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Por Fernando DAddario enviado especial a Córdoba A la Mona Jiménez, como aquellas personas que no han sido perforadas por la comodidad, la vida se le va en anécdotas. Un par de ellas, simples y entrañables, se bastan a sí mismas para pintar el personaje. La contundencia de la primera se da el lujo de minimizar la vaguedad en las coordenadas de tiempo y lugar. Cuenta que una vez, la Mona iba en busca de su auto cuando dos ladrones lo encañonaron para robarle. Era de noche, tardaron en reconocerlo. Pero cuando se dieron cuenta de quién estaba enfrente, uno de ellos cambió el tono de la brevísima y hasta entonces poco democrática conversación: Ey Mona, sos vos, perdoná, ¿cómo te vamos a robar a vos...? La escena terminó sin violencia, con autógrafo incluido. La segunda anécdota tiene, en boca de la Mona, límites geográficos más precisos: Cuando me mudé a esta casa (muy linda, pero no fastuosa, en el residencial barrio Cerro de las Rosas) los vecinos me odiaban. Nosotros ensayábamos aquí, y siempre recibíamos denuncias por ruidos molestos. Cuando salía, la vecina de enfrente, enojadísima, ponía al tope música clásica, y yo encendía más fuerte el motor de mi auto, más enojado todavía. Al principio pensaba que lo que no les gustaba era el cuarteto. Pero después me di cuenta de que lo que no querían era a un negro como yo viviendo en su barrio exclusivo. Con el tiempo se fueron suavizando las diferencias, y hoy me llevo bastante bien con todos. Pero mi gran revancha es que el tipo de al lado, cuando tiene una fiesta, me toca el timbre y me pide que le preste algunos de los CD con mi música.... Las dos anécdotas se revuelcan sobre sí mismas y dibujan formas difusas, que vuelven a definirse con nitidez cuando se ve, alternativamente, a la Mona transpirada en el hervidero del Deportivo, ante 8 mil cuarteteros sacados por la música y el alcohol, y en su casa, tomando una cerveza reparadora, frente al cronista de Página/12 que le cortó el obligado sueño de la tardecita. Y queda implícita la idea de que, para los ojos prejuiciosos de sus vecinos elegantes, cualquier morocho de ese temido aluvión marginal que canta y baila al ritmo del cuarteto, podría ser protagonista de la primera anécdota. Carlitos Jiménez, 48 años, y a poco menos de una semana de desembarcar nuevamente en la Capital Federal para tocar con Los Auténticos Decadentes en el ciclo Buenos Aires Vivo 3, sabe que en determinadas circunstancias el cuarteto llega a todos los niveles sociales, pero la marginación se lleva como un estigma, que no reconoce ascensos sociales ni económicos: En el fondo, siempre fui y seré una mala palabra para ellos. La marginación, en ese sentido, dura toda la vida. Acá en Córdoba las barreras sociales son más fuertes y más difíciles de derribar que el Muro de Berlín. La Mona llega al Deportivo a la 1 de la mañana, disfrazado de marciano. Nadie lo reconoce. Se mezcla entre la gente, hace la cola como un fan más y entra cuando el show está por comenzar. Para entonces, la combinación de Cubana (un licor seco, pero bien seco) con Fanta y la acumulación de vino Pico de Oro (imposible olvidarlo) han dejado sus huellas en una multitud suburbana que se congrega allí reinventando todas las semanas el mismo ritual festivo. Ritual que incluye alguna botella rota, una mujer que se lleva a la rastra a su ¿pareja? tomándolo de los pelos (con novias así, enemigos ¿para qué?), un par de travestis en llamas, shorts ajustadísimos, tatuajes tumberos y mucha, muchísima, adrenalina. La Mona canta El renegado y todos bailan. Llama la atención cómo confluyen naturalmente letras densas con música ligera. Nosotros tomamos historias de vida, igual que el tango (y la Mona aprovecha para contar que ya antes de los 15 años cantaba tangos en los cabarets), pero la diferencia está en que le ponemos un ritmo alegre, para que la gente se identifique con el mensaje, pero divirtiéndose. En los últimos discos le dedicó un tema a una amiga desaparecida y otro al Che Guevara. ¿Por qué? Porque son temas que me conmueven. Yo soy hincha del Che, por una cuestión muy simple, más allá de las discusiones políticas. Fue un tipo que se la jugó por los más humildes, que peleó por sus ideales y se la bancó hasta el final. Me siento identificado porque, de alguna manera, en una escala más chiquita, yo hago lo mismo: laburar para los pobres, desde el cuarteto. Y El tren de las nubes se lo dedicó a la Negra, una amiga mía a la que quería mucho. Eramos vecinos, y en los años duros, cuando llegaba la cana a su casa, yo colgaba una soga de la medianera para que ellos se agarraran y pasaran para mi lado. Pero un día llegué y ya se la habían llevado, y no apareció nunca más. Me acuerdo que su pieza estaba llena de fotos del Che, junto a una foto grande de Boca. ¿Cómo se definiría políticamente? Como antipolítico. Soy evitista. Cuando tenía 6 años, mi padre consiguió nuestra casa gracias a ella, y esas son cosas que no se olvidan. ¿No lo tentaron para ser candidato a algo, como a Ricky Maravilla? Me invitaron alguna vez a cenar...pero pasé de largo. La política es muy tramposa. Y si llego, por ejemplo, a gobernador, o a presidente, igual no sería más que el capataz de la estancia. El poder lo tienen otros, que uno ni conoce. Las vaquitas son ajenas, decía Yupanqui...Fijate lo que le pasó a Palito en Tucumán. Seguro que si va ahora, lo linchan...no, a mí dejame acá, y que Ricky Maravilla se deje de romper las pelotas y haga divertir a la gente. ¿El cuarteto es el folklore cordobés? Y qué te parece...si sobrevivió a todo y es lo más típico que tiene Córdoba. En la época de los milicos sacaban los discos de cuarteto de las bateas y estaban prohibidos nuestros temas en la radio. Decían que un pueblo culto no podía escuchar cuarteto. Imaginate, estaba Luciano Benjamín Menéndez, otro de los que deberían estar en cana...y en los bailes se llevaban camiones enteros con gente a la comisaría. Y sobrevivimos. Mirá si no va a ser folklore. Lo que pasa es que los folkloristas son unos prejuiciosos. Con los únicos que tenemos onda es con los rockeros, ellos nos entienden, y por eso soy amigo de Calamaro, los Cadillacs, Pappo y un montón más. Hay quienes lo critican porque dicen que no canta bien... Bueno, puede ser, pero cuántos tipos hay que estudiaron canto toda la vida y no te transmiten nada. Yo le entregué mi alma al cuarteto y canto con el corazón, porque soy un obrero de la alegría, a pesar de todo.
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