SIN CLASES Por David Viñas |
Las posibilidades humorísticas del neoliberalismo musculoso y de sus resultados actuales no han sido, me parece, suficientemente advertidas. Quizá por un exceso de espíritu de seriedad por el lado del pensamiento crítico tradicional o, quizá, debido a que la típica producción de gags --entendida como un choque entre dos códigos-- remite inmediatamente al modelo ejemplar representado por Chaplin: en un restorán vistoso almuerzan representantes de algún VIP hollywoodense. Allí dentro flota un clima aterciopelado. Sonrisas, entremeses, un maitre inobjetable, páseme usted la carta, the right men in the right place y el cielo está de nuestra parte. Corte directo: por la vereda avanza, chueco y distraído, un desocupado que revolea su bastón anacrónico. Se detiene. Contempla, encorvándose apenas, la oferta culinaria del restorán. Espía a través de la vidriera. Los comensales del interior mastican acompasadamente. Afuera, Carlitos se frota el cinturón y repasa algún hueco en su memoria y en sus bolsillos. Alza, resignado pero animoso, sus hombros deshilachados. Se resuelve. Entra corajudamente. Las damas y los caballeros respetables lo miran indignados: quién es este intruso. El desflecado Chaplin avanza y tropieza con la alfombra. Y cae al suelo como una bolsa de papas, desamparado. Los de la gentry gastronómica largan la carcajada. Sus bocas abiertas, negras. Su indignación súbita y arrugada, se evapora. Y esos yupis y señoras regresan, corroborados, a sus masticaciones entre codazos cómplices. "Golosos." El cielo privatizado, mediante la burla del otro en desdichada irrupción, ha recuperado las tersuras que lo venían corroborando. --Hasta los grandes matutinos nuestros han cambiado --me cuestionó un compatriota del menemato más oportuno--; y usted no se ha dado cuenta. Viñas. Intimidado, intenté sugerirle: --Debe haber sido en la sección de palabras cruzadas. Porque en la zona más confidencial de uno de estos matutinos vernáculos (en las susurrantes, casi solapadas páginas del suplemento Wall Street), la capacidad humorística del neoliberalismo alcanza inéditos niveles de aticismo bursátil. --Parecen coros de Aristófanes --me recuerda, altivo, alguien en la encrucijada de Puán y Goyena. --Ni nubes ni ranas --acota, enterado, el preopinante desde el cordón. Y yo, centreando, como corresponde a un porteño ecuánime: --Humorismo negro --cuchicheó. --Se equivoca: humorismo macabro, Viñas. De eso se trata. Intento dar el "la". Porque si algo negó el neoliberalismo triunfal en los últimos años, han sido los acontecimientos que fueron inquietando el interior acolchado de sus escenarios. Sitios cubiertos por vidrios polarizados que borroneaban la calle y sus habitantes, intentando conjurar toda intrusión o amague que alterara su universo corroborado por las mass media. --Imperialismo, por ejemplo. --¿Cómo dice? Tropezó en la alfombra. --Desocupados. --¡Haraganes! --Inmigrantes. --¡Borrarlos! --¿Y capitalismo? --balbuceo-- Tardío --matizo-- ¿Sí? --¡No joda! --¿Las clases? --¡Esa es una categoría obsoleta, una palabra periclitada! --Sin embargo, De Nevares dijo que... --¡Era un cura gagá, catatrofista! El compatriota más enérgico de la esquina de Puán y Goyena sabe ser condescendiente: --Lea alguno de los grandes órganos de la mañana, Viñas --y me palmea--; póngase al día. Arrinconado, reculando, opté por mis recuerdos más moderados: --Ya no se respetan ni las canas teñidas. "Fiat: suspendió a 2100 trabajadores en Córdoba", leo. ¿Qué fecha? Miércoles 10 de febrero de 1999. "Renault: suspendió a 2600 trabajadores", sigo leyendo en un cuadro subrayado. "General Motors: suspendió a 220 trabajadores. Estamos en el primer mundo." "Volkswagen: prevé la suspensión de 1050 trabajadores." Se nos van a meter en los recintos sacros. "La planta de celulosa suspendió a la totalidad de su personal." Son atorrantes que tropiezan con el maitre. "Papel Misionero paralizó." "Disminuciones pagos jornales." "Otros 1600 suspendidos." --11.000 suspensiones --intento recuperar alguna verosimilitud y mi decoro señalando el diario patricio-- "4 millones de horas laborales caídas". --Viñas, Viñas: la Argentina 1999 es una sola --impenetrable mi compatriota posicionado empieza a ganar altura--. Justa, libre y soberana --me espolvorea sobre los hombros. "Cierto", reflexiono. Qué duda: mi Argentina. "La nuestra." Tan blanca y homogénea. Pero el humor neoliberal, bruscamente hace acto de presencia en una página definitiva: A lo grande en el Sur, titula. Y con fervor creciente, continúa: "Dicen que Victoire Reynal no tenía más de seis años cuando aseguró: quiero casarme en esta iglesia frente al Llao-Llao. Como Punta ha entrado en crisis y asistir a un desfile de modas ya es un quemo, han optado por el Sur. Nieve, más pureza, no hay como un bosque forrado para sentirse en un interior de consagraciones". "Su padre, Billy, gran impulsor del esquí en la Argentina y dueño de Catedral Alta Patagonia." El tono periodístico señorial se ha impregnado de Caras; el discurso oficial de la interioridad habla en ese lenguaje profiláctico: "Victoire acaba de casarse con Owsley Bron III exactamente donde lo soñó". Que los grotescos suspendidos se queden en la vereda. "Dick Theriot, propietario del San Francisco Chronicle y Alexandre de Beauharnais, descendiente de Josefina, emperatriz de Rancia." Mastican prolijamente los comensales del restorán. "Los Brown, naturales de Kentucky y miembros de una corporación a la que pertenece el whisky más antiguo de Estados Unidos." No tropiecen con la alfombra los sin trabajo de Fiat, Chaplin y Renault. "Con su hijo Donatus, príncipe heredero del principal trono germano." --Qué risa.
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