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Nuevos valores para la música popular más vieja del siglo veinte

¿Quiénes son los Davis y Coltrane de hoy? ¿Qué hay de nuevo
en el mundo del jazz? Las encuestas que publican las revistas especializadas dan pistas para saber qué es lo que está pasando.

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Brad Mehldau, pianista, arrasa con todos los premios. Cassandra Wilson es otra favorita.
El disco “Magic Triangle”, del trompetista Dave Douglas, fue uno de los más votados.

Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) Para algunos, el jazz es una vieja dama indigna que se imita a sí misma. Para otros, es la única música popular surgida en este siglo –con la misma edad del siglo, por añadidura– que aún conserva capacidad de evolución. De un lado se señalan las vueltas al pasado de las nuevas figuras y cierta pasión por el virtuosismo estéril y por músicas que no superan el pretexto para exhibicionistas. Del otro, se argumenta con las aperturas estilísticas y la creatividad de algunos músicos –no todos jóvenes ni nuevos– que hacen que todavía aparezcan por allí músicas y estilos nuevos. Las encuestas entre críticos especializados y lectores realizadas por las revistas de jazz más importantes de Estados Unidos (Down Beat y JazzTimes) permiten, por lo pronto, sacar algunas conclusiones.
La primera de ellas es el dato aportado por la cantidad de nuevos valores que aparecen allí. Un pianista como Brad Mehldau o el trompetista Dave Douglas –que también arrasaron en los informes de fin de año de las francesas Jazzman, publicada por Le Monde de la Musique, y Jazz Magazine– son verdaderos recién llegados. Hace apenas un año podían aparecer, con suerte, mencionados en alguna lista de talentos por descubrirse. La cantante Cassandra Wilson, un poco más veterana, es también una exponente clara de las generaciones posteriores a la de las leyendas. Una cosa es clara: las vacantes que dejan libres los próceres no son ocupadas por los sobrevivientes sino por sus continuadores. Sonny Rollins, Benny Carter, Phil Woods, J. J. Johnson, Kenny Barron o los pianistas de la generación intermedia (Hancock, Corea, Jarrett) siguen estando. Músicos septuagenarios (o casi) como el notable trompetista canadiense Kenny Wheeler o el genial saxofonista Lee Konitz siguen asociados con lo más moderno del jazz y parecen sentirse más cómodos con un guitarrista como Bill Frisell que con los que trabajan de “leyenda viva”. Un disco como Angel Song, por ejemplo, en el que tocan Wheeler, Konitz, Frisell y el contrabajista Dave Holland, ocupa con justicia el lugar de una de las producciones más originales e interesantes del año pasado. Pero, junto a ellos aparece un conjunto de nombres casi desconocidos para el público argentino. Allí están los posJarrett, los posColtrane y los posDavis pero, también, los posMarsalis.
El cuarto de hora de los jóvenes negros que inundaron el mercado del jazz en los ‘80 imitando a sus maestros, parece haber pasado. Nadie discute ya lo bien que Marsalis toca la trompeta. Pero a la hora de elegir el mejor, pesa más la creatividad y entonces ocupa el primer plano Dave Douglas, miembro ocasional del grupo Masada de John Zorn que, en el último año, editó dos discos notables. Tanto Charms of the Night Sky, donde hace una especie de jazz neoétnico y neoeoeuropeo, como Magic Triangle, donde toca con otro de los nuevos nombres, el saxofonista Chris Potter, proponen, además de una técnica instrumental excelente y de la corrección esperable, temas propios, búsquedas tímbricas y rítmicas y, sobre todo, un cierto riesgo estético que desde hace unos años estaba bastante ausente en la escena del jazz. Junto a ellos, ocupan lugares de merecido reconocimiento varios abonados desde hace años: el saxofonista Kenny Garrett, el bajista Steve Swallow, los contrabajistas Ray Brown, Charlie Haden, Dave Holland y Ron Carter y el guitarrista Jim Hall.

 

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