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El cine francés demostró su buena salud en Berlín

“El corazón de la mentira”, de Claude Chabrol, y especialmente “Todo comienza hoy”, la nueva obra de  Bertrand Tavernier, dejaron en claroque tienen serias aspiraciones al Oso de Oro berlinés.

El film de Tavernier transcurre en un jardín de infantes de provincia.

Por Luciano Monteagudo desde Berlín

t.gif (862 bytes) Las sirenas casi constantes en las calles y un control más estricto a la entrada del Zoo Palast (particularmente cuando se exhibió la película turca en competencia, Viaje hacia el sol) permiten inferir que la ciudad de Berlín está atravesando días de tensión después del violento episodio en el consulado de Israel, donde murieron tres manifestantes kurdos. Pero un poco a la manera de eXistenZ, el film de Cronenberg que exhibió la Berlinale el martes pasado y que habla de realidades paralelas, el festival sigue su curso imperturbable, ofreciendo una multiplicidad de mundos diferentes y contradictorios, que se materializan en la pantalla sin solución de continuidad. A veces, incluso, esas luces y sombras devuelven, como un espejo, la imagen del mundo exterior. Es el caso de la película de Bertrand Tavernier, Ça commence aujourd’hui / Todo comienza hoy, que se convirtió en una de las favoritas de la crítica para el Oso de Oro, según la encuesta diaria del periódico Der Tagesspiegel.
Rodada casi a la manera de un documental, con estilo urgente y directo, Ça commence... ubica su acción en una pequeña ciudad al norte de Francia, no muy lejos de donde Emile Zola encontró a los miserables mineros de Germinal. El film de Tavernier –que ya ganó un Oso de Oro con La carnada (1996)– transcurre hoy, más de un siglo después de la novela de Zola, pero descubre casi una misma situación de implosión social, una región devastada por la pobreza y la desocupación, que supera el 34 por ciento. La aproximación de Tavernier es una mirada en escorzo, a través de los niños más pequeños de esos padres sin trabajo, de esas madres embrutecidas por el hambre, el frío y el alcohol. El film casi no sale de un único espacio dramático, un jardín de infantes donde su director (Philippe Torreton, protagonista de Capitán Conan, la anterior de Tavernier) lucha contra molinos de viento: pelea con un presupuesto insuficiente, se enfrenta a la burocracia estatal y trata, sin suerte, de combatir el sentimiento de derrota de los padres.
“No quise hacer una película trágica, desesperada, porque me parecía injusto para con la gente que sigue luchando allí día tras día”, dijo Tavernier tras la proyección. “Lo único que me propuse fue dar testimonio de una situación que se extiende cada vez más en Francia.” De hecho, el guión de Ça commence... nació a partir de la propia experiencia y los ensayos sobre educación pública de Dominique Sampiero –el yerno de Tavernier–, un docente que también tiene publicados libros de poesía, una poesía con la cual el film quiebra el naturalismo del relato e introduce una voz interior, que le da otra dimensión al protagonista. “Hay una manera de concebir el cine que se remonta hasta los hermanos Lumière y hoy se encuentra viva en directores como Erick Zonca, Manuel Poirier, Robert Guédiguian, y tiene que ver con reflejar el mundo tal como es”, afirmó Tavernier. No cabe duda de que Ça commence aujourd’hui adhiere claramente a esta tradición, que parece cobrar cada vez más fuerza y actualidad en el cine francés de hoy.
Hablando del cine francés y tradiciones, nadie mejor que Claude Chabrol, que se mantiene fiel a las suyas. Au coeur du mensonge / El corazón de la mentira, que se presentó ayer en la competencia, es un nuevo capítulo de la larga novela que el director –uno de los fundadores de la nouvelle vague, más de cuarenta años atrás– viene desarrollando sobre los vicios y miserias de la pequeña burguesía francesa de provincia. Autor de más de cincuenta films, Chabrol pareciera trabajar por acumulación, como si con cada nueva película fuera sumando elementos, sin pretender conseguir con ninguna en particular un film mayor, sino en todo caso una sucesión de pequeñas viñetas –cáusticas, corrosivas– sobre la mezquina clase media provinciana. Como es habitual en Chabrol, hay un crimen (incluso dos) en el centro de su nueva película, pero nada más lejos de sus intenciones que un vulgar whodunit. No importa saber quién violó y mató a una niña en un pueblo pesquero de la costa bretona, ni encontrar un culpable para el asesinato de un fatuo intelectual mediático (inspirado burlonamente en Bernard Henri-Levi), sino en todo casi ir descubriendo la densa trama de ocultamientos y mentiras que corroen a los personajes.
A partir de un guión propio, que recuerda el tono angustiante de las novelas de Patricia Highsmith (de quien Chabrol ya adaptó El grito de la lechuza), el director da cuenta del resentimiento de su protagonista, un pintor frustrado (Jacques Gamblin), que parece sobrevivir gracias al apoyo de su esposa (la gran Sandrine Bonnaire). Hay demasiadas palabras no dichas entre ellos, que contrastan con la ola de rumores que corren por el pueblo y a través de las cuales deberá abrirse camino la inspectora Lesage (Valeria Bruni-Tedeschi). Se podría pensar que Au coeur... no está a la altura de El infierno o La ceremonia, dos de sus mejores películas de los últimos años, pero aun así hay que reconocerle a Chabrol esa capacidad para crear instantáneamente un mundo paranoico, hecho de murmullos, infundios y mentiras, que nunca alcanzan a ocultar una patética verdad.

 

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