|
Por Luis Bruschtein Cuando habla de los políticos, Víctor De Gennaro, 50 años, secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), se pregunta: Si no creen que pueden cambiar la realidad, ¿para qué hacen política? Desde el sindicalismo afirma que el modelo ha sido un fracaso, que la producción y la riqueza aumentaron pero que quedó en manos de unos pocos. Somos el quinto exportador mundial de alimentos subraya y cien chicos menores de cinco años se mueren por día, muchos de ellos a causa del hambre. En el local sindical exhibe un cartel con la cifra 700.184, que son los afiliados, y en un mural está la lista con más de 190 organismos gremiales, barriales, de desocupados, de los sin tierra, mutuales y cooperativas, desde la UOM de Villa Constitución, hasta las meretrices, que integran la CTA. Queremos discutir el futuro, y para los argentinos el futuro es trabajo o marginación, drogas y violencia. ¿Cómo comenzó en la actividad sindical? En 1969 yo trabajaba en la secretaría de Estado de Minería, hubo un conflicto y fui elegido delegado del personal por una asamblea. Trabajaba allí desde el 66, pero no me había metido en la actividad sindical. En el sector estaba Amancio Pafundi que era secretario adjunto de la CGT de los Argentinos. Yo tenía 17 años cuando empecé a laburar. Mi viejo trabajaba en Minería, era de una familia peronista. En ese conflicto del 68 comenzó a surgir una cantidad de jóvenes que se incorporaban a la actividad sindical y política y yo estaba entre ellos. Había seguido el proceso de la CGT de los Argentinos, pero más desde un ángulo político, yo trabajaba y estudiaba. Estaba en Minería y trabajaba en Villa Jardín en alfabetización de adultos en el 67, 68. ¿Estaba en algún grupo político? No formalmente. Allí se reunía todo lo que era el peronismo combativo, José De Luca, los curas franceses, el sindicato de Farmacia, Julio Guillán. Viví en Lanús toda mi vida. Ahí empezamos a olfatear lo que se venía. Al conjuro de lo que era el Cordobazo, las movilizaciones populares, el Rosariazo, uno se iba metiendo. Estudiaba fotografía y me gustaba el cine, estaba abierto a lo que pasaba, como los pibes de esa época. La única virtud que tiene esto del sindicalismo es la de dar un paso al frente y bancarse la situación. Como no teníamos ninguna cobertura fuimos a hablar con UPCN y con ATE. En UPCN nos sacaron rajando porque no reconocían a ningún delegado de base y en ATE nos cobijaron. En 1973, fui elegido secretario general de la Junta Interna. Ahí mi viejo me dijo: ahora tenés que elegir: o te aplauden los de arriba, o te aplauden los compañeros, los dos no te pueden aplaudir. En el Estado hay distintas concepciones. También está UPCN. No es casualidad, UPCN surge de la Liga de Funcionarios Públicos y ATE de los trabajadores estatales, de construcciones portuarias, más ligada a la perspectiva de un Estado productor. Mi hermano y yo entramos por mi viejo que era funcionario, había una tradición. Ahí se aprendía la solidaridad, la historia. Por las buenas y por las malas. Si querías zafar, te lo decían: mirá flaco, todo lo que tenés es producto de la lucha de los demás. Uno aprendía la solidaridad en el ámbito natural que era el laburo. ¿Cómo vivió el golpe del 24 de marzo del 76? Horvath, que era secretario general de ATE, arregló en corto plazo con los militares, viajó a Ginebra y nosotros nos opusimos. En diciembre del 76 hicimos un congreso y la confrontación fue total. Nos separó de la conducción nacional, intervino Capital y llegó a intervenir hasta 32 seccionales. A mí me rajaron del laburo. En qué trabajó durante esos años? Estuve varios meses sin laburar, changueando y después empecé como diariero hasta el 80. Aunque ganaba poco, me mantenía mi mujer. Fue una suerte porque laburaba desde temprano haciendo el reparto hasta la una y después me podía dedicar a militar. ¿Y su mujer cómo hacía para mantenerlo? Ella todavía laburaba en el Estado. La había conocido el primero de mayo del 74. Era secretaria general de ATE en el INDEC, así que de entrada ya sabía lo que le esperaba. Ese día marchamos con la columna de