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Por Javier Martínez de Pisón En la historia de la música contemporánea, The Doors ocupa un lugar extraño. Sin haber sido uno de los grupos más importantes ni de los más vendedores, hay coincidencia en que fue uno de los grupos más influyentes, tanto por la originalidad de su sonido y letras como por el magnetismo sexual de Jim Morrison. Casi tres décadas después de la muerte de Morrison, a los 27 años en París (1971), Ray Manzarek, tecladista y base musical del grupo, publicó Light my fire (no casualmente el título de mayor éxito de la banda), un libro en el que narra la trayectoria del grupo y rechaza la versión cinematográfica que dirigió Oliver Stone en 1991. Manzarek, pianista de formación clásica, actúa ahora con el poeta de la generación beat Michael McClure quien llamó a Morrison El mejor poeta de su generación, es productor del grupo punk X y ha grabado varios discos, entre ellos The Golden Scaraba, una adaptación electrónica de Carmina Burana, en colaboración con Philip Glass. Además, es un lúcido testigo vivo de aquel momento de esplendor del poder joven, cuando su generación creyó poder tomar el cielo por asalto. Su libro incluye un balance generacional muy pesimista. ¿Cree que las utopías de los sesenta han fracasado? Creo que está claro que como generación nos hemos desviado de las metas que queríamos alcanzar en 1968, el año del Mayo francés. Si me hubieran dicho entonces que en 1999 íbamos a estar talando la selva amazónica, que la gente continuaría muriéndose de hambre, que seguiría habiendo guerras en el planeta y que todavía utilizaríamos todo tipo de pesticidas, que los trabajadores continuarían siendo explotados, que dejaríamos yermos los campos de cultivo, que estaríamos asfixiando a la tierra, que no habríamos encontrado un combustible que no contamine, ni una sociedad basada en el amor, me hubiese reído. Hubiese jurado que era imposible que pasara. ¿Cuál cree que es el resultado de esa lucha generacional? En realidad, desde luego que contra nuestra voluntad, hemos producido una sociedad avara, no muy diferente de lo que era en los años cincuenta, la que nosotros queríamos cambiar para siempre, o destruir. Debo aceptar que eso significa que en gran medida hemos fracasado. ¿Por qué afirma en el libro que sin la influencia de Jack Kerouac The Doors no habría existido? Su novela En el camino es una búsqueda de libertad. Nos transmitía una sensación de ganas de viajar sin rumbo por los grandes territorios de América y expandir nuestras conciencias. Ese libro me enseñó que podía liberarme de las restricciones de la sociedad y la religión en la que me educaron, ir más allá de lo que mis estudios indicaban que tenía que hacer, explorar ámbitos prohibidos, y lo mismo le sucedió a Jim. Los escritores de la generación beat mostraron eso a toda una generación. ¿Cuál es la relación entre Viaje al fin de la noche, de Celine, y el tema The End? El título de esa novela de Celine (Journey to the end of the night) inspiró a Morrison el verso que dice: Till the end of the night, base sobre la cual añadió las estrofas de William Blake, Some are born to sweet delight / Some are born to the endless night. Creo que una de las grandes virtudes de la poesía de Morrison es que constantemente citaba a otros poetas, que hacía homenajes a sus influencias. Por eso es tan especial para mí y calculo que para gran parte de la gente de mi edad. Por ejemplo, el verso de Break on through (to the other side), que dice The gate is straight, and deep and wide, es una cita de un libro de André Gide titulado Straight is the gate (La puerta estrecha). ¿El nombre The Doors es una alusión a Aldous Huxley, como se dice? Sí, es un homenaje a Blake y también a Huxley, que escribió aquel libro sobre la experimentación con mescalina titulado Las puertas de la percepción, y del cielo y el infierno. Y musicalmente intentamos hacer lo mismo, de ahí la influencia de compositores como John Coltrane. Escuchando a The Doors desde hoy, se ve que había una influencia de ritmos latinos que en su momento no fue del todo bien identificada. Sí, particularmente de El Watusi, un tema de Ray Barreto con un ritmo funky que estuvo en el hit parade en Estados Unidos a comienzo de los sesenta. También Light my fire, por lejos nuestro tema más famoso, tiene una gran influencia española. Robby Krieger estudió guitarra flamenca: Spanish caravan está basado en un tema de flamenco clásico que tocaba en los ensayos. ¿Y la influencia del blues? Crecí en el South Side de Chicago, un barrio negro. Willie Dixon, Muddy Waters, Howlin Wolf y John Lee Hooker fueron grandes influencias para mí y para el grupo. Howlin Wolf grabó Back door man y nosotros hicimos una versión. De John Lee Hooker hicimos Crawling king snake, y de Bo Diddley Who do you love. ¿Y el jazz? También, porque yo estudié piano clásico desde los 7 años y después del blues me interesé por el jazz. Me influyó mucho una versión jazzera de Carmen que el pianista Ramsey Lewis grabó a finales de los años cincuenta. La interpretación que Miles Davis hizo primero de blues clásicos (Kind of Blue) y luego su disco Milestones fueron algo increíble y, una vez que aprendí a tocar esos acordes en Sol menor séptima, mi música cambió. ¿Por qué afirma que The Doors hacía música psicodélica, contrariando a la cátedra? Porque para mí el término psicodélico describe un estado trascendental, no luces de colores ni música estilo Grateful Dead. Me refiero a la conciencia cósmica, a una forma de espiritualidad como la de San Juan de la Cruz. En esencia, creo que The Doors fue un grupo de jazzrock-flamenco-blues y poesía. ¿Cómo era esa otra personalidad chamánica de Morrison? Creo que era resultado de su alcoholismo, no era un estado inducido por drogas como LSD o peyote. Cuando bebía le salía un lado distinto, una faceta realmente monstruosa. Creo que lo que lo mató fue el alcohol y no la droga. Sé que si no hubiera bebido esa noche estaría vivo todavía.
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