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Nos dirigimos a usted como a un ciudadano común porque nos parece aberrante que desde su sillón de Papa en el Vaticano, sin conocer ni haber sufrido en su cuerpo la picana, las mutilaciones, la violación, se anime en nombre de Jesucristo a pedir clemencia para el asesino. Este es sólo un párrafo de la carta que las Madres de Plaza de Mayo entregaron ayer a la Nunciatura con el objetivo de que su mensaje llegue a los oídos del papa Juan Pablo II, quien hace una semana utilizó su influencia en favor de la libertad del dictador chileno Augusto Pinochet que, como se sabe, está en Londres esperando que la Cámara de los Lores dictamine si cuenta o no con inmunidad ante el pedido de extradición que pesa sobre él y que fue cursado por la Justicia española. La gestión para que el Vaticano se pronunciara a favor del dictador se había iniciado en noviembre del año pasado, cuando altos funcionarios del gobierno chileno se reunieron con el secretario de Estado, cardenal Angelo Sodano. Si bien en estas tratativas Juan Pablo II no estuvo involucrado directamente, el carácter del pedido, que Sodano calificó de oficial, refuerza la idea de que el Papa estaba, por lo menos, en conocimiento de la situación. Jesús fue crucificado y sus carnes fueron laceradas por los judas que como usted hoy defienden asesinos, dice la carta de las Madres que fue recibida por una empleada administrativa de la Nunciatura y que ya se ha difundido por varios países. También contiene frases muy duras hacia el papel desempeñado por el Papa ante situaciones relacionadas con la violación de los derechos humanos. Por un lado, las Madres recuerdan el silencio papal cuando lo entrevistaron en plena dictadura militar argentina: No impidió la masacre, no alzó su voz por nuestros miles dehijos en aquellos años de horror. Y ahora, ante este explícito pronunciamiento oficial en favor de Pinochet, las Madres le piden a Dios que no perdone, a usted señor Juan Pablo, que denigra a la Iglesia del pueblo. Cuando la Santa Sede reconoció el viernes 19 de este mes que había hecho un pedido de clemencia, por razones humanitarias, en favor de Pinochet, los organismos de derechos humanos de todo el mundo reaccionaron con perplejidad. Los familiares de chilenos desaparecidos publicaron ese día una carta abierta en donde afirmaron que la Iglesia Católica no puede enseñar que matar, hacer desaparecer y torturar a miles de opositores pueden ser delitos dejados impunes. Sin embargo, las Madres fueron más allá y redactaron esta carta dirigida al jefe de la Iglesia Católica, Juan Pablo II, en la cual lo acusan de defender asesinos.
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