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LOS JUGADORES DE PRIMERA REVISAN SU SOLIDARIDAD
Hasta aquí llegó mi amor

Voces públicas y charlas privadas no siempre  coinciden: la  solidaridad de la Primera con   el Ascenso tal vez tenga los días  contados.

José Basualdo saliendo de la sede de Agremiados el día de la última reunión. Por lo bajo, muchos jugadores no se sienten   conformes por la forma como lleva adelante FAA el conflicto.

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t.gif (862 bytes)  Ya sea por falta de conciencia común o por desgaste, o por la simple y llana diferencia de intereses, el “paro solidario”, es decir la medida de fuerza tomada por los futbolistas de Primera División –hace ya veintiún días– ha entrado en un terreno fangoso. La merma, natural ante la espera, de los ánimos políticos que propiciaron la huelga ha producido varias fisuras y disparado controversias en los discursos de los jugadores. Y mientras unos pocos defienden la medida y esperan la decisión de la Justicia, otros han comenzado directa e indirectamente a cuestionar la medida y a trabajar por una rápida vuelta atrás. Las razones de los que quieren terminar con la huelga son múltiples. Creen que la Justicia no se impresionó con la “solidaridad” tal como ellos habían calculado y que entonces la medida se volvió más radical y, por tanto, más comprometedora con respecto de sus verdaderos intereses; por otra parte, se sienten presionados por los dirigentes que en un principio los habían apoyado y, pese a que están cumpliendo con sus respectivos clubes –se entrenan y juegan amistosos–, temen algún tipo de represalias económicas, como no cobrar los sueldos, por ejemplo. Además, hay quienes entre los jugadores no ven con buenos ojos el comportamiento de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA), el gremio que los representa, a partir del comienzo del paro.
Cuando los representantes de los clubes de la Primera División decidieron solidarizarse con sus compañeros del Ascenso creyeron que la medida de fuerza bastaría para dar marcha atrás con la determinación del juez Víctor Perrotta de suspender los torneos de esa categoría. “Hicimos el paro pensando en que esto se iba a resolver pronto y que no iba a ser tan largo”, dijo el volante de San Lorenzo Néstor Gorosito. Por su parte, el volante de Boca Gustavo Barros Schelotto comentó: “En ese momento, la única medida que teníamos para apoyar a los jugadores del Ascenso era el paro. No teníamos otra opción. Ahora sigo estando de acuerdo con lo actuado, pero está pasando el tiempo y la medida perdió fuerza”.
Entre los jugadores consultados por Líbero, ha corrido el rumor –por lo bajo– de lo absurdo de realizar un paro contra la Justicia, algo que se ha convertido en otro argumento contra la medida. Aunque no lo admitan públicamente, son varios los futbolistas que no quieren seguir con la huelga. “El problema de los jugadores de Ascenso es de ellos. Cada cual juega y gana de acuerdo con sus condiciones. Nosotros queremos jugar porque no es lo mismo la semana de entrenamiento, cuando no tenemos un compromiso oficial por delante”, llegó a decir a este cronista una figura importante del fútbol local.
Si bien formalmente los jugadores aseguran que van a continuar con el “paro solidario” hasta que se expida la Justicia, entre ellos se instaló la idea de ajenidad frente al alcance político de la medida. Y ahí empieza a pesar la relación con el gremio: “A nosotros se nos fue de las manos: queremos jugar y por eso seguimos entrenando. No estamos sentados en un escritorio con aire acondicionado. Desde que se votó el paro ningún dirigente de Agremiados (por FAA) pasó por los clubes”, le comentó a Líbero otro jugador. Le cuestionan al gremio que no exista un cronograma de reuniones periódicas y que no les lleguen respuestas frente al avance de los dirigentes. Otra muestra del debilitamiento de la solidaridad es también la actitud individualista de algunos jugadores frente a posibles sanciones por parte de los dirigentes. “Lo de Vélez es un problema de Vélez. Acá todavía no nos dijeron nada”, comentan sobre las declaraciones del presidente del club de Liniers, Raúl Gámez, quien advirtió que de no iniciarse el fútbol el plantel de Vélez podría no cobrar el sueldo.
La presión que iniciaron ciertos sectores de la prensa, de la política, y de la misma Asociación del Fútbol Argentino (AFA) –quizás a raíz de verse perjudicados económicamente por el paro– también dio su fruto. La semana pasada varios dirigentes importantes se reunieron con los representantes de sus planteles para comunicarles que la situación no daba para más: les dicen que no entra plata pero que los gastos continúan y que de seguir con el paro las economías de los clubes corren peligro. El presidente de Boca, Maurio Macri, se reunió con el capitán, Diego Cagna, y lo mismo hizo el presidente de Vélez con sus jugadores. En Racing y en Gimnasia y Esgrima La Plata dicen que lo harán esta semana. Por supuesto que no todos los dirigentes amenazaron con no pagar los sueldos de los jugadores, pero alcanzó para que el fantasma de la represalia recorriera los entrenamientos.
Si bien entre los jugadores del Ascenso persiste la idea de que la medida “solidaria” no ha perdido su fuerza, para algunos de los dirigentes de la misma categoría (ver página 4) la huelga está perdiendo fuerza porque a los jugadores de primera sólo les interesa su situación y ya están perdiendo plata por no jugar.

