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SUBRAYADO

Por Claudio Uriarte

El hombre del Sexgate

Ahora Bill Clinton está libre del cepo del impeachment republicano, ¿no es cierto? Entonces podrá prestar atención a las crisis de política exterior que requieren su compromiso, ¿verdad? Desde Brasil hasta Kosovo, desde la paz en regresión en Medio Oriente hasta el previsible deterioro de la relación con China, Clinton podrá actuar sin que le digan que lo hace para desviar la atención del escándalo, y lo hará entre otras cosas para asegurar su legado, ¿no?
Desgraciadamente, la experiencia previa aconseja desconfiar de este pronóstico. Clinton estuvo encepado en el Sexgate por un año, no durante los seis que ha durado su presidencia. Y en todos esos años, la actitud de su administración en política exterior sólo puede calificarse, en el mejor de los casos, como intermitente. El presidente (o mejor dicho, el equipo en que delega esas tareas) financió irresponsablemente a Rusia hasta que se volvió claro que el camino llevaba a la bancarrota, mientras dejaba languidecer el proceso de paz en Medio Oriente hasta su coma actual. Siempre que actuó, lo hizo espoleado por los acontecimientos: Haití, Bosnia, el rescate mexicano y los ocasionales bombardeos contra Irak muestran distintas acciones diferentes de un mismo patrón de conducta. Por mucho que lo sientan los teóricos de la conspiración, esa conducta se repitió durante el tiempo que duró el Sexgate: ante los atentados en Kenia y Tanzania, Clinton sintió que debía hacer algo y ordenó los bombardeos de Afganistán y Sudán; ante la expulsión de los inspectores de Irak, ordenó un bombardeo de Irak. Nada parece capaz de alterar la profunda negligencia de Clinton en política exterior, ni siquiera una amenaza a su supervivencia.
Por eso, y pese a todos sus frenéticos esfuerzos de último momento para sacarse de encima la mancha histórica de ser el segundo presidente de la historia en ser llevado a juicio político (a lo que ahora los teóricos de la conspiración van a atribuirle todo lo que haga) lo más probable es que Clinton descienda en la historia solamente como el hombre del Sexgate. Ni siquiera la prosperidad económica de que disfruta actualmente EE.UU. puede atribuírsele con sinceridad, ya que Clinton, un conservador profundo, dejó inalteradas las líneas de política económica heredadas de la anterior administración republicana de George Bush Sr., que tal vez en dos años serán retomadas por George Bush Jr. Y del resto se ocupó Alan Greenspan, quien en momentos difíciles pareció el único timonel que mantenía a flote el barco.

 

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