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El mundo ideal no está tan lejos

La señal Animal Planet, de la BBC y Discovery Channel, ofrece una serie de lecciones gratis sobre cómo hacer tele entretenida en serio y, de paso, sobre la vida.

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Por Carlos Polimeni

t.gif (862 bytes) A esa hora del insomnio en que el viudo de HBO Olé y Cinecanal se aburrió ya del zapping interno de E!, de no entender por qué las películas de los canales de películas son tan malas, de la heavy rotation de los mismos videos pavos, de los cocineros explicando las bondades de la nuez moscada en la salsa blanca, de los resúmenes de goles de partidos que no se sabe de cuándo son, y a veces ni de dónde, la panacea universal se presenta a sus ojos con la naturalidad de las buenas noticias. La panacea universal se llama Animal Planet, que es un vecino reciente de Discovery Channel –está en el servicio de cable desde enero– pero lo aventaja en originalidad, frescura y candidez.
El viudo, que valora ahora más que nunca aquello que tenía como por costumbre, ha aprendido en estas semanas cosas que quisiera haber sabido siempre, como la velocidad de la chita lanzada en carrera (112 kilómetros en los primeros 100 metros) o los problemas que acarrean los fertilizantes que se utilizan para mejorar la calidad de los eucaliptos a los pobres osos koalas. Ha visto también imágenes que lo enternecen desde hace lustros, pero como por primera vez: la odisea de las tortuguitas marinas recién nacidas corriendo hacia el mar, que es la vida, mientras miles de gaviotas las quieren de cena, rankea alto en ese registro. Ha comprendido, mirando los lentos ciclos de la vida, retratados por maestros del manejo de cámaras, que es cierto que las cosas se cuentan solas, que sólo hay que saber mirar, como cantaba cuando empezaba a ser combativo el actual secretario de Cultura bonaerense, el pensador ítalo-argentino que el mundo conoce por Piero.
Ha llorado por historias pequeñas pero muy animales: una mamá murciélago atendida en un hospital de animales donde le amputan un ala (lo que no le impide criar dos vastaguitos antes de irse al cielo de los roedores), un gorrioncito de cuatro meses viajando a puro instinto desde la campiña inglesa hasta las planicies africanas de Bostwana luchando contra vientos de albatros, una ballena gris participando sola del maratón que significa moverse, con ese peso, desde los trópicos al Polo, huyendo del calor excesivo. Eso, por no hablar de las demostraciones filmadas de lo que todo el mundo sabe: la inteligencia de los monos, la memoria elefantiásica de los paquidermos, la simpatía instantánea de los delfines.
Antes, el viudo esperaba la primera repetición por HBO de un film que se había negado a ver en el cine. Esta semana, está que se sale de la vaina por ver otra vez el documental del orangután que entiende las órdenes de su adiestradora, en el principio de lo que podría ser el hallazgo de un lenguaje común entre los grandes primates y los humanos.

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