones de Alcor, es quién se encargará de descongelar a esta gente, digamos, de aquí a doscientos años, por poner una fecha. Shock dice que “es una buena pregunta” ésta de interrogar por los sucesores quienes, se supone, se harán cargo de los cuerpos en nitrógeno. No parece, sin embargo, contar con una respuesta muy concreta.
“Como lo estamos planificando nosotros ahora, los encargados pertenecerán a Alcor o a alguna fundación que suceda a Alcor.” ¿Existen ya pasos tomados para realizar esa sucesión? “No hemos tomado medidas, pero somos una fundación sin fines de lucro y este tipo de fundaciones tiende a durar más que las que buscan ganancias. Los directores del board se eligen entre nuestros miembros. Trataremos de que los que nos sucedan tengan un fuerte compromiso con esta asociación”.
Interrogado acerca del perfil de estos pacientes y de los miembros de Alcor, –que no saben quién los deshelará pero que sí saben que sus células se dañarán en el proceso de congelación, y que, pese a todo, eligen creer–, Shock los describe como “gente educada, en su mayoría con títulos universitarios, y un buen pasar económico. Son hombres en su mayoría, un 75 por ciento, y tienen un poco más de cuarenta años. Muchos de ellos, alrededor de un tercio, se encuentran vinculados profesionalmente con el campo de la computación. Creemos que esto se debe a que ellos pueden palpar los inmensos adelantos tecnológicos de nuestra época. Esto los hace pensar que quizá, en algún momento, la ciencia médica pueda revivir a los seres humanos”.
“Nuestros miembros y pacientes esperan que algún día los traigamos de vuelta. No podemos darles ninguna garantía pero... ¿se vivirá algún día eternamente? No lo sabemos. La expectativa de esta gente es seguir con sus vidas como lo han hecho hasta el momento de su muerte”, explica el vocero. Shock dice que no conoce casos recientes de instituciones a las que les haya fallado el sistema de congelamiento. “Pero sí ocurrió en la década del sesenta, cuando sólo había dos organizaciones, una en California y otra en Nueva York. Recién empezaban y eran muy inexpertas. El sistema era muy inestable porque el mantenimiento dependía de los pagos de los familiares, en vez de depender de un seguro de vida. Los pacientes terminaron descongelándose. Alcor fue fundada para que este tipo de cosas no ocurriesen”, subraya.
La fundación ofrece opciones en cuanto a la extensión física de lo congelado. Se puede optar por la congelación del cuerpo entero. Pero también uno se puede inclinar porque le congelen sólo el cerebro (el resto se crema) o la cabeza con el cerebro. Según Shock, en la organización “en vez de hacer un juicio sobre la condición de la salud de nuestros pacientes, dejamos que el futuro haga el diagnóstico”.
En la historia del mundo, la venta de buzones no es original. Algunas ventas, eso sí, son un poco más siniestras que otras.

 

¿ESTA REALMENTE CONGELADO EL CREADOR DE MICKEY Y PLUTO?
La leyenda de Disney en el freezer


t.gif (862 bytes) No debe haber nadie en el mundo que no haya oído la historia: Walt Disney está congelado. Espera que la medicina evolucione para volver a la vida y disfrutar de la fama y fortuna que le permitieron amasar Mickey, Pluto y toda la prole de dibujos animados. Sin mayor fundamento, la idea del viejo Walt vuelto hielo se hizo más fascinante que cualquier posible desmentida y se extendió alegremente a lo largo del tiempo. No importa que haya una parcela con su nombre en un cementerio, ni un certificado que dé fe de su cremación. Para los convencidos, esos datos son parte de una conspiración para evitar que se sepa el verdadero destino de Disney. Obviamente, también están los refutadores, que se encargan de negar toda la historia. Con poco éxito, claro.
Disney fue operado en noviembre de 1966 de un cáncer de pulmón. Salió del hospital, pero sólo le quedaba un mes de vida. La leyenda dice que fue en esos días cuando hizo los arreglos para su crioconservación. Dice también que la obsesión de Walt con la muerte venía de muy atrás, de cuando una adivina predijo que moriría a los 35 años.
Claro que la leyenda encontró puntos firmes para crecer. Uno de ellos fue el relativo secreto con que se manejó la enfermedad de Disney y el retraso con el que se informó de su muerte. Para los convencidos, no quedan dudas: ese lapso se usó para retirar secretamente el cuerpo y congelarlo. Los refutadores dicen simplemente que la familia quería conservar cierta privacidad y que estaba decidido no dar a conocer la muerte hasta que los parientes y los ejecutivos de la firma Disney fueran localizados y avisados. En algo coinciden todos: Disney odiaba los funerales y había dejado explícitas instrucciones para que no le hicieran uno. Por eso su cuerpo fue cremado y enterrado con discreción, dicen los refutadores. Fue una pantalla para tapar el congelamiento, responden los creyentes.
Los refutadores exhiben como triunfo un par de datos concretos: hay un certificado de fallecimiento que establece que Disney fue cremado dos días después de su muerte, y la firma y el nombre del médico pertenecen a un profesional que efectivamente trabajaba en la funeraria de Forest Lawn en esa época. Y además: hay una parcela a nombre de Disney en el Forest Lawn Memorial Park de Glendale y constancia de que sus sucesores pagaron 40 mil dólares por esa propiedad.
Cortinas de humo, dirán los creyentes. Y desafían: ¿por qué en el cementerio se niegan a informar sobre el lugar preciso donde está esa parcela? No importa que les digan que es política normal con las celebridades, para mantener la privacidad, y que quien sepa encontrar el lugar puede ver la placa que identifica la sepultura de Walt. Nada importa porque la historia del congelamiento –publicada por primera vez en 1969 por Ici Paris– es mucho más grande y poderosa que cualquier refutación. Y, a menos que Disney se levante de su tumba para decir que nunca fue cubito, nadie podrá cambiarla.

 

PRINCIPAL