 


 

Cómo afecta la huelga a los bolsillos
“Estas pérdidas no se recuperan más”

t.gif (862 bytes) La falta de fútbol está produciendo importantes desajustes económicos en los clubes de Primera División y, sobre todo, en la Asociación del Fútbol Argentino. Según una fuente de la AFA, por cada semana de inactividad, la entidad que nuclea al fútbol argentino pierde 5 millones de dólares entre televisación y porcentaje aportado por distintas empresas. Se estima que con ese dinero ya se hubieran pagado todos los equipos de circuito cerrado que reclama la Justicia. Por cada emisión de “Fútbol de Primera” que no manda al aire, TyC pierde de facturar 28 minutos de publicidad a 1.000 pesos el segundo, un ingreso potencial de casi 1.700.000 dólares. Y los dirigentes de los clubes ya expresaron la necesidad de que esta medida se levante en forma “urgente”, debido a que no pueden continuar asumiendo los problemas que esta postura les ocasiona a las instituciones.
Por ejemplo, el presidente de Vélez, Raúl Gámez le aseguró a este diario que “la pérdida es grandísima y eso no se recupera más. En este momento hubiéramos tenido un ingreso importante por las tres primeras fechas del torneo –Vélez se enfrenta con River, San Lorenzo y Estudiantes–”. Y agregó: “Se hace difícil poder solventar los gastos del club, los socios que solamente van a la cancha se borran porque no saben cuándo se solucionará todo esto. Eso es muy perjudicial para nosotros”. En este momento, a los jugadores de Vélez se les adeudan los premios por el Clausura ‘98 (alrededor de 700 mil dólares) y por la participación en la Copa Mercosur del año pasado.
En River la situación también es compleja: “No puedo calcular cuánto pierde el club con el parate del fútbol, pero en los torneos de verano, por la falta de convocatoria que River y Boca mantuvieron por no contar con sus figuras principales, se llevaba perdido más de 400 mil dólares. Ahora con esto, la cifra debe ser elevadísima”, señaló el máximo directivo, David Pintado. Asimismo, el presidente cree que River no tendrá problemas en pagar los sueldos correspondientes al mes de febrero, ya que el club recibirá dinero por su participación en la Copa Libertadores de América.
Por su parte, Racing se ve doblemente perjudicado por la quiebra que atraviesa el club. “Obviamente que el paro nos perjudica porque al no jugar no entran ingresos, y los gastos fijos continúan. No hemos pensado hablar con los jugadores sobre esto, porque estamos con la cabeza en la causa. Digamos que lo de la huelga está “ahí”, graficó Liliana Ripoll, la síndico que se encarga de conducir a la entidad de Avellaneda.
El vicepresidente de Gimnasia de La Plata, Walter Guisande, dejó entrever que al club platense se le haría difícil abonar los sueldos a los jugadores: “La huelga afecta seriamente la economía del club, si esta situación continúa se nos va a complicar. No son sólo los jugadores, también hay que darles una respuesta a todos los empleados del club”. Y dejó en claro que “por ahora, no hemos hecho un cálculo de las pérdidas. Seguramente, una parte se va a recuperar cuando comience el torneo, pero hay un lucro cesante que es irrecuperable”. Sorpresivamente, uno de los directivos que mostró tranquilidad en esta situación fue el presidente de Independiente, Héctor Grondona: “Si bien hay problemas, tenemos que mirar hacia adelante y esperar que la Cámara se decida y emita su fallo para que vuelva el fútbol de Ascenso y se empiece a jugar”.
Comienza una nueva semana y los tiempos son cada vez más cortos. Inclusive, ya se nota el malestar porque, en caso de arreglo, se tendría que jugar entre semana, lo que reduciría la convocatoria a los estadios.

