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Una Monica hecha a nuevo
cuenta todo del Sexgate

Ascenso, caída y rehabilitación son lugares comunes de una vida novelesca. Esta semana, Monica Lewinsky empieza a ensayar el escalón final, contando su versión del affaire con Bill Clinton.


Portada del libro que publicará St. Martin’s Press.
La semana que viene, Lewinsky aparecerá en televisión.

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The Guardian
de Gran Bretaña

Por Kamal Ahmed
y Edward Helmore

Desde Londres y Nueva York


t.gif (862 bytes) La semana que viene, La historia de Monica (Monica’s Story), el libro de Andrew Morton sobre el impetuoso ascenso, la espectacular caída y cuidadosa rehabilitación de Monica Lewinsky, estará en las librerías. La foto de la tapa es de buen gusto, artística. El pelo peinado hacia atrás, la sonrisa sin la gruesa expansión de labios de antes, sino algo más tímida, más sabia. De las mejillas regordetas en las millones de fotos sacadas para los diarios han crecido pómulos, reales y altos.
Comparemos esta imagen con la cobertura de Monica hace cuatro meses. En el pico del escándalo Bill Clinton, Monica fue registrada por la agencia de fotografías All Action en Los Angeles. Botella de agua, anteojos oscuros, la boca abierta, una remera embolsada, muslos desnudos y flojos. La prensa ironizó. “La esbeltez no fue nunca su estilo”, dijo el Daily Mail. “En shorts, los muslos blancos de Monica revelan que las curvas que una vez atrajeron el ojo de un presidente, han engordado bastante.”
Era Monica en su peor momento, escondida, viviendo a base de comida china para llevar y Coca-Cola. Un mes más tarde fue fotografiada durante una salida de compras, toda de negro, el sombrero metido hasta el ceño fruncido, anteojos oscuros. Y más tarde, ese mismo noviembre, de compras nuevamente, con pantalones embolsados, sombrero, remera blanca, trepándose a la parte de atrás de un Ford Explorer. El Sun dijo esa vez: “Los bolsos de Monica están por estallar casi tanto como ella durante una monstruosa parranda de compras”. Podría haber sido su fin. Gorda, triste, haciendo compras para mantenerse cuerda. Pero ella necesitaba contar su historia, de modo que debía amigarse con la prensa y las cámaras de televisión, aunque ella hubiera querido cerrar la puerta y murmurar bajo la almohada: “¿Por qué no se van todos de acá?”.
Después de los días oscuros, la rehabilitación. El último Hello! traía 21 fotos de Monica, el preludio a miles de artículos y miles de fotos mientras la Historia de Monica sale a la venta. La semana que viene, el público norteamericano la verá entrevistada por Barbara Walters. Y Gran Bretaña la verá hablando con Jon Snow el 4 de marzo. Snow, tal vez sorprendentemente, está impresionado: “Ella se ilumina cuando se encienden las cámaras y luego se apaga cuando las cámaras se apagan. Obviamente no es una becaria común de la Casa Blanca. Tuvimos unas pocas horas, pero yo podría haberla estado entrevistando durante una semana”. Antes de la entrevista, Snow la descubrió en una habitación repasando pequeñas tarjetas donde había hecho notas sobre lo que debía decir.
Vestida en un riguroso traje negro de entrevistas de “tómenme en serio”, semejante al de la princesa Diana y Louise Woodward, Monica habla con Snow de sus sentimientos por el presidente, entonces y ahora, sobre la política norteamericana, la presión de Kenneth Starr, la presión de los medios. Snow, que entrevistó a Monica en el elegante departamento de Nueva York de la madre de ella, admite que la primera vez que se dio cuenta de que Monica no era la bruja que tantos habían retratado fue al mirar el video de su testimonio ante el Senado. Fue allí que, por primera vez, la gente la vio hablar. Otros también están de acuerdo. “Estaba serena, era franca y ponía a sus interrogadores en su lugar con respuestas rápidas e ingeniosas a cualquier pregunta de mala fe”, escribió Damian Whitworth, el corresponsal del Times en Washington. Kathryn Flett, columnista del Observer, también quedó impresionada. “Monica apareció menos como una víctima que como una vencedora confiada, articulada y vestida para ganar. De pronto emergió como una mujer que podría tener un futuro más brillante que su ex mentor y amante. ¡Adelante, Monica!”
