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Por Daniel Guiñazú Un año después de haber perdido su título mundial de los cruceros del Consejo en Mar del Plata, Marcelo Domínguez intentará recuperarlo esta tarde en Hamburgo, Alemania. El rival, en ambos casos, es el mismo: el cubano Juan Carlos Gómez, el primer campeón mundial de la Revolución y el octavo de la historia de su país, quien hace cinco años que está radicado en Europa por una obvia razón: el boxeo profesional lleva 30 años de prohibición en la isla que gobierna Fidel Castro. La pelea será televisada desde las 18 por Telefé. Domínguez, quien subirá hoy al ring del Alsterdorfer Halle con un peso de 85,700, 483 gramos por debajo del límite de la categoría (86,183 kg), sufrió un severo trauma personal luego de haber resignado la corona de campeón. Y mucho tuvo que ver en este quebranto su deteriorada relación con Osvaldo Rivero, su ex manager, de quien se apartó luego de la derrota. Se sospecha que Domínguez sólo cobró un tercio de los 450 mil dólares de bolsa que le correspondían por esa pelea. Rivero fue el promotor de la misma en el Polideportivo de Mar del Plata y nunca pudo explicar adónde fueron a parar los 350 mil dólares faltantes. Desesperanzado, Domínguez volvió a los brazos de Hernán Santos Nicolini, su manager en los primeros tiempos de su carrera y a quien Domínguez abandonó en 1995 sin dar explicaciones, deslumbrado por las puertas que Rivero supuestamente le iba a abrir. Luego de cuatro peleas ante rivales de segundo orden nacional, Domínguez llega hoy a esta chance ante el mismo adversario que le diera una cátedra de buen boxeo 364 días atrás. No es el Gordo, tal como se lo conoce en el ambiente, un boxeador creativo. Técnicamente sabe poco: es tosco, limitado, carente de estilo y hasta antiestético. Pero alcanzó primero el título que ostentó entre 1995 y 1998 y luego esta oportunidad, afirmado en su coraje sin mengua y en una inteligente conducción de su carrera, que lo llevó a evitar siempre a los mejores cruceros estadounidenses. Domínguez, de 29 años de edad, es guapo y aguantador. Y hoy redobla su apuesta con los argumentos de siempre: una fortaleza física llamativa, una mandíbula a prueba de balas, un corazón capaz de vencer la fatiga y el sufrimiento y dos puños que pegan más fuerte que justo: de sus 26 victorias en 29 salidas profesionales, sólo 14 llegaron por fuera de combate. Juan Carlos Gómez es su antítesis boxística: digno representante de la histórica escuela cubana que fundara en 1910 en La Habana, el maestro chileno Juan Budinich fue campeón mundial juvenil en Lima (1990) y en 1993, se exilió en Alemania para iniciar su vida profesional bajo la tutela de Peter Kohl, uno de los dos managers más importantes de Europa (el otro es el británico Frank Warren). De gran talla (1,93 m, diez centímetros más que Domínguez) y estilo elegante, llega con 25 años de edad, un record inmaculado de 26 triunfos en otras tantas peleas con 22 nocauts y una enorme confianza en su boxeo fino, de manos pesadas pero sin fiereza. Después de derrotar no sin sufrimiento a Domínguez, defendió tres veces su título ante adversarios poco significativos sin haber superado jamás los 6 rounds. Es el favorito de hoy porque es local, porque boxea mejor y porque, si hay que pegar, también pega. Pero a los guapos nunca haya cerrarles las puertas a la ilusión. Y Domínguez hace rato que demostró que es capaz de cualquier proeza.
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