ATE. Conocí a mi mujer, en la puerta de ATE. Como se ve, está todo mezclado: el día, el lugar, las historias personales... Hasta enero del 77 militamos con los prescindibles, con el tema de los desaparecidos, hasta que intervinieron la seccional. Con Héctor Quagliaro, que había sido dirigente de la CGT de Rosario durante el Rosariazo, comenzamos a recorrer el país para convocar a un congreso del gremio. O sea: era un sindicalista sin sindicato y sin trabajo, ¿cuándo empezó el retorno? El primer paso, sin duda, fue en el 77 cuando fundamos la Agrupación Nacional Unidad y Solidaridad de ATE (ANUSATE) y para mí fue una demostración más de cómo en un mismo país, en un mismo lugar, aún en los peores instantes, se está construyendo. A nosotros nos costó mucho hacer esa reunión en la Iglesia de la Santa Cruz. Teníamos que traer delegados del interior, no teníamos otro lugar para reunirnos, no teníamos plata... Ese viernes a la noche había delegados de 14 seccionales. Nos encontramos con gente de la democracia cristiana que nos comentaron cómo la noche anterior habían secuestrado a la comisión de familiares, a las madres y a las monjas, cómo los habían corrido por el jardín... Por algún motivo, ninguno entendió que había sido allí. Nos dimos cuenta a la mañana siguiente cuando fui a hacer el reparto de diarios. Qué paradoja, en el mismo lugar, el día siguiente al que se había producido uno de los hechos más terribles de la represión, nosotros estábamos fundando una agrupación sindical. Ese día Quagliaro escribió algo que en ese momento yo no entendí, me pareció una exageración poética. Decía: Hoy estamos abriendo cauce para miles de compañeros que ni siquiera conocemos. Entender que las cosas no empiezan cuando uno llega ni terminan cuando uno se va, es algo que se entiende con el tiempo, solamente Quagliaro lo podía entender en ese momento. Casi al mismo tiempo la dictadura secuestraba a los familiares creyendo que con eso paraba la lucha por los derechos humanos y nosotros estábamos fundando una agrupación de trabajadores. Era la demostración de que no podían parar al pueblo. ¿Había contactos entre el movimiento sindical y el de los derechos humanos en ese momento? No había tantos contactos pero con compañeros como Germán Abdala, tuvimos la suerte de estar ligados a las luchas por los derechos humanos desde el movimiento sindical. Empezamos a caminar con los 25, con las agrupaciones peronistas, la CGT de Brasil, los organismos de derechos humanos, Pérez Esquivel. En esa época aprendí cómo ellos saben usar las divisiones en nuestro campo. Ibamos a los organismos de derechos humanos y estaba todo bien, pero cuando les hablábamos del movimiento sindical, uy, eran todos fachos. Y en el sindicalismo defendíamos a las Madres, al Serpaj, huy, éramos todos zurdos. Los dos brazos fundamentales de la lucha por la recuperación de la democracia, que era la lucha por los derechos humanos y el movimiento obrero, tardaron años en encontrar una síntesis. Una de las cosas más importantes que hice en mi vida fue cuando estábamos delante del juez Baltasar Garzón, en España, 22 años después, y pudimos mostrar no sólo lo que significó la represión, los 30 mil compañeros desaparecidos, sino que también llevamos pruebas de que hubo 90 mil presos y torturados, que hubo medio millón de exiliados, más de medio millón de activistas y dirigentes sindicales intermedios despedidos de las fábricas. En el juicio a los ex comandantes, Jorge Triaca y Ramón Baldassini fueron a declarar que no había desaparecidos... Sobre eso tengo una anécdota: nosotros recuperamos el gremio en el 84. La CGT se había unido y había cuatro secretarios generales, uno por cada sector. Se convocó a una de las primeras movilizaciones durante el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando planteó lo de la economía de guerra. Se hizo una concentración en la Plaza de Mayo el 23 de mayo del 85 y a mí me tocó organizarla. Lo recuerdo porque ese día, dos de los cuatro secretarios generales de la CGT, Baldassini y Triaca no pudieron asistir al acto por temor al repudio por sus declaraciones en el