Los
organismos de derechos humanos emitirán la semana próxima una declaración conjunta en
la cual les pedirán a las Fuerzas Armadas que se pronuncien sobre el problema de la
destrucción u ocultamiento de documentación sobre delitos de lesa humanidad. Página/12
tuvo acceso a una síntesis de las preguntas formuladas por las Abuelas de Plaza de Mayo,
el Centro de Estudios Legales y Sociales, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por
Razones Políticas, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, las Madres de Plaza de
Mayo (Línea Fundadora), el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y el Servicio
de Paz y Justicia. Todos coincidieron en denunciar las notorias amenazas que
se ciernen sobre las causas que involucran a los uniformados: las exigencias de
impunidad de los imputados, la presión corporativa del pacto de silencio y la ausencia de
un Alto Tribunal dotado de la independencia necesaria para hacer justicia con los
poderosos.
Los representantes de las agrupaciones mencionadas consideran que estos procesos
corresponden a un estado de conciencia de la opinión pública nacional e
internacional, y, entre ellos, ocupan un espacio central las causas por sustracción de
menores. Tras evaluar que la prisión preventiva que el juez Adolfo Bagnasco ha
dictado contra los altos responsables del terrorismo de Estado fue una respuesta
ética para la sociedad, expresaron que ese fallo demuestra un rechazo a la
impunidad y significa una expresión más de ideales ampliamente compartidos.
Las preguntas a las Fuerzas Armadas se refieren a cuatro temas: las Actas de la Junta
Militar, la documentación sobre operaciones militares antisubversivas, los archivos de
desaparecidos del Ministerio del Interior y los documentos de la Operación Cóndor. Y
están divididas entre cuestiones de principio y cuestiones de
hecho. Estas últimas abarcan situaciones concretas para las cuales puede
considerarse necesaria una comprobación de circunstancias. Estos son algunos de esos
interrogantes:
¿Pueden las
Fuerzas Armadas de un estado de Derecho destruir o desinteresarse de la conservación de
originales o copias certificadas de documentos de la máxima jerarquía política, como
son las actas de las resoluciones de altos órganos de gobierno que han integrado y de
cuya gestión pueden resultar responsabilidades propias?
¿Dónde están
los originales o copias certificadas de las actas de la Junta Militar cuya tenencia
reconocían las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa en octubre de 1987? ¿Qué
medidas se han adoptado luego de las respuestas negativas sobre su existencia
cursadas a los jueces federales Guglielmino y Bagnasco en 1994 y 1998,
respectivamente- para determinar su ubicación y/o disponer su reconstrucción?
¿Puede el jefe
de Estado Mayor del Ejército (general Francisco Gassino, en junio de 1989) afirmar que su
fuerza es ajena a la destrucción de documentación administrativa sobre personas
desaparecidas existente en el Ministerio del Interior, si un organismo de inteligencia de
su dependencia la microfilmó antes de destruir sus originales, sin dejarse constancia por
acta?
¿Puede
considerarse ajena a la fuerza Ejército la destrucción del archivo de desaparecidos del
Ministerio del Interior, si las órdenes respectivas fueron impartidas siendo militares de
alta graduación los entonces presidente de la República, ministro del Interior y jefe
del Departamento de Seguridad Interior de ese ministerio?
¿Ha efectuado
el Ejército alguna gestión para intentar hallar si no los tuviere en su propio
ámbito documentos sobre la llamada Operación Cóndor, que según informaciones de
pública notoriedad se encuentran archivados en el Departamento de Estado de Estados
Unidos y bajo custodia de la Corte Suprema del Paraguay, según el caso?
DECLARACION DEL MEDICO BERGES ANTE BAGNASCO
Una memoria inverosímil
Por Adriana Meyer
El médico policial Jorge
Bergés tiene problemas con su memoria. Aunque estaba bajo juramento, ayer negó ante el
juez Adolfo Bagnasco haber atendido el parto de mujeres detenidas durante la dictadura.
Para el testigo Bergés en nuestro país no hubo ni desaparecidos ni centros
clandestinos de detención, sintetizó con ironía y cierta decepción el abogado
Alberto Pedroncini, que representa a las seis Abuelas de Plaza de Mayo querellantes en
esta causa. El letrado evalúa la posibilidad de pedir que sea imputado por el delito de
sustracción de menores o solicitar un careo con los testigos que contradicen lo
manifestado por Bergés. Lo único que reconoció es de quién recibía las órdenes y en
ese sentido señaló al comisario retirado Miguel Etchecolatz.
Bergés negó haber conocido a Pablo Díaz, sobreviviente de La Noche de los Lápices, y a
Adriana Calvo de Laborde, que son los testigos que lo vieron y hablaron con él en los
calabozos del Pozo de Banfield. Sin embargo, según esta ex detenida, Bergés fue quien le
cortó el cordón umbilical cuando dio a luz a su hija y le sacó la placenta, tras lo
cual la obligó a limpiar el piso y la camilla, ante las risas de unos diez guardias que
participaban de la terrible escena.
Según Pedroncini, el policía dijo cosas absolutamente inverosímiles.
Declaró que atendió detenidos por razones de la lucha antisubversiva por
orden de la Dirección General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires, a cargo del comisario Etchecolatz, de quien aseguró haber recibido instrucciones
escritas. La querella podría pedir que sea citado para acentuar algunas
contradicciones: en su declaración ante el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas
en la causa Camps, Etchecolatz había dicho que la policía bonaerense tenía puestos para
prisioneros de guerra, entre los cuales mencionó al Pozo de Banfield y Arana, en donde
fue visto Bergés. Además, había asegurado que estos establecimientos eran rotativos
para impedir la localización de los detenidos. Esto está en total contradicción
con lo que dice su subordinado, destacó Pedroncini refiriéndose a una parte de la
declaración de Bergés en la que aseguró que los detenidos que él revisó estaban
a disposición del juez correspondiente.
Bergés llegó puntual al juzgado, vestido con camisa y pantalón claros, luciendo un
bigote y cabello canoso, con un corte tipo melenita. Llevaba una muleta,
aunque sus vecinos de Quilmes nunca lo ven con ella cuando camina alrededor de su casa,
cuyo frente todavía tiene escrito la palabra asesino como recuerdo de los
escraches de Hijos. Respondió las preguntas del abogado y del juez con un
tono sobrador y titubeó cuando le preguntaron por la cadena de mandos.
Arias Duval con Servini
El capitán médico Alberto Arias Duval, conocido como Tomy en
el centro clandestino que funcionó en la ESMA durante la dictadura, declaró ayer como
testigo ante la jueza María Servini de Cubría, en la causa que investiga la apropiación
del hijo de los desaparecidos Cecilia Viñas y Hugo Penino. Tal como lo había hecho
cuando fue interrogado por el juez Adolfo Bagnasco, Arias Duval reconoció que atendió
dos partos entre julio y diciembre de 1978, aunque no precisó la identidad de las
parturientas. Aunque la fecha no coincide con el nacimiento del nieto de la abuela de
Plaza de Mayo querellante, Cecilia Viñas, la información aportada fue considerada
valiosa por una fuente cercana a la investigación. Uno de los participantes de la
audiencia se conmocionó cuando el médico militar describió que en la pequeña
maternidad Sardá de Chamorro había una caja llena de forceps. Durante lo que resta
de febrero y marzo, Servini recibirá más testimonios, entre ellos los de los represores
Adolfo Donda, Antonio Pernías y Juan Carlos Rolón. |
|