Por A. H. M. y F. Y.
No hubo escándalo. Menem
dejó a propios y ajenos esperando un planteo sobre la re-reelección. Pero la tensión se
palpaba en el ambiente. Los opositores esperaban una provocación presidencial y eso
motivaba cruces de mirada, gestos, señas como en una versión remozada del truco. Los
oficialistas esperaban su turno para aplaudir, pero el largo del discurso atentó contra
la concentración aun entre ellos. Si hasta un incondicional del Presidente, el titular
del PAMI, Víctor Alderete, cabeceó en varias oportunidades. A continuación, algunas
apostillas de la sesión.
Graciela Fernández
Meijide, que lució un nuevo look en su peinado, leyó atentamente el discurso remarcando
párrafos constantemente con su lapicera, y cuando alguna línea le disgustaba elevaba la
vista y lo miraba fijo a Menem. A su lado, Carlos Chacho Alvarez, que ingresó
al recinto después que Menem, ni siquiera leyó el discurso y esperó con marcada
impaciencia con las manos cruzadas el final de la alocución presidencial.
Unas bancas más
allá, el radical Federico Storani no aceptó el discurso, cuando se lo acercaron, y
mientras Menem hablaba, golpeteaba la banca con su mano. Parecía distraído, pero al
final de la sesión comentaba el discurso con Chacho y lo recordaba textualmente.
La ex Ctera, la
diputada Mary Sánchez, movió la cabeza en forma negativa cuando el Presidente elogió la
política educativa de su gobierno y enumeró las leyes aprobadas y los logros alcanzados.
La chaqueña Elisa
Carrió fue aún más drástica: no pudo aguantar la risa cuando lo escuchó a Menem
invitar a brasileños, bolivianos, paraguayos, chilenos y uruguayos a radicarse en nuestro
país, luego de haber defendido la aplicación de un régimen que implemente nuevos
controles de los inmigrantes ilegales.
Entre las filas
menemistas, Víctor Alderete se ubicó a la izquierda del Presidente y mantuvo, durante el
extenso discurso, una marcada actitud de concentración, con los ojos cerrados. Tan
concentrado estuvo que sólo los aplausos lograron sacarlo de ese estado, peligrosamente
parecido a una siesta.
El jefe de Ejército
Martín Balza tuvo en sus manos el texto del discurso lo siguió y lo subrayó y puso cara
de póquer cuando el Presidente hizo un amplio agradecimiento a la vocación democrática
de las Fuerzas Armadas y de su conducción.
Ramón Ortega leyó
detenidamente el discurso, pero sólo aplaudió cuando el Presidente convocó a todos los
legisladores a celebrar el acuerdo de paz con Chile por los Hielos Continentales. Y tuvo
que soportar miradas que eran estocadas de los menemistas que aplaudían a rabiar cuando
el Presidente mencionó la lealtad como el máximo valor de la política.
Como buen escudero,
César Arias se colocó las gafas y se dedicó a remarcar cada párrafo para luego
explicarle a la prensa, que lo esperaba en el Salón de los Pasos Perdidos, qué había
querido decir Menem.
Carlos
Lole Reutemann ni siquiera leyó el discurso, aplaudió distraídamente y
sólo cuando sus circunstanciales compañeros de banca lo hacían con mayor efusividad. El
santafesino estaba muy entretenido conversando con la diputada Marta Rivadera.
La legisladora
riojana fue la envidia de toda la rama femenina del peronismo. Vestida con un llamativo
conjunto, acompañado por un coqueto sombrero cuchicheó durante todo el discurso de Menem
con el Lole. Más de una colega la envidió por haberse sentado a la derecha del
santafesino.
De todos los
ministros presentes, el más feliz y más sonriente fue Carlos Corach. Y no era para
menos, Menem elogió en su discurso el trabajo de sus vástagos, Andrés y Hernán,
quienes coordinan el Programa Federal de la Militancia Social y el Instituto de
Capacitación de Dirigentes Políticos respectivamente.
El vicepresidente
Carlos Ruckauf siguió el discurso presidencial con la cara de ostensible seriedad que
pone cuando desea ilustrar algo que le parece importante. Tras el discurso se levantó,
abrazó al Presidente, leacarició el rostro y le elogió su visión de
estadista. Menem lo saludó pero a distancia, sin euforia y demostrando que para un
peronista no hay nada mejor que otro peronista pero si es menemista mejor, y fue a
fundirse en un abrazo con el presidente de la Cámara de Diputados Alberto Pierri.
Mientras todo esto
ocurría, un puñado de manifestantes dotado generosamente de cotillón e instrumentos
musicales amenizaba la espera de los movileros en la Plaza Congreso. Su heterodoxia no era
menor: había bombos pero también bien torneadas porristas cuya vestimenta y estampa
parecían más adecuados para un clima más fresco y acaso un acto del Partido Demócrata
norteamericano.
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Carteles con la consigna Menem 99, por doquier.
El ultramenemismo prometió una multitud. Hubo 500, porristas incluidas.
El general Balza escuchó calmo los aplausos.
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Víctor Alderete se descabezó un sueñito. |
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