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PRESENTE Y FUTURO DE DOS MUJERES CLAVE DEL AFFAIRE
Hillary, la triunfadora

El Sexgate fue, entre otras cosas, sobre sexo. Sobre una mujer engañada y otra manipulada. Hoy sus futuros las separan más que nunca: mientras la esposa de Clinton se dirige a un triunfo en Nueva York (y quizá más allá), la ex pasante-amante busca vender la única mercancía de que dispone, ella misma.

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The Guardian 
de Gran Bretaña

Por Julian Berger
Desde Washington


t.gif (862 bytes)  Durante más de un año, la grandiosa arena de Washington se redujo a la puesta en escena de una obscena farsa de alcoba. Pero por lo menos el show promete un final digno de un drama clásico, donde la víctima principal, Hillary Clinton, emerge triunfalmente. Es la única entre los protagonistas en salir realzada ante los ojos del pueblo norteamericano. Dondequiera que vaya Hillary en estos días, hay carteles y slogans llamándola a postularse en el 2000. El único personaje que permaneció en silencio ante los extraños sucesos que ocurrían a su alrededor es de lejos la mujer más admirada del país.
En el mundo de las editoriales, se corre la voz de que Hillary Clinton podría ganar hasta 5 millones de dólares por sus memorias. Eso es aparentemente mucho más que lo que pueden valer los diarios de Bill Clinton, lo que no es para nada sorprendente: las memorias deben ser razonablemente creíbles. Pero –como insiste cualquiera que haya trabajado con Hillary Clinton– el dinero no es lo que busca. Lo que la impulsa es la incitante mezcla de política y poder. El goteo permanente de rumores de que se postulará para el Senado en el 2000 va tomando fuerza ante la ausencia de negaciones. Daniel Patrick Moynihan, el veterano senador demócrata de Nueva York, está por retirarse este año, dejando una banca vacante.
Una batalla senatorial entre Hillary Clinton y uno de sus archienemigos republicanos, Rudy Giuliani o Alfonse D’Amato, sería un espectáculo para sacar balcones. En términos de tiempo en la TV y centímetros de columnas podría opacar la misma carrera presidencial. La idea de Nueva York surgió después de las elecciones legislativas de noviembre, cuando Hillary Clinton surgió como la mejor persona para reunir fondos y la estrella de turno de los demócratas. Cuanto más la retrataba la prensa como la mujer agraviada, más brillaba en el panteón popular, desdeñando la compasión mientras se consagraba al mensaje demócrata. Gail Sheehy, autora de una biografía de Hillary Clinton de próxima aparición, afirmó: “Ahora ella es una mujer herida. Y todas las mujeres que han sido heridas alguna vez, se pueden identificar con ella, pero no con ella como víctima, porque ella no lo permite. No invita a eso. No es una víctima; es una mujer enormemente fuerte, con un tremendo poder y ahora internacionalmente admirada”.
Los rumores de una reencarnación en Nueva York fueron al principio ignorados, con los asistentes de Hillary Clinton diciendo que lo último que su jefa quería era un regreso a Washington, la ciudad que desprecia, para sentarse entre los torturadores de su familia en el Congreso. Pero han pasado tres meses y poco se ha hecho para erradicar los rumores. A comienzos de este mes, incluso el presidente echó leña al fuego cuando le dijo a un recaudador de fondos: “Parece que es muy posible que yo sea conocido cada vez más como la persona que viene con Hillary a Nueva York.” Estaba parafraseando un chiste que JFK hizo una vez en París sobre Jackie, pero el significado de la frase no dejó de llegar a la multitud de admiradores.
El rating de Hillary Clinton es tan alto en Nueva York que otros demócratas son remisos a iniciar una campaña en serio hasta saber cuáles son sus intenciones, lo que provocó que la mujer y asesora política del senador Moynihan, Liz, exclamara con frustración: “Si Hillary Clinton no se va a postular, debería decirlo; mientras ella esté allí, los demócratas no van a buscar a un neoyorquino.”
En el equipo de la Primera Dama, hablar de una campaña para el Senado es tabú, pero la excitación ante la perspectiva corre como electricidad durante las reuniones diarias. “Si me hubiesen preguntado hace un mes, “¿se postulará?”, yo hubiera dicho definitivamente que no. Ahora creo que definitivamente puede suceder”, dijo un asesor. Por cierto, Hillary Clinton hizo un viaje a Buffalo, al norte de Nueva York, a comienzos deeste mes, y fue recibida como una estrella de rock. Al Gore lo dijo con todas las letras: “Nueva York ama a Hillary Clinton,” exclamó, en medio de la evidente aprobación popular.
Los observadores de Hillary creen que la Primera Dama está profundamente halagada por la atención que le ganaron los rumores de Nueva York, y está encantada de que sus encuestas brillen más que las de Giuliani, el alcalde de la ciudad. Pero aún sus seguidores admiten que hay problemas con el plan de Nueva York 2000.
Geraldine Ferraro, la ex candidata vicepresidencial demócrata, señaló que “si se queda en la Casa Blanca mientras hace campaña por el Senado, los republicanos inundarían con quejas la Comisión Federal de Elecciones”. Pero si Hillary “se mudase fuera de la Casa Blanca para hacer la campaña, los rumores y las insinuaciones la mantendrían a ella y a su equipo totalmente ocupados”. En otras palabras, su matrimonio con Bill Clinton se convertirá en su peso muerto político. En algún punto tendrá que decidir si se quedará con una pareja que tanto la humilló.
Pero, quizás, el mayor obstáculo para una banca en el Senado es el amor propio de Hillary Clinton. Como dice uno de los miembros de su equipo: “Esta es una mujer con un importante ego. Está acostumbrada a estar en la Casa Blanca. Yo no sé si el Senado es bastante grande para ella.” La broma a medias en el leal equipo de Hillary es que el Clinton equivocado fue presidente durante seis años. Algunos de ellos creen que es un error del destino que puede eventualmente corregirse, preparando el camino para una postulación presidencial en el 2008. Ese era el consejo de Geraldine Ferraro.
Todas las encuestas sugieren que más del 70 por ciento del electorado está listo para una mujer presidente en la primera década del nuevo milenio. Pero un 25 por ciento todavía se opone fuertemente. Y, personalmente, Hillary Clinton no siempre ocultó sus opiniones sobre temas delicados, como las clínicas para abortos. Según James Thurber, director del Centro de Estudios Congresionales y Presidenciales: “Ella es demasiado intensa en el sentido de que recibe ratings positivos pero también negativos. Hay personas a quienes les disgusta mucho, y ése no es el tipo de persona que sale nominada”. Las cabezas más frías de su equipo piensan en términos menos ambiciosos, como tratar de ubicarla al mando de algún cuerpo internacional como Unicef, desde donde podría continuar su compromiso sincero con los derechos de los niños y las mujeres en el mundo y así escapar de la lucha de perros de Washington.
Pero Hillary ya se enfrentó anteriormente a situaciones adversas. Fue castigada como una leprosa política en 1994 cuando al fracaso de su iniciativa para la reforma del sistema de salud le siguió una victoria aplastante republicana en las elecciones legislativas nacionales de ese año. Nadie, en aquel momento, hubiera imaginado su enorme popularidad de hoy. Pero igualmente, pocos pueden decir qué clase de alquimia puede transformar estos sentimientos de simpatía y calidez por una Primera Dama en oro electoral para una primera mujer presidente.

Traducción: Celita Doyhambéhère

 

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