juicio. Pero además ese día era jueves y las Madres entraron a hacer la ronda en la plaza y fueron ovacionadas por los obreros que desbordaban el lugar. Había dirigentes botones, pero la clase trabajadora abrazaba a las Madres en la Plaza, no come vidrio. Cuando se creó la CTA se planteó un concepto distinto al que primó en los últimos 40 años de sindicalismo, se incorporó a desocupados, a los sin tierra, los jubilados, el Movimiento de los Chicos del Pueblo, asociaciones barriales... La crisis ha sido más profunda de lo que creíamos. Entendimos que no se resolvía sólo con la recuperación de banderas históricas, sino que había que empezar de menos diez, que había que poner todo en discusión. Empezamos a entender que la clase trabajadora había cambiado, que había el 20 por ciento de los metalúrgicos que 20 años atrás, el 15 por ciento de los textiles, que a los marítimos portuarios los habían hecho bolsa. Que hoy el 62 por ciento de la clase trabajadora son trabajadores precarios, que la desocupación se había convertido en una herramienta para bajar las condiciones de vida de los demás. Que si uno seguía manejándose con la idea tradicional de las organizaciones sindicales sólo llegaba a los trabajadores con trabajo permanente que cada vez son menos. Entendimos que había dirigentes sindicales que cuando vieron que los sindicatos habían perdido poder, optaron por hacer sindicatosempresas. Dijeron: que se jodan los laburantes, salvémonos nosotros con el sindicato. Hoy esos sindicatos no dependen de la cantidad de afiliados, ni siquiera de las cuotas, dependen de las administradoras de fondos de financiación privados, de las aseguradoras de trabajo, de las acciones de empresas privatizadas. Para nosotros, el sindicato somos los mismos trabajadores organizados para defender nuestras reivindicaciones y para transformar la sociedad. Pero si la mayoría está afuera, lo primero era plantear la afiliación directa. Aquella empresa, la fábrica, donde se aprendía solidaridad ya no está y en cambio hay que buscar ese proceso en el barrio, donde está la mayor parte de los trabajadores, precarios la mayoría. Había que tener una elección directa territorialmente y autonomía de los partidos políticos. Y además hay que recuperar la confianza de los trabajadores, porque la mayoría no cree en los sindicatos. Y los que tienen ganas de pelearla, como nosotros, muchas veces sufren las consecuencias de la ilegalidad, hay más de mil dirigentes sindicales procesados, de nuestro campo, por hacer tomas, cortes de ruta, defender a sus compañeros. Recién hablaba de la autonomía con respecto de los partidos, pero para la opinión pública, la CTA puede aparecer como el brazo sindical de la Alianza. Fue un planteo que hicimos el día que fundamos la CTA. Planteamos que la unidad de la clase trabajadora no podía depender de una interna partidaria. Pero tenemos que recuperar la capacidad de hacer política, que es una palabra que se ha adulterado, relacionándola sólo con la actividad electoral. La política no puede estar solamente ligada a la recuperación de los espacios institucionales por la vía electoral. Nosotros queremos discutir la política económica, salarial, social, educativa, de salud, porque todo eso es un proyecto de Nación que queremos construir. Es probable que algunos crean que somos la rama sindical de la Alianza, porque somos opositores y alentamos que cambie este personaje que tenemos como presidente que no tiene ningún empacho en decir que nos quiere pagar en dólares. Menem es un servil de los Estados Unidos. Clinton lo felicita porque crea trabajo en los Estados Unidos. Nos jode acá, pero allá generó puestos de trabajo. Nosotros siempre impulsamos las alianzas multisectoriales. Por eso hicimos el apagón que fue espectacular. En ese momento hicimos reuniones con la Federación Agraria, con Apyme, conFedecámaras, con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y creemos que hay que hacer una gran alianza social. Nosotros creemos que lo más importante para los trabajadores en esta crisis es el trabajo. Vamos a hacer un congreso el 28 y el 29 en Mar del