The Guardian
de Gran Bretaña
Por Julian Berger
Desde Washington
Durante más
de un año, la grandiosa arena de Washington se redujo a la puesta en escena de una
obscena farsa de alcoba. Pero por lo menos el show promete un final digno de un drama
clásico, donde la víctima principal, Hillary Clinton, emerge triunfalmente. Es la única
entre los protagonistas en salir realzada ante los ojos del pueblo norteamericano.
Dondequiera que vaya Hillary en estos días, hay carteles y slogans llamándola a
postularse en el 2000. El único personaje que permaneció en silencio ante los extraños
sucesos que ocurrían a su alrededor es de lejos la mujer más admirada del país.
En el mundo de las editoriales, se corre la voz de que Hillary Clinton podría ganar hasta
5 millones de dólares por sus memorias. Eso es aparentemente mucho más que lo que pueden
valer los diarios de Bill Clinton, lo que no es para nada sorprendente: las memorias deben
ser razonablemente creíbles. Pero como insiste cualquiera que haya trabajado con
Hillary Clinton el dinero no es lo que busca. Lo que la impulsa es la incitante
mezcla de política y poder. El goteo permanente de rumores de que se postulará para el
Senado en el 2000 va tomando fuerza ante la ausencia de negaciones. Daniel Patrick
Moynihan, el veterano senador demócrata de Nueva York, está por retirarse este año,
dejando una banca vacante.
Una batalla senatorial entre Hillary Clinton y uno de sus archienemigos republicanos, Rudy
Giuliani o Alfonse DAmato, sería un espectáculo para sacar balcones. En términos
de tiempo en la TV y centímetros de columnas podría opacar la misma carrera
presidencial. La idea de Nueva York surgió después de las elecciones legislativas de
noviembre, cuando Hillary Clinton surgió como la mejor persona para reunir fondos y la
estrella de turno de los demócratas. Cuanto más la retrataba la prensa como la mujer
agraviada, más brillaba en el panteón popular, desdeñando la compasión mientras se
consagraba al mensaje demócrata. Gail Sheehy, autora de una biografía de Hillary Clinton
de próxima aparición, afirmó: Ahora ella es una mujer herida. Y todas las mujeres
que han sido heridas alguna vez, se pueden identificar con ella, pero no con ella como
víctima, porque ella no lo permite. No invita a eso. No es una víctima; es una mujer
enormemente fuerte, con un tremendo poder y ahora internacionalmente admirada.
Los rumores de una reencarnación en Nueva York fueron al principio ignorados, con los
asistentes de Hillary Clinton diciendo que lo último que su jefa quería era un regreso a
Washington, la ciudad que desprecia, para sentarse entre los torturadores de su familia en
el Congreso. Pero han pasado tres meses y poco se ha hecho para erradicar los rumores. A
comienzos de este mes, incluso el presidente echó leña al fuego cuando le dijo a un
recaudador de fondos: Parece que es muy posible que yo sea conocido cada vez más
como la persona que viene con Hillary a Nueva York. Estaba parafraseando un chiste
que JFK hizo una vez en París sobre Jackie, pero el significado de la frase no dejó de
llegar a la multitud de admiradores.
El rating de Hillary Clinton es tan alto en Nueva York que otros demócratas son remisos a
iniciar una campaña en serio hasta saber cuáles son sus intenciones, lo que provocó que
la mujer y asesora política del senador Moynihan, Liz, exclamara con frustración:
Si Hillary Clinton no se va a postular, debería decirlo; mientras ella esté allí,
los demócratas no van a buscar a un neoyorquino.
En el equipo de la Primera Dama, hablar de una campaña para el Senado es tabú, pero la
excitación ante la perspectiva corre como electricidad durante las reuniones diarias.
Si me hubiesen preguntado hace un mes, ¿se postulará?, yo hubiera
dicho definitivamente que no. Ahora creo que definitivamente puede suceder, dijo un
asesor. Por cierto, Hillary Clinton hizo un viaje a Buffalo, al norte de Nueva York, a
comienzos deeste mes, y fue recibida como una estrella de rock. Al Gore lo dijo con todas
las letras: Nueva York ama a Hillary Clinton, exclamó, en medio de la
evidente aprobación popular.
Los observadores de Hillary creen que la Primera Dama está profundamente halagada por la
atención que le ganaron los rumores de Nueva York, y está encantada de que sus encuestas
brillen más que las de Giuliani, el alcalde de la ciudad. Pero aún sus seguidores
admiten que hay problemas con el plan de Nueva York 2000.
Geraldine Ferraro, la ex candidata vicepresidencial demócrata, señaló que si se
queda en la Casa Blanca mientras hace campaña por el Senado, los republicanos inundarían
con quejas la Comisión Federal de Elecciones. Pero si Hillary se mudase fuera
de la Casa Blanca para hacer la campaña, los rumores y las insinuaciones la mantendrían
a ella y a su equipo totalmente ocupados. En otras palabras, su matrimonio con Bill
Clinton se convertirá en su peso muerto político. En algún punto tendrá que decidir si
se quedará con una pareja que tanto la humilló.
Pero, quizás, el mayor obstáculo para una banca en el Senado es el amor propio de
Hillary Clinton. Como dice uno de los miembros de su equipo: Esta es una mujer con
un importante ego. Está acostumbrada a estar en la Casa Blanca. Yo no sé si el Senado es
bastante grande para ella. La broma a medias en el leal equipo de Hillary es que el
Clinton equivocado fue presidente durante seis años. Algunos de ellos creen que es un
error del destino que puede eventualmente corregirse, preparando el camino para una
postulación presidencial en el 2008. Ese era el consejo de Geraldine Ferraro.
Todas las encuestas sugieren que más del 70 por ciento del electorado está listo para
una mujer presidente en la primera década del nuevo milenio. Pero un 25 por ciento
todavía se opone fuertemente. Y, personalmente, Hillary Clinton no siempre ocultó sus
opiniones sobre temas delicados, como las clínicas para abortos. Según James Thurber,
director del Centro de Estudios Congresionales y Presidenciales: Ella es demasiado
intensa en el sentido de que recibe ratings positivos pero también negativos. Hay
personas a quienes les disgusta mucho, y ése no es el tipo de persona que sale
nominada. Las cabezas más frías de su equipo piensan en términos menos
ambiciosos, como tratar de ubicarla al mando de algún cuerpo internacional como Unicef,
desde donde podría continuar su compromiso sincero con los derechos de los niños y las
mujeres en el mundo y así escapar de la lucha de perros de Washington.
Pero Hillary ya se enfrentó anteriormente a situaciones adversas. Fue castigada como una
leprosa política en 1994 cuando al fracaso de su iniciativa para la reforma del sistema
de salud le siguió una victoria aplastante republicana en las elecciones legislativas
nacionales de ese año. Nadie, en aquel momento, hubiera imaginado su enorme popularidad
de hoy. Pero igualmente, pocos pueden decir qué clase de alquimia puede transformar estos
sentimientos de simpatía y calidez por una Primera Dama en oro electoral para una primera
mujer presidente.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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