Por Eduardo Febbro desde París
Lo que había sido
anunciado y analizado como el juicio del siglo en el cual, por primera vez en
la historia, tres ex ministros iban a ser juzgados por su responsabilidad en la
distribución de sangre contaminada con el virus del sida se fue convirtiendo con el
correr de los días en lo que la prensa francesa llama la gran mascarada. Detengan
la comedia, tituló el diario popular Le Journal du Dimanche en referencia a las
extrañas condiciones en que se desarrolla un proceso a cargo de la Corte de Justicia de
la República y cuyos tres, y únicos, protagonistas son el ex primer ministro socialista
Laurent Fabius, la ex ministra de Salud del mismo partido, Georgina Dufoix, y el también
socialista ex secretario de Estado de Salud Edmond Hervé. Unicos protagonistas porque en
este juicio sólo los miembros de la Corte y los acusados tienen derechos: las
víctimas de la sangre contaminada y los familiares de los sobrevivientes carecen de voz y
voto en las audiencias. Sus testimonios sólo pueden ser escuchados como relatos y no como
parte de la acusación.
En suma, por más pruebas que aporten contra los responsables políticos de la
distribución de la sangre contaminada, sus documentos y alegatos están exentos de todo
valor. Más aún, tras una semana de debates, el martes pasado los abogados de las
víctimas vieron rechazada su demanda de constituirse como partes civiles ante la Corte de
Justicia de la República. De esta forma, sin el peso de una acusación reconocida por la
ley, las partes querellantes no cuentan con recursos y sólo aparecen como meros
figurantes.
El juicio que se inició el pasado 9 de febrero había sido considerado como único en la
historia. No sólo era la primera vez que se podía llevar ante los jueces a altos
responsables políticos sino que, luego de innumerables polémicas y procesos a los
dirigentes de los centros de transfusión sanguínea, se podría comprender el porqué del
atraso con que, entre 1985 y 1986, los ministros implicados reaccionaron con tanta
lentitud en la adopción de un dispositivo capaz de limpiar la
sangre en circulación. Las víctimas acusan concretamente a los ministros concernidos de
haber demorado voluntariamente el empleo de un test de la sangre fabricado por
los laboratorios norteamericanos Abbot a fin de beneficiar el producto elaborado por el
francés Instituto Pasteur. Esta demora provocó la contaminación con el sida de unas
cuatro mil personas, de las cuales más de 1500 fallecieron hasta hoy.
Las incongruencias del proceso se suman diariamente. Uno de los testigos claves del caso,
el consejero del secretario de Estado de Salud para las transfusiones, negó prestar su
testimonio porque, dijo, ya fue interrogado en otro de los capítulos del escándalo. Las
víctimas llegaron incluso a pedir la destitución del presidente de la Corte de Justicia
de la República, Christian Le Gunehec, por haber dado sobradas muestras de que ignoraba
las sutilezas, la profundidad y los detalles del proceso que tenía a su cargo. Le Gunehec
parecía incapaz de asumir la dirección de los debates a un punto tal que, la semana
pasada, cuando se iniciaron las audiencias del ex primer ministro Laurent Fabius, fue este
quien dirigió el debate, convirtiéndose así y al mismo tiempo en presidente de la
Corte, abogado defensor y acusado. Los testimonios de los funcionarios son sin embargo de
una precisión abrumadora sobre las incoherencias entre el mundo político y los sectores
administrativos. Jacques Roux, ex director general de Salud Pública y ex presidente de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), reconoció que hubo una ausencia real de una
estrategia de urgencia ante el sida y admitió la demora de unos
15 días en lautilización del producto de los laboratorios Abbot para evitar
que en el mercado haya un test hegemónico.
Homicidio involuntario y daños involuntarios a la integridad física de
las personas son los dos cargos que pesan sobre los ex tres ministros socialistas.
Pero dadas las condiciones del juicio y el estatuto particular de la Corte de Justicia de
la República, que deja en la sombra el testimonio de los querellantes, las víctimas y
sus abogados tienen escasas esperanzas de que los hombres políticos paguen los errores
cometidos, las tardanzas sospechosas y los silencios ministeriales. Tanto más cuanto este
proceso es sólo uno en la larga lista de juicios por venir: consejeros ministeriales,
médicos, miembros de la alta administración esperan su turno.
RECLAMO EN EE.UU. PARA LEGALIZAR JUGUETES
EROTICOS
Una prohibición que vibra
Un grupo
de mujeres del estado de Alabama, en Estados Unidos, llevó a la Justicia una prohibición
decretada por la legislación estatal contra la venta de vibradores y otros artículos de
estimulación sexual. Las demandantes afirman que los legisladores de Alabama violaron sus
derechos a la privacidad cuando determinaron que es ilegal para un ciudadano del estado
comprar uno de estos objetos de placer. Ellos regulan la venta de armas, regulan el
alcohol, los cigarrillos, pero prohíben juguetes, dijo Sherri Williams,
una de las mujeres que comparecieron ante el tribunal para radicar la demanda. Te
imponen una multa de 10.000 dólares y un año de trabajo comunitario si te capturan
vendiendo vibradores. Te va mejor si vendés drogas ilegales, dijo.
Está previsto que se realice ante un juez del estado una audiencia para presentar los
argumentos de una demanda entablada por La Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos
en nombre de Williams, quien es propietaria de dos pequeñas tiendas que venden artículos
de estimulación sexual en la localidad de Huntsville, en Alabama. Varias otras mujeres
que consideran que sus derechos a la privacidad fueron violados por la prohibición
también son parte del grupo que presentó la demanda ante la corte de distrito en
Huntsville.
Williams es también la presidenta ejecutiva de la firma Loving Enterprises Inc., una
empresa que tiene una cadena de tiendas que ella describe como boutiques
románticas. Estas no son parte del estereotipo de las tiendas de sexo.
Nosotros vendemos velas, chocolates y ropa interior femenina, todos los ingredientes para
pasar una noche romántica. Lo que ocurre, simplemente, es que los juguetes sexuales son
uno de esos ingredientes, dijo.
Williams afirmó que el negocio, que operaba bajo el nombre de Pleasures en
Huntsville y Decatur, en el estado de Alabama, estaba prosperando hasta que hace cerca de
un año la Legislatura estadual aprobó una ley para cerrar los clubes nudistas. En el
último minuto, los legisladores agregaron una cláusula a la ley que declaró ilegal la
venta de artículos de estimulación sexual, incluyendo los vibradores, consoladores y
condones con ribetes.
Los legisladores intentaban eliminar los clubes nudistas, pero en el camino pusieron
un traspié a los juguetes sexuales. No sólo le quitaron a la gente (los
lugares de) entretenimiento, sino que también le arrebataron el derecho a entretenerse
uno mismo, afirmó Williams.
La Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU) planteó en su demanda que es
legal para los médicos de Alabama recetar a los hombres el fármaco para la impotencia
Viagra, pero no es legal para nadie vender artículos que ayudan a las mujeres a tener
orgasmos. Entre los demandantes se incluyen varios individuos que usan estos
artículos como ayuda marital para poder lograr un orgasmo bajo circunstancias
en que les habría sido difícil o imposible tenerlo, indica el texto de la demanda
de ACLU.
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