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OPINION
Premios Nobel de la nada

Por Claudio Uriarte

El proceso de “certificación” anual del Departamento de Estado norteamericano al resto de los países del mundo por su colaboración en la lucha antidrogas se parece cada vez más a la ronda –también anual– de entrega de los premios Nobel. Porque en ambos pesan más las consideraciones políticas –o geopolíticas– que los verdaderos méritos de los galardonados.
Por ejemplo, México es la puerta de entrada del 65 por ciento de la cocaína que llega a Estados Unidos, y produce un 14 por ciento de la heroína que consumen los norteamericanos. Thomas Constantine, director de la DEA, afirmó recientemente que “el poder de las organizaciones criminales mexicanas ha crecido geométricamente”. Colombia, por su parte, es el principal productor de drogas del continente, junto con Perú y Bolivia. Sin embargo, el Departamento de Estado elige certificar a los cuatro, al tiempo que “decertifica” a Paraguay –poco más que un país de paso–, aunque no le aplica las sanciones correspondientes –una suspensión de ayuda y un bloqueo de créditos internacionales–.
¿Las razones? México es socio de EE.UU. en el acuerdo NAFTA, Colombia está maniobrando peligrosamente con sus guerrillas para evitar la desintegración, mientras Perú y Bolivia han hecho distintas transas con la DEA. Pero en Paraguay, el general Lino Oviedo es la bête noire de Estados Unidos en la zona, y la embajada en Asunción se ha convertido en un centro de conspiración y en una oficina de prensa contra el gobierno. De ahí una “decertificación” que, sin embargo, carece de seriedad práctica. En el caso del informe paralelo sobre derechos humanos, el nivel de hipocresía es un poco menor, pero lo que se dice de cada país guarda poco correlato con la política práctica de Estados Unidos. El caso más ilustrativo es China, donde las fuertes críticas que le dirige el Departamento de Estado por su desempeño del año pasado conviven con el hecho de que el presidente Bill Clinton, el mismo año, haya visitado China y fuera recibido con todos los honores en la Plaza Tiananmen. Ocurre que en esta ocasión los temores norteamericanos a una desintegración china pesaron más que la represión, o mejor dicho, que en el fondo aceptaron la represión como remedio preventivo de la desintegración. Lo mismo ocurre con México, Perú y Colombia, que son condenados sin que nada pase. Ambos informes, entonces, están perdiendo no sólo credibilidad, sino eficacia. Vienen a ser como los premios Nobel de la nada.

 

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