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No hay peor sordo que un policía
de guardia en la comisaría 16ª

En la seccional todos niegan haber oído el tiro con el que,  supuestamente, se suicidó un policía   en el baño. Una pericia   demostró que los balazos se pueden oír hasta en la vereda.

Las pericias en la comisaría fueron efectuadas por miembros de la Gendarmería Nacional.

Por Carlos Rodríguez

t.gif (862 bytes) La pericia acústica realizada anoche en la causa donde se investiga la “muerte dudosa” del agente Horacio Escalante demostró que la comisaría 16ª está lejos de ser el Colón, pero a pesar de ello puede escucharse con notable nitidez, desde la calle San José al 1200, cualquier disparo de pistola 9 milímetros que se realice dentro del baño donde se produjo el deceso del policía. El juez Carlos Mahdjoubian, al frente del trámite, se estará preguntando ahora cómo es posible que ninguno de los efectivos haya escuchado el estampido. Se estima que la tarde del viernes 5 de febrero, cuando ocurrió el hecho, había en la seccional alrededor de 30 personas cumpliendo guardia. La mayoría es gente habituada al manejo de armas, que se supone sabe distinguir entre un balazo de grueso calibre y el ruido que producen los miles de vehículos que circulan por la autopista 25 de Mayo, debajo de la cual se encuentra la sede policial.
Desde las 19, hora prevista para la pericia –a cargo de expertos de la Gendarmería Nacional–, podía advertirse que para la 16ª, la de ayer no fue una noche de gloria. Gestos nerviosos, órdenes estrictas para los guardias y gente de prensa del Departamento Central de la Policía Federal que trató de convencer a los periodistas, en vano, de que regresaran a la redacción para reencontrarse con el aire acondicionado porque en el lugar lo único que podían conseguir era sudor. Sin embargo, trascendió un dato importante: un policía habría confirmado ante el juez que Escalante, poco antes de morir, tuvo un fuerte altercado con un principal de apellido Garrigó, como adelantó Página/12 en su edición del 11 de febrero.
El juez, con lo realizado anoche, tiene que develar dos incógnitas: cómo es que nadie escuchó el disparo y cuál fue el recorrido posible y la postura que adoptó Escalante, de 21 años, para poder pegarse a sí mismo un balazo “entre ceja y ceja”. Al parecer, la bala tiene orificio de salida en la parte posterior de la cabeza. También se habría detectado otro impacto de bala, tal vez producto de un rebote. Si la hipótesis del suicidio es cierta, tiene que ser el rebote de la misma bala. Nadie que se mata dispara dos veces.
De tratarse de un crimen, bien podrían ser dos los balazos que se hicieron, según estima la familia de Escalante. El primero le provocó la muerte y el segundo fue realizado por el hipotético autor, colocando el arma en la mano derecha de la víctima, para dejar las huellas que indicarían que fue Escalante el que accionó el arma. Claro que después hubo que colocar una bala más en el cargador o bien utilizar dos pistolas similares. Y no dejar evidencia clara de que fueron dos los disparos. Todas hipótesis complejas, imposibles de confirmar por el momento.
Lo único cierto, por ahora, es que la dotación que estaba en la seccional el viernes 5 o era totalmente sorda o está faltando a la verdad. A las 20.16 sonó el primer tiro. Fue hecho en el baño interno –hay otro para el público–, que está ubicado en la planta alta, en el fondo del edificio de la seccional, a unos 15 metros de la entrada de autos más cercana a la calle Cochabamba. Desde la vereda, los periodistas escucharon el ruido con absoluta nitidez. A las 20.21 se escuchó el segundo balazo. El cronista de este diario estaba frente a la entrada principal, en San José 1224, desde donde se escuchó todavía más fuerte que el anterior.
En la puerta principal, por la que accede el público, hay una guardia policial permanente. El tercer disparo, a las 20.37, volvió a escucharse. Al baño interno puede accederse por la entrada de autos, pero también desde el interior de la comisaría, que está totalmente comunicada entre sí. Abajo está la seccional 16ª y en la planta alta está la jefatura de la circunscripción a la que pertenece la comisaría.
La seccional tiene 120 efectivos repartidos en cuatro turno de seis horas. Hay un virtual quinto turno que cubre los francos. Esto indica que no hay menos de 24 personas por turno, sólo en la comisaría. A ellas deben sumarse las seis o siete que pertenecen a la jefatura de lacircunscripción. ¿Cómo puede ser que nadie escuchara nada? Los seis peritos de Gendarmería Nacional que trabajaron anoche en la 16ª pueden aportar datos importantes para esclarecer el caso.

 


 

EL ATAQUE DE LA MENDOCINA FUE ANTES DE IR PRESA
La comisaría en lugar del hospital

t.gif (862 bytes) La polémica en torno de la actuación policial en el caso de la mujer muerta en una comisaría de Mendoza se reavivó ayer en la provincia al conocerse el testimonio de varios vecinos del lugar donde fue detenida Claudia Ponce: todos fueron coincidentes en que la prostituta se encontraba en medio de un presunto ataque antes de ser llevada por los policías. Justamente, la pregunta aún no explicada por las autoridades tanto policiales como del gobierno es por qué –si se encontraba en ese estado– fue llevada a la seccional y no a un centro asistencial.
El caso presenta algunas similitudes con la muerte del joven Sebastián Bordón: el estudiante de Moreno también sufrió presumiblemente un shock emocional en el departamento de El Nihuil y en lugar de ser trasladado para una atención médica fue detenido en el destacamento local.
En la madrugada del domingo pasado, Claudia Ponce murió en la Comisaría 3ª de Mendoza, luego de que un médico le inyectara un calmante. Mientras se esperan los resultados del informe forense que dirá las causas de su muerte, ya se les abrió un sumario a los policías que intervinieron en el procedimiento.
El director de Seguridad mendocino, Pedro Miranda, ensayó una respuesta a las críticas: “Los agentes no están facultados para diagnosticar la gravedad de un ataque que pueda llegar a tener una persona”. Sin embargo, llamaron al Servicio de Emergencias Coordinado y en pocos minutos se presentó en la comisaría el doctor Leonardo Collaretti, quien luego de informar por su radio a la central del SEC que la chica “aparentemente habría ingerido cocaína”, le suministró una inyección con ampliactil y nozinam. Cinco segundos más tarde, Claudia murió de un paro cardiorrespiratorio.
La joven, de 22 años y madre de 2 chicos, había sido detenida esa noche a la 1.30 y llevada a la misma comisaría por averiguación de antecedentes por ejercer la prostitución en la calle. A las 3 fue liberada sin que encontraran en ella signos de drogas. Dos horas y media más tarde, un auto la dejó en la calle Federico Moreno al 1900 en un estado de shock emocional; la chica comenzó a pedir ayuda mientras gritaba que se iba a morir. Golpeó la puerta de una casa insistentemente y la dueña llamó a la policía, que encontró a la chica en mal estado, pero no la llevó al hospital.
Alejandro Carrá es toxicólogo y atiende a diario emergencias de este tipo en el SAME porteño. Para él, “la combinación de esas drogas (cocaína –en el caso de que sea así– y las inyectadas por el médico) puede provocar efectos desconocidos”, pero aseguró que “es poco probable que ésa haya sido la causa de la muerte de la chica, sobre todo porque no tuvo tiempo de asimilarla el torrente sanguíneo, y aun en caso de que sí lo hubiera hecho, no es una medicación que pueda provocar un infarto”. “Posiblemente, la chica iba a tener un infarto y le tocó a este médico estar a su lado, no creo que haya existido mala praxis.”

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