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Parecen, efectivamente, un dúo teatral: uno alto y flaco, el otro más bajo, de pelo y bigote blancos. En un bar de La Boca, Javier Margulis el alto y Rubens Correa tratan de explicar la combinación que dio por resultado Once corazones, el espectáculo que se estrenará este viernes en el Teatro de la Ribera, Pedro de Mendoza 1821. Dicho en pocas palabras: una visión del fútbol a través del teatro, con formato musical. Pero el tema central es el enfrentamiento entre dos ideas, el fútbol-pasión y el fútbol-negocio, con su comercio desenfrenado y corrupto, según explica Margulis. Once Corazones está basado en una idea de Enrique Morales, con música de Juan Pollo Raffo y canciones de Miguel Cantilo, y el protagonismo de Roberto Catarineu y Carlos March. Son tipos con mucho oficio en musicales dice Margulis, actores de espectáculos de Hugo Midón, que cantan muy bien y tienen mucho ángel actuando. En la historia encarnan a dos compañeros de un club de barrio. Uno crece como empresario y en un momento hace un negocio y vende el club; el otro es un amargado, porque perdió su vida, define. Pero hay en juego, además, una mujer. Cada uno se ha jugado en la vida con los mismos principios con los que jugaba en la cancha, explica Correa. Y el que se ganó a la mujer fue el del negocio, aparentemente ... ¿Qué fue lo que los convenció de hacer un musical? Margulis: Nos pareció desafiante, más aún planteando un musical que habla de fútbol, algo que tiene una actualidad enorme. Pero no buscamos ser oportunistas, ni pensamos que si el fútbol es un negocio, el teatro que hable de fútbol debe serlo. Correa: Ya desde la factura no está pensado así. No es una comedia estadounidense, sino una obra musical argentina. Por el tema y por retomar ritmos populares argentinos, mezclados con rap y rock, porque nosotros también tenemos esa mezcla. M.: En realidad trabajamos más sobre la idea de una operita popular. Además de presentar veinte actores en escena, Once corazones propicia otra reunión de Miguel Cantilo y Jorge Durietz, no como Pedro y Pablo sino como Los Palomitas Blancas, que son narradores de la historia. Dueños de una exitosa trayectoria (certificada por las recientes A propósito del tiempo y Cuestiones con Ernesto Che Guevara), los directores relatan que su experiencia anterior fue un espectáculo con Sandra Mihanovich y música de María Elena Walsh. No tenemos gran experiencia en teatro musical. Pero todos los espectáculos tienen un problema para resolver. ¿La pasión por el fútbol se perdió, o ahora pasa por el consumo de remeras, botines de marca...? M.: Eso no es pasión. Quizá porque soy un idealista, cuando se habla de la pasión por el juego tengo la sensación de que nunca se va a acabar. A pesar de que hoy haya un fútbol que privilegia el marketing. C.: Me parece que en ese aspecto la obra trasciende totalmente el tema del fútbol, con un pensamiento que se aplica al fútbol o a cualquier otra cosa: en un mundo donde se privilegia el beneficio, la ganancia, ¿tiene lugar la pasión? Yo creo que sí. El afán de comerciar que ya llegó al fútbol, ¿puede llegar poner en peligro al teatro? M.: Lo espectacular no necesariamente está reñido con la calidad y con las intenciones. Chiquititas tiene equipos que nosotros nunca tendremos. Pero no siempre la calidad técnica es lo más costoso. C.: Hay una contradicción entre el dar y el recibir, lo solidario (la pasión) y lo egoísta (el obtener réditos). Esta obra defiende la pasión como motor. Denuncia esa forma de corrupción que es el tengo ventajas para mí y se entronca con ideas muy profundas que trascienden el fútbol.
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