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La legendaria actriz y cantante Tania, compañera del poeta Enrique Santos Discépolo, falleció el miércoles por la noche a los 98 años, en su departamento de Callao al 700, y fue sepultada ayer por la tarde en el cementerio de La Chacarita, con la marcada sensación de que con su figura desaparece una parte misma de la historia del tango. Tania falleció en el mismo departamento en el que vivió y murió, el 23 de diciembre de 1951, el autor de Cambalache. La cantante cuyo nombre era Ana Luciano Divis: su apodo era el anagrama del diminutivo Anita nació en Toledo, España, el 13 de octubre de 1900 y llegó a la Argentina en 1924. Se definía entonces como una decidora de la música rioplatense. Luego de su arribo con la Troupe Ibérica, contratada por el Teatro Casino, decidió quedarse. Su carrera había comenzado mucho antes. A los 12 años, y como su hermana era cantante de operetas, se entusiasmó en seguirla, por lo que estudió canto y baile. A los 18 ya tenía su compañía de varieté, con la que recorrió Barcelona, Alicante y Madrid. Entonces le decían la Lucianito y su nombre artístico se fue modificando a Tania Visdi, luego Tania Mexican y finalmente Tania, cuando ya caminaba las calles porteñas y el destino la había enfrentado con Discépolo. Sin embargo, Tania no pasó de canciones como La violetera y Agua que no has de beber al tango por influencia de Discepolín. Un tiempo antes, de gira por Brasil, fue animada por el guitarrista Mario Pardo: su debut con la música ciudadana se llamó Fumando espero. Tanto éxito tuvo con ese tango que volvió a Buenos Aires para actuar en el Chantecler. Su consagración como artista y su gran amor le llegaron cuando cantaba en el Follies Bergère porteño Esta noche me emborracho, con la orquesta de Roberto Firpo. El autor, Discépolo, fue a escucharla por curiosidad: no se imaginaba a aquella gallega entonando sus estrofas. Los presentó José Razzano, el compañero de Carlos Gardel: ella recordaba que el compositor era diferente de los ricachones que poblaban las noches de champán y caviar de los cabarets. En su departamento de Córdoba y Callao, donde recibían a Aníbal Troilo, Osvaldo Miranda, Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Pepe Arias y Francisco Canaro, Discépolo dio vida a Yira Yira, Cambalache, Uno y Alma de bandoneón. Mientras, actuaba en las radios Del Pueblo, París y Belgrano, de las que pasó a El Mundo, como solista de Mariano Mores en 1945. En 1947, Discépolo la incluyó en el ciclo Así nacieron mis anciones, por Belgrano. Un trajinar que quedó registrado en discos de Columbia, Víctor, Odeón, Music Hall y Magenta. A sus dotes de cantante, Tania agregó la de comediante, tanto en cine como en teatro. Filmó tres películas: El pobre Pérez (Luis César Amadori, 1937), Cuatro corazones (1939) y Caprichosa y millonaria (1940), ambas realizadas por Discépolo. La relación amor-trabajo entre ambos era tan fuerte que él siempre la incluyó en sus temporadas teatrales. Así interpretó La perrichona y Mis canciones en 1932, en 1933 actuó en Wunder Bar y en 1935 en Winter garden. Sus personajes livianos y encantadoramente distraídos, se prolongaron en otras piezas de su marido como Blum (1949) y luego en 1950 y 1951 en el Teatro Gran Splendid. Ese fue el año que concluyó la etapa junto a Discépolo, el hombre que la acercó por primera vez a los problemas sociales. Tania compartió la adhesión de su marido al peronismo y la atención a la gente desprotegida. Sufrió a su lado la persecución de la que fue objeto por sus Mordisquitos radiales duras respuestas al gorilismo de la época y el desprecio del que fue víctima Discépolo por su militancia justicialista. Se desmoronó de amargura, no se alimentó más, se encerró y se dejó morir, recordaba Tania, que asistió impotente al final del genial artista, el 23 de diciembre de 1951. La muerte de Enrique y la caída del gobierno peronista fueron golpes tremendos. Las giras por Europa y América latina la mantuvieron lejos del país hasta 1959, cuando inauguró un local al que llamó Cambalache, que sería el origen de muchos otros. En una época en que el tango no tenía un lugar privilegiado, Tania lo albergó en su reducto. Sus memorias quedaron plasmadas en un libro que escribió Jorge Miguel Couselo en 1973, pero ella transitó etapas importantes más allá de esa fecha. A partir de 1983 realizó cinco temporadas en el Teatro de la Ribera, mientras actuaba en Botica de tango por Canal 11. En 1998, en su cumpleaños, se le tributó un homenaje en la sede de la Asociación de Periodistas de Radio y Televisión (Aptra), donde actuó en un sketch que se llamó El descubrimiento de América, una alusión humorística a su longevidad, tema que la divertía. Unos meses antes había sido una de las protagonistas de un homenaje a Aníbal Troilo, cuando junto a Fito Páez y frente a casi un millar de jóvenes cantó Uno y Cambalache. En la reinauguración del Maipo, fue la culminación de un estupendo espectáculo, cuando entonó Cambalache. La mujer de las dos patrias, como siempre lo expresaba, había dicho hace poco: Quiero morirme cantando tangos y que me entierren con un bandoneón. No pudo ser, pero la despedida de ayer por la tarde en el panteón de Sadaic de Chacarita, protagonizada por infinidad de artistas e innumerables coronas que incluían una de Carlos Menem, tuvo el merecido aire del adiós a una leyenda. Desde Mar del Plata, Mariano Mores había supuesto que iba al encuentro de Discépolo.
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