 

Ir a la cancha para ver jugar
Por Diego Bonadeo

Tocaba a su fin la Década Infame. La de la Concordancia, la de los traidores a Yrigoyen, la de los nego-ciados, la del tratado Roca-Runciman. Roberto Ortiz, enfermo, preparaba la posibilidad de entregarle la presidencia a su vice, el catamarqueño Ramón Castillo. La Segunda Guerra Mundial amenazaba al mundo como si el Tratado de Versailles de veintiún años antes hubiera sido solamente la expresión de deseos de un grupo de utópicos. Terminaba la primera etapa gloriosa de Independiente en el fútbol profesional argentino. No había ni Copa Libertadores, ni Supercopa, ni torneos de pretemporada en Mar del Plata o Mendoza. Los campeonatos de la AFA eran largos, pero si no había Sudamericanos en los recesos, el aperitivo de las primeras fechas de los fixtures oficiales eran los amistosos veraniegos. Muchos de ellos, nocturnos y tantas veces en la vieja cancha de San Lorenzo de avenida La Plata los sábados o vísperas de feriados.
En estos días, en tiempos presuntamente hiperglobalizados, estamos volviendo a cincuenta o sesenta años atrás. Es cierto que los motivos son diferentes. Aquello era porque la oferta de fútbol era tanto menor. Esto, porque en primera instancia un juez de la República, Víctor Perrotta, puso las cosas sobre la mesa y se aguantó los martillazos, y porque además hubo un principio de postura solidaria –pareciera que cada vez más endeble en la medida en que pasan los días y los acreedores no pueden subsistir con el “pagadiós”– de los futbolistas de Primera respecto de sus colegas de las categorías de Ascenso.
Y parece que de a poco la gente se suma en este despunte de vicio de febrero que hace que jueguen amistosos Vélez con Banfield, Rosario Central con Brown de Arrecifes, Lanús con All Boys, San Lorenzo con Ferro, Gimnasia de La Plata con Argentinos, Unión con Talleres, Racing con El Porvenir y Boca con Quilmes. Está bien que no es por los porotos y que aparecen mezcladas las categorías, pero sigue siendo fútbol: y la gente se suma.
Y es como para que lo piensen. Quienes organizan y quienes pregonan. Los primeros, porque estos partidos no les dan cabida ni participación a quienes generan violencia. No tienen nada que hacer en las canchas, aunque vayan. Los segundos, porque una vez más la gente –alrededor de tres mil personas el sábado si se suman los espectadores de Boca-Quilmes con los de Racing-El Porvenir, y sin contar la concurrencia a los restantes amistosos– parece que sigue adhiriendo también al fútbol-juego. Aunque no se juegue por nada y se trata de picados de potrero en canchas reglamentarias y con futbolistas de primer nivel.
Pareciera entonces que lo que importa es jugar. Y que los pregoneros del resultadismo, además del lucro cesante que para ellos significa que ni haya fútbol oficial –a tal punto que Bilardo aprovechó el paréntesis para participar de una comparsa en el Carnaval
entrerriano como si le hiciera falta disfrazarse–, pueden bien contabilizar en su contra el daño emergente que, a su mezquino discurso, le suma el fenómeno de la gente yendo a la cancha para ver jugar mucho más que para ver ganar.

 

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