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La guerra cultural en Israel cava el foso entre laicos y ortodoxos

Los ultraortodoxos amenazan con guerra si el Estado israelí no acepta que prevalezca la ley bíblica sobre el derecho secular.

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t.gif (862 bytes)  La calma que caracterizó las manifestaciones paralelas del domingo de los judíos integristas y de los laicos en Jerusalén, no enfrió los ánimos y ayer se reanudó la polémica que puede desencadenar una guerra fratricida.
Los laicos que se manifestaron “en defensa de la democracia” llevan la razón, y también la tienen los que se manifestaron “en favor de un Estado judío”, declaró a la prensa el gran rabino de Israel Eliahu Bakshi Dorón, funcionario público.
“Pero democracias hay muchas y Estado judío uno solo: nosotros queremos en Israel un Estado judío”, afirmó Bakshi Dorón, quien confesó que estaba dispuesto a hablar en la manifestación de la mayoría liberal, pero que no lo hizo porque “hubiese corrido peligro de muerte”. Fue llamativo que tampoco participaran en esa manifestación de apoyo al Estado de derecho y al régimen democrático, y contra los ortodoxos que abogan por una teocracia, los tres principales candidatos a asumir el gobierno tras las cruciales elecciones del próximo 17 de mayo: el derechista Benjamin Netanyahu, y sus rivales Ehud Barak, líder del Partido Laborista, e Isaac Mordejai, del Nuevo Partido del Centro. Es que el apoyo de los partidos ortodoxos, que ganaron 22 de los 120 escaños del Parlamento (Kneset) en las últimas elecciones generales de 1996, será decisivo a la hora en que el partido que triunfe en las urnas deba construir su coalición.
Para Bakshi-Dorón, mentor de las comunidades judías procedentes del mundo árabe y de los sefaradíes, en el Estado judío el Poder Judicial y los tribunales seculares “no podrán estar por encima de las Sagradas Escrituras”. Los rabinos de la ortodoxia insisten en mantener intacto su monopolio –con todos los privilegios económicos que ello les proporciona– sobre la religión judía, cuya ley, afirman, está “por encima” de las leyes del Estado.
El rabino Menahem Porush, octogenario político de la comunidad ortodoxa y encargado de organizar la asamblea en la que, según datos policiales, participaron más de 250.000 personas, advirtió ayer que si después de esta manifestación de fuerza de la minoría integrista los tribunales “siguen entrometiéndose en asuntos religiosos, éste no será el fin sino el principio de una guerra”.
“Lo que quebró el espinazo del camello fue el fallo de Tribunal Supremo que autoriza la participación de los rabinos reformistas, no reconocidos por la ortodoxia, en los consejos religiosos”, declaró el rabino Baksh-Dorón, cuya autoridad tampoco reconocen los rabinos de la comunidad integrista, ya que no aceptan la legitimidad del Estado “sacrílego” de Israel. Esto se debe a que la redención del pueblo judío, según la Biblia, será la obra del mesías, y no de los “sionistas” –los nacionalistas que, presididos por el socialista David Ben Gurión, establecieron el Estado en 1948–.
El primer ministro Netanyahu, en plena campaña electoral, declaró ayer que las gigantescas manifestaciones de Jerusalén “han sido un honor a la democracia”, pues terminaron sin incidentes ni violencia, pero para su rival laborista Barak el domingo “fue un día negro”. Si la minoría ortodoxa y la mayoría liberal se enfrentaran físicamente, ya que muchos religiosos y laicos creen que “el diálogo entre nosotros es imposible”, el país irá primero a una “guerra cultural y terminará en una guerra civil que nos dejará sin Estado y sin religión”, advirtió Netanyahu, en quien los partidos ortodoxos han tenido su mejor aliado en años. A pesar de abjurar del Estado y de la democracia israelíes, los integristas no han tenido inconveniente en participar en su vida política: su objetivo declarado es convertirlo en una teocracia, pero hasta ahora se han conformado con partidas del erario público.

 

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