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¡Decíme en la cara si sos culpable o inocente!, le exigió Marcela Maddoni en las puertas del tribunal al hombre que, el 2 de julio de 1995, atropelló a su hijo Sebastián, que tenía 5 años, a su padre, que tenía 57, y escapó. Daniel Duarte no respondió. Ayer los jueces lo condenaron a tres años de prisión por homicidio culposo, pena que no será de cumplimiento efectivo. En realidad, el juicio era por homicidio simple castigado con 8 a 25 años de prisión, pero los jueces estimaron que no se configuraba el dolo eventual que hubiera justificado esa condena. Lo peor es que este hombre no se haya arrepentido, dijo la madre del chico atropellado. El 2 de julio de 1995, a las cuatro menos cuarto de la tarde, Bruno Maddoni había ido con su nieto Leandro Rubinstein a buscar a Martín, de 11 años, al videojuego de Nogoyá y Lope de Vega, en Villa Devoto. Por Lope de Vega, en su Renault 18 color gris, iba Daniel Guillermo Duarte, de 37 años, con su hijo de 12; venían de comprar una torta de ricota en una panadería. En la esquina de Baigorria, una cuadra antes, como el semáforo estaba amarillo, aceleró en vez de frenar; así, lanzado a más de 80 por hora, para esquivar a un Fiat 600 se pasó a la mano contraria e irrumpió en el cruce con Nogoyá: atropelló a Sebastián y a su abuelo, lanzándolos varios metros por el aire sobre el capot de un Ford Taunus. Murieron en el acto. Sólo Martín se salvó. Duarte, en lugar de detenerse en ayuda de sus víctimas, aceleró y huyó. Volvió a su casa, en Emilio Lamarca al 3200, dejó el auto en su garaje y llamó a un mecánico amigo para que reparara los daños a fin de borrar las pruebas. Pero el conductor del Fiat 600 había registrado los últimos números de la patente del Renault, y los datos bastaron para que, al día siguiente, su propietario fuera identificado. Con orden de captura, Duarte se entregó el 4 de julio, tras haber estado prófugo durante 55 horas. El juez Francisco Carlos Ponte lo indagó por doble homicidio culposo y, aunque ese delito es excarcelable, ejerció su facultad de mantenerlo detenido porque intentó eludir el accionar de la Justicia. Aun después de presentarse ante la Justicia, Duarte no reconoció haber atropellado a dos personas: sostuvo que había chocado con un auto de costado y que no se había detenido para no tener que pagar los daños. No obstante, los peritos constataron que el cuerpo de Bruno Maddoni, al ser embestido, había dado contra el parabrisas del Renault. Duarte permaneció 26 días detenido. El juez Ponte le concedió la excarcelación bajo una fianza de 40.000 pesos, y continuó el proceso por homicidio culposo. La familia Maddoni objetó la carátula porque no hizo mención al abandono de persona y no se consideró el dolo eventual: el de quien no toma en cuenta el hecho de que su conducta puede causar graves daños. Venía a casi 90 kilómetros por hora, pudo representarse que podía pasar algo así pero no le importó, resumió para este diario Carlos Froment, abogado de la familia de las víctimas. En setiembre de 1996, la Cámara de Apelaciones admitió modificar la carátula del expediente y determinó que Duarte fuera juzgado por homicidio simple cuya pena va de 8 a 25 años porque, de acuerdo con los elementos de prueba reunidos durante la etapa instructoria, se configura el dolo eventual. Por eso, el caso fue a juicio oral. Sin embargo, la fiscal del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 15, Ana Palazzi, acusó sólo por homicidio culposo. Y el tribunal integrado por los jueces Héctor Grieben, Elena Do Pico Farrell y Ricardo Galli dictó ayer su veredicto que condena a Duarte a la pena de tres años de prisión cuyo cumplimiento se deja en suspenso, y costas, por ser autor penalmente responsable del delito de homicidio culposo. Además el tribunal lo inhabilitó por seis años para el manejo de automotores, y dispuso que realice durante dos años, por el espacio de ocho horas mensuales, trabajos no remunerados en favor de la Agrupación Nacional de Discapacitados Solidaridad. Familiares de las víctimas, que se hallaban presentes en la sala, manifestaron su desaprobación. Carlos Rubinstein, padre del chico fallecido, dijo que el proceso había sido una payasada. Poco antes, Marcela Maddoni había exigido al hombre que mató a su hijo y a su padre que admitiera su culpa. La señora Maddoni dijo a Página/12 que sólo queríamos que se arrepintiera, que dijera Me asusté, me escapé, pero nada, insistió en que había chocado contra otro auto. Mi hijo mayor, Martín, tuvo otra vez un accidente: un auto lo atropelló cuando iba en bicicleta pero el conductor se detuvo, lo acompañó al hospital, me llamó él mismo por teléfono... En cambio, lo peor de este hombre es que no se haya arrepentido. Pero la condena social que está sufriendo también debe ser horrible para él.
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