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OPINION
Mohtari en la calle

Por Raúl Kollmann

Al cierre de esta edición, Nasrim Mohtari se aprestaba a pasar su primera noche en la calle. Refugiada en un bar y sin dinero para alquilar una pieza, la mujer sólo esperaba el cierre del negocio gastronómico para sentarse o acostarse en la vereda.
Su alternativa era vagabundear por las calles. La justicia argentina la trajo al país y ahora no se hace cargo. Si es una testigo importante e incluso si tuviera alguna responsabilidad en los atentados, la situación es gravísima: cualquiera puede silenciarla para siempre y ella hasta puede perder la vida a manos de un ladrón o un violador que pase por la esquina. Por otra parte, la Justicia tiene la obligación de garantizarle no sólo la seguridad sino también una vida en condiciones mínimas adecuadas.
Si Mohtari no es una testigo importante, si no tiene vinculación con las atentados, la situación también es gravísima: se está cometiendo un acto de barbarie contra una inocente y no debe descartarse, además, que la mujer cometa una locura, producto de la evidente depresión y estado de desequilibrio en el que se encuentra.
Durante casi siete años, la Corte Suprema no hizo prácticamente nada por investigar el atentado contra la embajada de Israel. Ahora, se vuelve a lavar las manos: arriesga la seguridad de una mujer a la que buscó durante años y termina violando sus derechos humanos más elementales.
Tal vez alguna mente afiebrada de Tribunales esté dejando que todo esto entre en la mayor descomposición posible y busque provocar el siguiente razonamiento: “ven, esta causa ya no da para más. Terminemos con esto, aunque no se encuentre a los culpables”.

 

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