OPINION
La condición adjetiva
Por Juan Sasturain |
Pocas veces
se ha reparado en que éste es un país adjetivo. Que tiene un nombre propio adjetivo,
quiero decir, definido por una cualidad que es además trucha: República
Argentina (República de plata, literalmente) es el nombre oficial de esta
tierra y su circunstancia. Así, la entidad nacional se sostiene como puede no en un
nombre, como se supone debería ser, sino en un atributo falso. Más precisamente en un
adjetivo descriptivo que, a diferencia de aquellos otros epítetos discretos que califican
a la República Dominicana o a la República Centroafricana, nos define en forma
desmesurada y pretensiosa. República Engrupida nos habría quedado mejor. Porque la
palabra Argentina usada en términos absolutos es un invento, una
cristalización adjetiva como la palabra impermeable, por ejemplo.
¿Qué tiene que ver con Borges? Tiene: Borges percibió como nadie esa condición
fantasmal de lo argentino, ese querer ser que se afirma en un nominalismo exacerbado
(nombrar para existir) porque lo único que hay es nada. Lo notable, lo extraordinario, es
que Borges no se colocó fuera del enigma de esa entidad colectiva e histórica envasada
en y al vacío pero con etiqueta subrayada. Si otros reflexivos, como Scalabrini o
Martínez Estrada para no ir más allá de contiguos contemporáneos sintieron
esa condición evanescente como un problema externo a resolver, Borges operó al revés:
no vio en esos datos externos un problema sino un condición a asumir personalmente. En
ese sentido y en muchos, es el más argentino de todos. Y el más universal.
Y es curioso, porque precisamente eso le importaba sabiamente muy poco. Ese
Borges, enemigo pudoroso de todo énfasis, buscador del olvido y de una identidad diluida
en el tiempo infinito, para el que toda experiencia es como cualquier hombre
finalmente intercambiable, ese Borges hubiera sonreído con cansado escepticismo. Elige
bien Horacio Salas cuando en la apertura de su biografía lo cita diciendo de sí:
Fue eso tan difícil de definir: un argentino. Exactamente. Borges es
argentino y la Argentina es (una creación) borgeana. Eso sí, no de las mejores. |
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