¿Se
hubiese prolongado once días el apagón si el corte hubiera sido en la pudiente zona
norte, manejada por Edenor? Y si hubiera ocurrido, ¿la reacción del Gobierno habría
sido tan zigzagueante y la de la Alianza tan tardía? ¿Los economistas del establishment,
como Juan Carlos de Pablo y los de FIEL, defenderían tan fervorosamente a la empresa como
lo hacen con Edesur? ¿Hubiera sido tan indignante el desprecio hacia los
"clientes" como el padecido por los que viven en la deprimida zona sur? ¿Son
válidos esos interrogantes o pertenecen a aquellos resentidos de siempre que no valoran
los avances en materia económica que muestra el actual modelo? Cuesta creer que los
habitantes de Le Parc, de las torres que conforman un paredón con vista al río sobre
Libertador, los de Recoleta, Belgrano y de otros barrios con niveles de ingresos medios y
altos hubieran podido soportar con estoicismo diez días sin luz, como los olvidados
vecinos del sur. Y mucho menos que el Gobierno no hubiera tomado una medida drástica como
retirar la concesión a una empresa que mostró negligencia, irresponsabilidad y soberbia
en una apagón histórico. En la Capital también el norte y el sur divide territorios de
favorecidos y excluidos.
No siempre fue así. El sur tuvo su época de
esplendor. A fines de la Colonia y en las primeras décadas después de la Independencia,
al sur de la Plaza de Mayo, donde hoy se recortan los barrios Monserrat y San Telmo, eran
habitados por las llamadas familias bien. En esos años había una preferencia a vivir en
ese sur. Había otro sur, lejano, discontinuo, el que recorría el Riachuelo. Barracas, la
Boca, el sur portuario, el de los saladeros y mataderos, que estaban separados de la
ciudad. El comienzo del ocaso del sur rico fue repentino. Se dio a partir de epidemias: la
del cólera en 1867, y la de fiebre amarilla en 1871, en la que muere el 7 por ciento de
la población de la ciudad. Y las zonas más afectadas fueron San Telmo y Monserrat. Las
familias de buen pasar escaparon a sus quintas de Flores y Belgrano, y ya no retornaron a
sus viejas casas, de tipo colonial, con dos o tres patios, sino que mudaron a la zona
norte. Sus nuevas casas, fruto del enriquecimiento de la década del '80, fueron petit
hoteles y palacetes. Muchos de ellos pasaron luego a ser edificios públicos. Por ejemplo,
el viejo edificio de la Cancillería era una casa de familia. ¿Qué pasó con el sur
abandonado? Esas grandes casonas españolas pasaron a ser conventillos donde se alojaron
los inmigrantes. Se alquilaban por piezas. Y empezó un proceso de degradación urbana,
económica y social, por falta de mantenimiento e inversión que continuó hasta estos
días.
La avenida Rivadavia, además de ser la más
larga, para muchos es la línea imaginaria que divide a la ciudad entre barrios que
navegan el modelo arriba de un barco de aquellos que están aferrados a un madero para no
hundirse. Sin embargo, no fue casualidad que la demarcación de las dos zonas para dividir
la empresa telefónica (ENTel) y la de electricidad (Segba) para sus respectivas
privatizaciones haya tomado la avenida Córdoba --y no Rivadavia-- como el surco
separador. La zona de mayor poder adquisitivo se extiende al norte de Córdoba, quedando
una zona media entre esa avenida y San Juan. Después viene el sur profundo.
Y el apagón de Edesur afectó a esos
barrios, a los más castigados por el modelo. De la Encuesta Permanente de Hogares,
elaborada por el INdEC, se obtienen los datos de la población con Necesidades Básicas
Insatisfechas (NBI), una de las categorías que economistas y sociólogos utilizan para
describir con más precisión situaciones de pobreza. Además de la insuficiencia de
ingresos, la caracterización de pobre a partir del indicador de NBI se basa en cuestiones
estructurales, entre las que se consideran el nivel de educación, el tipo de vivienda, el
hacinamiento, el acceso al agua potable y cloacas. La población que vivió sin luz
durante diez días fue, precisamente, la que registra NBI más elevados de la Capital. En
San Nicolás, Monserrat, San Telmo, Constitución, barrios integrantes del distrito
escolar 4, el nivel de Necesidades Básicas Insatisfechas trepa al record del 26,3 por
ciento de sus habitantes. En Nueva Pompeya el NBI es del 20,3 por ciento. En Boedo y
Almagro casi el 10. El contraste con la zona norte, atendida por Edenor, es muy fuerte.
Por caso, los barrios de Núñez, Belgrano, Coghland, Saavedra registran apenas 3,7 por
ciento de su población con NBI, y los de Palermo y Colegiales, 5,1.
Resulta revelador que en la estrategia de
expansión y modernización de la red de Edesur el consorcio que controla la compañía
(el grupo chileno Enersis, cuyo principal accionista es la española Endesa, y el
argentino Pérez Companc) pensó en el injerto norte de su zona (Puerto Madero) más que
en sus habitantes nativos. La subestación Azopardo, la que se incendió provocando el
apagón, fue inaugurada el 5 de enero, y fue presentada por la empresa como la mayor obra
eléctrica construida en la ciudad de Buenos Aires en los últimos 36 años. El desembolso
de 45 millones de dólares que demandó su construcción, que implicó la primera
inversión verdaderamente nueva de Edesur en seis años, fue explicada por el director
comercial Juan Olavarría, en una nota realizada por Norma Nethe en El Cronista, por
"la demanda emergente de Puerto Madero, foco de consumo que no existía en 1992,
cuando se privatizó Segba".
Ahora, superado el corte, Edesur contrató a
una empresa de comunicación y lobby para impedir la rescisión de la concesión, que
estaría sustentada en la serie de falencias detectadas en la subestación Azopardo (no se
habían colocado detectores de humo, no había sistemas para la extinción del fuego ni
arena sobre los conductores, entre otras fallas). Edesur tiene la suerte de contar,
además, con voceros espontáneos, que cegados por el fundamentalismo liberal buscan
defender a la empresa con argumentos despreciables. Uno de ellos, Santiago Urbiztondo,
economista asociado de Fiel, en un extenso artículo publicado también en El Cronista
sobre el marco regulatorio eléctrico detalla con bastante precisión sus características
y las penalidades que le caben a la concesionaria. Y en ese último punto entra en
cortocircuito: para justificar la negativa de Edesur a pagar las multas y la
indemnización a los usuarios fijadas por el ENRE, Urbiztondo revela que vive en la zona
norte: "Efectivamente, si la indemnización fuese de dicha magnitud, seguramente
muchos de los usuarios de la empresa querrán que este tipo de episodios vuelva a
ocurrir", apuntó el cliente de Edenor.
Más diplomático, aunque cueste creerlo, fue
Roque Fernández, buscando frenar la embestida de un sector del Gobierno contra Edesur.
Batalló con que la rescisión elevaría el riesgo país y, además, impactaría
negativamente en el modelo de privatizaciones diseñado por la administración de Carlos
Menem. De ese modo, atendió a que el Estado proteja a una empresa en crisis. Roque, ¿no
era que los ineficientes iban a desaparecer? |