Y ahora las fotos de Hello!. El artículo es en realidad una entrevista con su padre, el Dr. Bernard Lewinsky, pero eso casi no importa. Lo único notable que él dice es sobre Linda Tripp: “Siento que lo que hizo Linda Tripp es lo más abominable que un ser humano le puede hacer a otro. Y creo que si hay alguien que debe ser castigado, deshonrado y abolido como ser humano, ésa es Linda Tripp”.
Simpático, pero lo que distingue a Hello!, y por lo que la revista pagó vastas sumas de dinero, son las fotografías, página tras página. Comienzan con la mirada pensativa, vestido a lunares negro, cardigan negro, ojos bajos. Llamémoslo el estilo “luto de Europa del sur”. Alrededor de Monica, los narcisos se mecen suavemente mientras ella mira reflexivamente la piscina en casa de unos amigos. Pero luego, tres páginas más adelante, comienza la sonrisa. Hay fotos de Monica tejiendo, de Monica en su dormitorio con almohadones tapizados de rosa, de Monica riéndose con una gorra de baseball, la niña que fue obligada a crecer demasiado rápidamente. “¡Eh –exclama–, soy normal!”
“Ella es muy segura, muy confiada en sí misma”, dice Tree Elvin de Hola! de Madrid, que voló a Los Angeles para la entrevista. “Creo que yo no era así cuando tenía 25 años.” Y la próxima semana Barbara Walters se encontrará con Monica. David Westin, el presidente de noticias de ABC, dijo que la entrevista resultó tan buena y tan “educativa” que el canal va a sacar su programa de entretenimiento de la noche para pasar dos horas de Monica. Westin dijo que la entrevista le mostró que la historia es “más complicada y sutil” que lo que había sido contada. “La prensa –afirma Westin– le dio a la historia una ‘calidad de dibujo animado’.” Walters, la reina de la entrevista norteamericana del “dígalo todo”, prometió que oiríamos sobre el “tormento” de Lewinsky, “su miedo terrible”, sus sentimientos sobre el fiscal independiente Ken Starr, sobre Hillary Clinton y “ese famoso padrillo”. Walters advirtió que ésta no será una “cosa de besos y abrazos”. Pero, por supuesto, ninguna entrevista suya podría estar completa sin las lágrimas. “Hay momentos en que se emociona mucho”, dijo, pero advirtió que “ésta no es una entrevista de sollozos”. Ver a Walters hacer llorar a sus entrevistados, a diferencia del ángulo de Snow de “violación por la Constitución norteamericana” es lo que va a asegurarle a Monica su marca redituable en Norteamérica. Nadie puede hacer que sus entrevistados lloren como lo hace Walters, y a los espectadores les encanta ver cómo lo hace.
“Ella es muy franca sobre sí misma –dice Walters–. Tuvo un año para pasar por todo esto y cambiar. Pero es muy honesta con muchos de sus errores: no se pone a pintar un cuadro glorioso de sí misma.” Lo que sí veremos es a Monica transformada de una figura de mala fama en alguien imbuido de sentido penetrante y simbólico, el nuevo centro moral. “Monica”, dice Michael Wolff, columnista de medios de la revista New York, “es un perfecto Jimmy Stewart actualizado de pie frente a la tiranía de los medios, la villanía de los fiscales, la hipocresía sexual, la charlatanería política, las artimañas de la derecha.” Es mucho para sus jóvenes hombros. Hombros que ahora están, por lo menos, esculpidos dentro de la ropa del último diseñador.

Traducción: Celita Doyhambéhère

 

 

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