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Por Adrián H. Mouján y Felipe Yapur En su último discurso ante la Asamblea Legislativa, Carlos Menem prefirió no encender la mecha de un conflicto político de alta intensidad que se hubiera generado con la sola mención a la posibilidad de una rereelección. Para hacerlo sin perder protagonismo optó por calzarse el traje de estadista, que tanto le gusta, y sólo dejó entrever sus aspiraciones al pedir una reforma constitucional para introducir el sistema de enmiendas. El jefe de Estado realizó un panegírico de su gestión y aseguró que propondría medidas para los próximos diez años de gobierno. Pero a la hora de concretar no propuso casi ninguna ley nueva sino apenas cinco puntos, a los que consideró primordiales, para su sucesor, que espero sea justicialista. El discurso no incluyó alusiones a la re-re pero sí alguna frase (tengo más pasión por hacer lo que falta que deseos de disfrutar lo ya realizado) que retomada permitirá que sus ultras sigan agitando el tema. Al evitar plantear la re-re en el Parlamento, quedó patentizado que el único camino que le queda al Presidente para buscarla es un fallo favorable de la Suprema Corte de Justicia. Ante la actitud presidencial de obviar una definición a fondo sobre su segunda reelección el cotillón fue guardado para una oportunidad mejor. Las barras que habían copado los palcos desde temprano mantuvieron prolongados silencios, tantos que hasta parecían fieles en un ceremonia religiosa más que militantes. Los senadores y diputados justicialistas también estuvieron distantes, casi en sintonía con sus colegas de la Alianza, que no veían la hora de que Menem finalizara su alocución. Menem se esmeró en lanzar referencias ambiguas. Propuso una reforma constitucional al considerar necesario que se comiencen a generar nuevos consensos para volver a tener la posibilidad, mediante reformas a nuestra Carta Magna, de los instrumentos que permitan consolidar los cambios a los nuevos desafíos del mundo y las respuestas que nos exijan. Fue con esta frase que los miembros del gabinete nacional, con gritos de ¡Vamos presidente!, lograron levantar el clima del resto de la concurrencia. Unos minutos antes, Menem recurrió a las frases que suele utilizar el secretario de Planeamiento Estratégico, Jorge Castro, para reclamar la continuidad del riojano en el poder. Hoy puedo decirles que nos encontramos a mitad de camino, que necesitamos todavía diez años más en reformas estructurales para profundizar los logros alcanzados. La frase ni siquiera logró arrancarles un aplauso a las barras, que sí lo vivaron cuando enumeró las asignaturas pendientes de su gestión. Menem afirmó que quiero que sepan que tengo más pasión por hacer lo que falta que deseos de disfrutar lo ya realizado. Esta fue la señal que el menemismo esperaba. El tema de la re-reelección sigue vivo, pero el ámbito para discutirlo no va a ser el Congreso. El oficialismo va a apostar su última carta a la Corte Suprema, donde pretende ganar por goleada, como aseguró un operador, quien definió a Página/12 qué significa el termino goleada. Ganar 7 a 2 o 9 a 0, con los votos de los ministros del máximo tribunal. Es decir, sumar algún voto de los jueces que no integran la llamada mayoría automática progubernamental. El Presidente leyó el discurso que le habían preparado. No añadió casi bocadillos. Era claro que quiso evitar un escándalo en su último discurso ante la Asamblea Legislativa. El jefe de Estado desactivó así una bomba de tiempo que él mismo instaló cuando dejó trascender que iba a pedir una reforma constitucional. Ante lo que se presentaba como una ofensiva menemista, la Alianza amenazó con levantarse en plena sesión si el jefe de Estado se atrevía a mencionar el tema. El único momento en que la voz de Menem amenazó con quebrarse fue cuando agradeció la solidaridad que recibió de toda la clase política por el fallecimiento de su hijo Carlos Jr. en 1995: Quiero agradecerles desde lo más profundo de mi corazón, en mi nombre y el de mi familia, el habermeacompañado con vuestra solidaridad y comprensión en nuestras horas aciagas porque para un argentino no hay nada mejor otro argentino, dijo. Menem volvió a enfervorizar a su gente cuando criticó a la oposición sin nombrarla. El jefe de Estado fustigó al aislamiento, la mediocridad, por las máquinas de impedir, por los nostálgicos del pasado, por los que temen perder sus riquezas, por los que no tienen coraje y siempre buscan protección. Luego, recordando la clásica frase de Perón el año 2000 nos encontrará unidos o dominados explicó: Norte. Estuvimos dominados por los que permitieron y consintieron que se derogara por decreto una Constitución que impulsaba la democracia plena de justicia social y hoy se rasgan las vestiduras cuando se proponen cambios, una clara referencia a la anulación de la Carta Magna de 1949 por parte de la Revolución Libertadora. El Presidente no se pudo privar de tirar un granito sal a sus competidores en la interna del PJ, sin nombrarlos, claro. Por la voluntad y el mandato de todos ustedes he ejercido el noble oficio de gobernar, teniendo a la lealtad como valor fundamental de todas nuestras acciones, porque sin lealtad no hay política. Nadie dudó de que la frase, que arrancó gritos y aplausos, dejó a Hilda Duhalde y Ramón Ortega con sus rostros serios, sin que se les escapara ningún gesto de desaprobación. Tal vez distraído o totalmente en desacuerdo con esa frase, el senador santafesino Carlos Reutemann tampoco aplaudió. La Alianza dejó trascender su enojo cuando Menem se refirió a la desocupación. Es un hecho auspicioso el que hayamos logrado hacer descender la tasa de desempleo, que se ubicaba en el 18,6 por ciento durante el Efecto Tequila y que en la actualidad es del 12,4 por ciento. Mientras los aliancistas reprobaban con gestos su conformismo, Menem se permitió una de las pocas salidas de libreto: Es elevado todavía, convengamos. Menem basó su discurso en un análisis de sus diez años de gestión, pero sin resignar el protagonismo se permitió fijar cinco puntos a los que consideró prioridades nacionales para los próximos diez años. El primer punto está referido a la resolución de los conflictos sociales, para lo cual planteó como solución el acceso de la Argentina a la sociedad del conocimiento, en referencia al acceso de todos a la informática y las telecomunicaciones. El segundo apuntó a la especialización agroalimentaria como eficaz estrategia de diversificación industrial. El tercero es profundizar la descentralización política y otorgarle más poder a los municipios. Para el cuarto punto propuso la creación de una zona de libre comercio en todo el continente americano y el quinto es un agregado al anterior, ya que se refiere a la necesidad de implementar una unión monetaria continental. Un dato para tener en cuenta: a diferencia de sus últimos discursos, Menem se cuidó de hacer la menor referencia al tema de la corrupción.
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