OPINION
Obscenidad, represión y
creatividad
Por Laura Bonaparte* |
Impresiona
que una enorme publicidad pueda tergiversar un discurso y hacer que el resto de la
audiencia crea que esa es justamente la precisa. He asistido con estupor a la
violación de la cual fue objeto Charly García en sus aspectos creativos. El caso pone
también sobre el tapete la responsabilidad que le cabe, al aceptar la manipulación de
esta publicidad hizo algo tan desgarrante para toda la sociedad como el genocidio.
Nuestra sociedad, es evidente, no ha abandonado su omnipotencia en la argumentación que
sigue la línea del genial publicista, hacer del genocidio un simulacro, una
representación de lo irrepresentable, de lo irreproducible. El problema que vuelve a
plantearse es si para la publicidad hay un límite. Es verdad que el objetivo de la
publicidad es vender un producto y que cuanto más audaz y agresiva, mayores son las
ventas y por lo tanto las ganancias. Es decir, vender el producto que publicita,
cualquiera sean los medios y artificios que cree. En las ganancias está expuesta su
finalidad.
El artista trabaja y es satisfactorio que su trabajo tenga su recompensa económica, para
seguir creando. Su tarea tiene como finalidad el libre juego de sus habilidades creativas,
de su inteligencia, de su técnica, de la originalidad de los materiales que usa, etc. Es
en ese sentido en que tanto la propaganda como el trabajo del artista se rozan pero no se
confunden. El artista crea, y ése es su deseo y su goce. El publicista basa su éxito y
su goce en el rendimiento económico que le produce su creatividad para la publicidad de
un producto. Su goce es el dinero.
Hay personas a las cuales Charly García fascina. A otras no. Ese no es el problema. Con
el querido León Ferrari pasa un poco lo mismo. Hay obras de León que no gustan a la
Iglesia. Aun cuando la Iglesia lo ha expresado con la misma libertad que el artista se
mueve, el artista, en este caso León Ferrari, no ha impostado su creatividad y a los que
no les gusta no van a verlo. O no compran sus obras. Otras somos fanáticas de León no
sólo por sus obras sino por lo que enseña: su manera desprejuiciada, libre, desatada de
su creatividad. Y cada exposición suya no deja de admirarnos en cuanto a su enorme
capacidad creativa.
Lo obsceno del tema de Charly no es su propuesta en sí misma. Que por otra parte es lo
que Charly, desde su creatividad escatológica, puede ofrecer. Lo obsceno reside en su
aceptación de la limitación fascista a su trabajo creativo. Pobre Charly, el gran
creador. Lo obsceno es que alguien que al mismo tiempo que niega la importancia de la
identidad de cada uno de los desaparecidos, que se niega a la exhumación de los restos
para su identificación y para que ellos den su irrebatible y postrer testimonio, use a
los desaparecidos con la misma impunidad con que los niega, volviéndolos NN. Que además
transgreda los límites privados del flacuchito Charly, situación que se hubiera podido
arreglar personalmente, y tal vez, Charly hubiera accedido o no, a un pedido, sin la
imposición que trasciende de lo privado a la campaña publicitaria de un acto, y sirve de
inicio a una discusión estúpida con la que comienza esa campaña publicitaria.
Desde lo desmedido de su personalidad surge en Charly su propuesta. La publicidad nos ha
obligado a quitar nuestra mirada del verdadero dueto aquí en juego: el publicista, que
con anuencia de la promotora del acto, ha usado a los desaparecidos como parte de la
campaña publicitaria, tan genial como cruel. Lo triste es que en esa campaña
publicitaria y como rectora moral esté involucrada una mujer que tiene
desaparecidos. ¡Vender el diálogo con un personaje como Charly García! Si Charly
accedió sigue siendo un problema. Al escritor Andahazi se le negó un premio ya otorgado,
porque a la señora donante no le gustó el tema. Son formas de ejercer y exhibir el poder
económico con la ilusión de dominio total sobre la inteligencia.
Pero hay otra cosa: ¿qué pasa con los políticos o intelectuales que tan rápidamente
entran en la represión de la creatividad de un artista? Es quetodos somos fascistas? O
tal vez el argumento que el publicista usa en la propaganda para su acto y en la que tanta
gente entró es el comienzo de la represión a la creatividad? Al publicista le interesa
por sobre todas las cosas las ganancias económicas. Si vende es bueno, no importa la
ética ni la moral. Esto está de más. Con su ardid publicitario puede incorporar una
audiencia reticente a su estilo, esta vez pasando los límites de lo ético, y sin que los
que reciben el mensaje se den cuenta de la distorsión, logra un triunfo avasallador.
* Madre de Plaza de Mayo - Línea Fundadora |
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