Plata, donde se van a reunir más de siete mil delegados de todo el país y representantes internacionales para discutir trabajo. Vamos a plantear que acá tiene que haber una sociedad de trabajadores. Por el trabajo somos capaces de hablar con todos los sectores políticos y sociales, pero también por el trabajo somos capaces de confrontar con cualquier gobierno. ¿Si la Alianza ganara las elecciones de este año, la CTA sería oficialista? Hay dirigentes sindicales que siguen siendo oficialistas aún cuando cambian los gobiernos. Los que fueron oficialistas con Menem, también lo fueron con los militares y se la pasaban en los despachos del Ministerio de Trabajo de Alfonsín. La alianza de esos dirigentes es con los grupos económicos, no con los gobiernos. El gobierno que venga tendrá que elegir si representa a los grupos económicos o si va a tratar de resolver los problemas de la gente. No nos van a venir a decir que hay que esperar de nuevo cuatro años para que se llene la copa para que derrame. Es un verso, no derrama nada, acumulan y acumulan. Frente a la crisis de Brasil tendrían que salir a decir que el modelo es un fracaso, que no existe Mercosur sino que es un negocio de las multinacionales, tendrían que decir que todo el esfuerzo de estos 20 años no ha hecho competitiva a la economía, sino que ha hecho más ricos a los grupos económicos. ¿Ustedes participan en la discusión del proyecto económico de la Alianza? Hasta ahora no hay ningún ámbito institucional donde hayan sido convocados los sectores sociales para discutir. Creemos que hay que debatir todo. Hemos planteado a todos los sectores la necesidad de crear el Instituto Nacional del Empleo. Si las propuestas económicas saldrán de FIEL, de la UIA o de la Fundación de López Murphy, bueno, es un problema de los que quieren gobernar. El país está en grave emergencia, hay dos millones de trabajadores desocupados, hoy cien pibes por día se mueren por hambre. Somos el quinto exportador de alimentos del mundo y cien chicos de menos de cinco años se mueren por causas evitables. Es una vergüenza. Ni qué hablar de lo que se está haciendo con los jubilados, con la educación, la falta de salud. Los que quieren gobernar tienen que hablar de estas cosas. Si esa propuesta surge de algún sector del peronismo, ¿cuál sería la actitud de la CTA? Nosotros hemos ido a todos los gobiernos a plantear todos estos temas. Pero ya nadie cree en el verso. Menem hizo algo bueno: mintió tanto que ya nadie cree en lo que se dice. Queremos cosas concretas. La verdadera situación de la Argentina es que aumentó la producción, aumentó la riqueza y quedó en manos de poca gente. Basta de verso, la gente discute si el futuro será de marginalidad, drogadicción, prostitución y violencia o será un futuro de trabajo. Hay que hablar con la verdad. El paralelismo suyo con Lula en Brasil es inevitable. ¿Se presentará usted, al igual que Lula, como candidato en elecciones políticas? Yo tengo que cumplir con una responsabilidad por la que me han elegido los compañeros al frente de la CTA. Sin duda está en mí la vocación, como parte del movimiento obrero, de ayudar a construir un movimiento nacional, popular, pero sin confundir la política con el único objetivo de recuperar espacios institucionales por las elecciones. Participaré en la pelea cultural que implica plantear que es posible otro país. Yo creo que es posible, que en la Argentina no será difícil porque hay reservas materiales y humanas. Desde mi lugar participaré en esa lucha, en el proceso de crear poder desde el campo del pueblo. Ahora, cuando algunos sectores que se plantean como alternativa tienen que ir a pedir permiso a Davos, están renunciando a la idea de que las cosas se pueden cambiar y lo que hay que hacer es convocar a la gente para que entre la realidad, hay miles de personas organizadas, comunidades eclesiales, agrupaciones sindicales, barriales, estudiantiles, empresarias, de desocupados, con ganas de participar en transformaciones. Pero lo primero es creer que se puede cambiar la realidad. Si no creen que es posible cambiar la realidad, ¿para qué hacen política?
|