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OPINION

Una política gravemente enferma

Por Alberto Ferrari Etcheberry


t.gif (862 bytes)  Otro inevitable lugar común: el show terminó sin pena ni gloria. ¿Conclusiones? Varios niveles.

En el superficial: derrota republicana, específicamente de la derecha fundamentalista. Se confirma la opinión del oráculo --esto es, las encuestas-- sobre el tema: USA Today: 60 a 30 a favor de los demócratas en relación a la conducta de la Cámara de Representantes; y en cuanto a la del Senado, la del New York Times muestra que el votante independiente comparte el rechazo del votante demócrata, quedando la aprobación sólo para los republicanos más conservadores.

La votación final, sin embargo, no rompió el alineamiento partidario: sólo cinco republicanos rechazaron ambas acusaciones; cinco más sólo la de perjurio. Los demócratas ofendidos por Clinton que querían retarlo se desofendieron y la moción de censura se esfumó, mientras todos, emocionados y sonrientes, aplaudían al líder de la mayoría y al presidente de la Cámara Suprema que posaban diciendo whisky en la entrega del martillo de oro que el juez recibió como recuerdo de tan gratos momentos, confirmando la cantinela habitual de los perdedores que los republicanos repetían: ganaron las instituciones, la Constitución funciona. El broche de una jornada tan particular fue una nueva y brevísima aparición del presidente con cara de buenito golpeándose el pecho y renunciando a la vendetta que, seguramente, tratará de ejercer. Todo va mejor con Coca-Cola.

(No hay caso. Quiero pero no puedo tomar esto en serio. Mi sangre carbonaria se subleva ante un espectáculo tan ridículo como la pleitesía a Rainiero o al monarca yememita. Claro que hay una diferencia tan obvia como esencial que no puede expresarse sino a través de Mafalda: ¿en manos de qué irresponsables estamos?)

¿Pronósticos electorales? A pasto, encabezados por los eruditos analistas de los diarios que hicieron campaña por y anunciaron la renuncia o la destitución y que, ahora, presagian aires negros para los republicanos y favorables para los demócratas, que retomarán el Congreso, para Gore, para doña Hillary como senadora por Nueva York y quizá para la señorita Lewinski como diputada, concejal o embajadora. Seguidores de las encuestas, los analistas no se equivocan nunca. Claro que no son mucho más que ceniceros de moto. A propósito: lo más importante del show senatorial fue ver contestando a la señorita Lewinski, quien mostró un temple y una precisión ausentes en su novio imaginario. Un punto para Clinton, también, hay que ser objetivo.

En realidad, electoralmente todo puede ocurrir en esta "democracia" en la que cada día son menos los que votan para elegir a una autoridad política que cada día importa menos, confiscado el poder político por el capital financiero que deambula por el mundo --tomo prestada la imagen de Soros-- como la esfera de cemento de las grúas que demuelen edificios. Un hecho que mostró el affaire Clinton --Lewinski lo comprueba: el supuesto "hombre más poderoso de la tierra" tiene tanto tiempo libre como un novio adolescente, y por eso puede hacer cositas en el Salón Oval sin que nadie se avive o pasar largas y acarameladas horas en el teléfono (claro que en EE.UU. el teléfono local no es medido: se paga un abono fijo como cuando éramos subdesarrollados). Algo similar explica los finales abruptos y concluyentes de las carreras de Gingrich y Levingston, los líderes republicanos, que terminaron, para usar una metáfora imprescindible en este tema, cual profilácticos. En concreto: este año lewinskiano sólo muestra que la política norteamericana está gravemente enferma.

Ante este espectáculo, el resto del mundo sigue bajo los reflejos de la Guerra Fría. Cuando se libere, quizá podría decir: ¡banana republic!

Pero sería un error: en las repúblicas bananeras hay finas y blancas arenas, frutas deliciosas, elegantes palmeras, hermosas mulatonas (ídem mulatones, para que no me digan machista), se podría vivir de la caza y de la pesca y las cositas se hacen sin culpas ni peligros.

Y además, para ser convertidas en repúblicas bananeras fueron necesarias décadas de invasiones de marines. Este show es gratis.

 

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