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El banquero más influyente de la década se ocupó ayer del proyecto lanzado por Carlos Menem de reemplazar el peso por el dólar como circulante. Alan Greenspan, titular de la Reserva Federal (banca central estadounidense) y cuyas opiniones hacen temblar a los financistas internacionales, dejó en claro cuál es su prioridad: Debemos tener presente que nuestra política monetaria es siempre, en primer lugar, para Estados Unidos. Y para desalentar todavía más los planes de dolarización del gobierno argentino, concluyó que no podemos ser el banco central de Estados y de otros países. De todos modos, no deja de sorprender la impresionante repercusión a nivel mundial que tuvo el insólito plan de dolarización de Menem. Que Greenspan haya dedicado parte de su exposición semestral ante la comisión bancaria del Senado estadounidense muestra hasta qué punto se extendió el debate por ese proyecto. De Estados Unidos, precisamente, no vienen las opiniones más alentadoras. Anteayer lo había despreciado uno de los integrantes de la FED, además de Pedro Malan, ministro de Economía de Brasil, y hace un mes lo había relativizado Lawrence Summers, subsecretario del Tesoro. Pero la palabra de Greenspan tiene otro peso. Es la de nada menos que el banquero que define si se sube o se baja la tasa de interés de corto plazo y, con esas decisiones, determina en gran parte la marcha de los mercados internacionales. No hay unanimidad aun dentro del gobierno estadounidense sobre cuál debería ser nuestra posición sobre el tema, señaló, aunque después precisó cuál es la de él. Pero lo estamos conversando, sea por la única razón de que Argentina nos vino a pedir si se puede crear una relación más formal, aclaró. Lo que propone el gobierno de Menem es una asociación monetaria con Estados Unidos, que en la práctica implica el reemplazo del peso por el dólar. Greenspan agregó que espera que surja una posición unificada entre el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal sobre la dolarización de otros países. Estamos conscientes, aunque no totalmente convencidos aún, de que el uso de monedas únicas en áreas del planeta sea un factor de estabilidad, como el euro, dijo Greenspan. Expresando una de sus mayores obsesiones, referida a mantener bajo control la inflación, advirtió que los lazos que se crean dentro de un área de moneda única, como la zona euro, generan tensiones. De todos modos, indicó que Estados Unidos no puede hacer nada para impedir que un país adopte unilateralmente al dólar como su signo monetario, como lo hicieron Panamá y Liberia. No ve ninguna razón para disuadir a esos países de dolarizar sus economía. Pero subrayó que Estados Unidos no puede dar la impresión de estar dispuesto a crear sistemas de apoyo para instituciones financieras en países con economía dolarizadas. Esto significa que Greenspan no piensa ni por asomo que la FED pueda auxiliar a bancos argentinos en problemas que necesiten asistencia financiera, puesto que con la dolarización el Banco Central dejaría de existir. Greenspan también se refirió a la crisis brasileña, y no fue muy optimista. Brasil tiene un difícil camino que seguir para recuperar la confianza internacional, señaló, para agregar que el riesgo de contagio a otras economías ha disminuido. No obstante, indicó que era prematuro decir que no habrá un contagio de la crisis financiera a otras economías de América latina. Por último dejó su consejo de banquero ortodoxo, que tanto gusta a los financistas internacionales: Las autoridades brasileñas deben seguir un camino muy angosto y difícil para reestablecer la confianza y contener la inflación a través de la política monetaria, al tiempo que deben resolver un grave desequilibrio fiscal.
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