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ENTREVISTA A PALO PANDOLFO, LIDER DE LOS VISITANTES
“La sociedad está en coma”

El músico, que integra además el grupo de agitación poética Los Verbonautas, propone “volver a soñar una Argentina diferente”.

Definición: “El arte me ocurre, la política quiero hacerla porque  si no ella me hace  a mí. Yo no hago arte: yo vivo. La política
es otra cosa”.

Pandolfo es uno los letristas más lúcidos del rock nacional.
En los ‘80 lideró a Don Cornelio y la Zona, hoy banda de culto.

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Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes) Desde sus días oscuros con Don Cornelio y la Zona, la banda hoy de culto que comandó en los ‘80, Palo Pandolfo se distingue de la media de los compositores del rock argentino por sus condiciones de letrista. Entonces escribía entre la basura, las alcantarillas y el desamor de la gran ciudad. Pocas referencias concretas a la política o a la problemática social, pese a que había militado en un partido de izquierda. El líder de los Visitantes –banda que ha llevado adelante en lo que va de esta década– tiene hoy una imagen pública de músico-con-opinión, dentro del espectro del discurso del rock. Un costado que quizá se vea reflejado con mayor nitidez en Maderita, el tercer disco de estudio de Los Visitantes y anterior al último, Desequilibrio, donde dejando un poco de lado su papel de oscuro narrador urbano le canta a la injusticia agropecuaria, a las bondades de la Pampa (“tesoro de árboles y libros”) y a la dignidad rural. Si no se hubieran interpuesto los cortes de luz y otros problemas organizativos, algo más oscuros también, Los Visitantes habrían compartido anoche cartel con León Gieco en una fecha especial de Buenos Aires Vivo 3, dedicada a la celebración de los 50 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos. “La gente de la calle, que está enfrascada en sus propias historias de laburo, del corazón, por ahí no está enganchada en ningún tipo de militancia”, analizó Palo, que además integra el grupo de agitación poética Los Verbonautas, cuando Página/12 le preguntó sobre el valor de este tipo de recitales. “Entonces es bueno sacudirla de vez en cuando. Se trata de buscar algo en la conciencia de la gente, un cambio que tiene que ser interior. En definitiva, siempre me parece bien que se hable de los derechos humanos.”
–¿Cuáles son los derechos más olvidados, aquí y ahora?
–Evidentemente la discusión tendría que actualizarse. No creo que la única manera de mancillar los derechos humanos sea a través de la tortura, la muerte o la desaparición de personas, que es lo que tiende a pensarse hoy. Asegurarle la educación a un pibe también debería ser un derecho, y lo digo aunque me siga sonando básico. También la posibilidad de un techo, aunque más no sea. Son derechos que hoy, en democracia, están en dudas.
–Y en el arte, ¿cómo se refleja eso?
–El derecho a la libertad de pensamiento creo que hoy no existe, porque si no pensás de una manera, en esta sociedad no tenés mucha cabida. El otro día estuve en el Borda, donde hay una onda increíble, está bárbaro... Había onda, había feeling, y... estaban todos encerrados. Me parece que por cómo se están planteando las cosas, con la televisión, el juego, el bingo por todos lados, hay una sola forma de pensamiento: la forma materialista. Terriblemente materialista. No hay libertad de pensamiento: tenés que pensar en pagar tus impuestos. La parte creativa no está estimulada de ningún lado. La mejor gente se tiene que ir de Argentina. Desde que nací lo vengo escuchando y sigue pasando. El artista plástico que hizo todas las tapas de Cornelio y Visitantes ahora vive en Mallorca, porque consiguió laburo: gana plata, pinta casas, decora. Acá era un pobre tipo, y allá le va bien. Las mejores cabezas tienen que emigrar. Por eso me parece bien salir a agitar, sobre todo con una causa como la de los derechos humanos.
–Dentro del rock usted es considerado un músico con opinión política. Sin embargo su poesía parece pasar por otro lado. ¿Cómo es eso?
–El arte me ocurre, la política yo quiero hacerla porque si no ella me hace. Yo no hago arte: yo vivo. El arte se me escapa, no es algo preconcebido. De hecho, puedo pasar un montón de tiempo sin hacer nada y de repente... ¡trrrfff!. La política, en cambio, es otra cosa. La ideología es la cantidad de principios y conceptos que uno utiliza para vivir, para manejarse y para trabajar. Te hace como persona y como trabajador. Políticamente yo me quiero hacer, tener claridad.Artísticamente... no sé, es algo más abstracto. Hay letras que mezclan las dos cosas, otras no. Pero nunca podría meter un discurso en una canción porque yo voy hacia el surrealismo. Yo soy automático escribiendo, no pienso. Cuando me enteré de que existía el surrealismo y que se trataba de escribir automáticamente, dije: “Ah, yo hago eso, qué bárbaro”.
–¿Cómo puede cambiar esta realidad?
–Con la educación, combatiendo la ignorancia y el desamor. Con un poco de organización y con querernos como trabajadores... Las cosas no están bien. Si nosotros fuéramos consumidores conscientes podríamos conducir la economía argentina. Creo que todos tenemos que volver a soñar una sociedad, porque somos una sociedad sin sueños. Una sociedad en coma.

 

Un trabajador
–¿Usted reivindica la actividad política de los artistas?
–Sí, como todo trabajador. El trabajador tiene que estar organizado, si no está muerto. Los trabajadores tienen que volver a creer en la clase trabajadora. Después de la masacre ‘76-’83, el descrédito es total. Ahora con la globalización –a la que Argentina adhiere–, el trabajador es una pieza prescindible de todo el esquema, está totalmente desplazado. Está muy amorfo, quiere un televisor color y nada más. Sería bueno que se pueda entender que la lucha del trabajador no es necesariamente salir a matar con las armas a todo el mundo. La lucha también puede ser una demostración pacífica de resistencia. No adhiero a la lucha armada, soy muy claro en eso. La experiencia del siglo XX es que las armas no conducen a nada. El stalinismo fue un bochorno. O los mismos yanquis, que ofrecieron su ejército para la desaparición de personas y la tortura en Latinoamérica. También los Montoneros: la cúpula transó y todas las ovejas descarriadas fueron reventadas. No, no se puede encarar con la violencia un cambio.

 

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