OPINION
El ilusionista de la política
Por Alberto Flamarique * |
La decisión de Duhalde y Ortega de unirse y
participar de las internas partidarias como binomio responde a una nueva jugada de Menem.
Muchos dicen que la estrategia de Menem consiste en la erosión continua de los
precandidatos del PJ, propios y ajenos, con el objetivo de mantener el poder partidario
hasta el último día de su mandato y asegurar el mantenimiento de dicho poder, siendo
oposición, en el próximo gobierno de la Alianza. Estoy convencido de que se equivocan:
Menem quiere la re-reelección.
Todo aquel que quiera entender la lógica del peronismo debe detenerse en el rol del
líder o, mejor dicho, en la capacidad y la virtud del líder para conducir.
En épocas de crisis y de contiendas electorales, con pronósticos claramente
desfavorables, este rol se potencia. El conductor no es sólo aquel que se calza los
prismáticos para leer la historia que vendrá, sino, también, aquel que esgrime la
capacidad de liderazgo en medio de la tormenta.
Cuando los vientos soplan anunciando la tormenta que se avecina, Menem, que comprende bien
aquella frase que dice que el peronismo es la capacidad de conducir en la
adversidad, se prueba el traje que más satisfacción le da: el de ilusionista.
Magnifica la tormenta, con nubes de humo y truenos de latón, y se erige en el único
capaz de danzar para que la tormenta cese. Si hay algo que se le debe atribuir
a Menem durante estos diez años de gobierno es su capacidad de conducir y sorprender.
Duhalde, por el contrario, ha demostrado que sólo sabe sobrevivir, lo que nadie puede
hacer sinónimo de conducción.
Es este papel de ilusionista que asume Menem, el que nunca pudo descifrar Duhalde: desde
la platea, mira azorado a un folklórico imitador de David Copperfield, que
lleva su atención hacia un lugar del escenario político, mientras realiza el
truco en otro.
Hay una naturaleza posicional que es la base de la diferenciación entre Menem y Duhalde:
mientras uno tiene una estrategia definida y utiliza herramientas
profilácticas o tácticas (ayer Duhalde y Ortega, hoy Reutemann) para
materializar dicha estrategia (la re-reelección), Duhalde se limita sólo a reaccionar a
la estrategia menemista, exponiendo su debilidad, como queda claro en este
forzado acuerdo con Ortega.
Estoy convencido de que Menem quiere la re-reelección y va a agotar todas las
posibilidades para lograrla. No sería raro que se presente en la interna y le dispute la
candidatura a Duhalde-Ortega. De esta manera, mantendría el poder hegemónico del partido
y sería una excelente estrategia para forzar la re-reelección por la Corte.
Es claro que Duhalde no ha logrado instalar su candidatura en el ámbito nacional y
partidario. Ni siquiera su liderazgo en la provincia de Buenos Aires es ahora indiscutible
ya que Menem le ha birlado de las manos lealtades históricas del gobernador.
Salvo el gravísimo daño institucional que puede causar la habilitación por parte de la
Corte de la posibilidad de Menem de presentarse como candidato presidencial, ninguno de
los protocandidatos que hoy ofrece el PJ es mejor que Menem: el candidato del
justicialismo es él.
Pero, hoy, ningún otro candidato se acerca a Fernando de la Rúa, el argentino que todas
las encuestas dan con la mejor imagen en la sociedad y la mayor intención de voto para
convertirse en el presidente de los argentinos a partir del próximo 11 de diciembre.
* Coordinador nacional de la campaña de la Alianza. Legislador porteño. |
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