The Guardian |
de Gan Bretaña |
Por Chris McGreal
Desde Lagos
Veinte años después de
haberse convertido en el primer gobernante militar de Nigeria en cederle el poder a los
civiles, el general Olusegun Obasanjo fue proclamado ayer por la Comisión Nacional
Electoral como nuevo presidente electo de la nación más poblada de Africa. El general
Obasanjo obtuvo el 63 por ciento de los votos escrutados. Su victoria ofrece a Nigeria la
promesa de establecer una democracia estable después de años de corruptas dictaduras
militares. Pero un nubarrón ensombreció la elección cuanto que el único opositor de
Obasanjo, un ex ministro de Finanzas, Olu Falae, rechazó el resultado aduciendo que hubo
fraude. De lo que escuché hasta ahora, la elección fue una farsa, afirmó.
Algunos observadores internacionales no daban su aval a la elección que pondría fin a 15
años de gobiernos militares, ya que percibieron que hubo compra y manipulación
fraudulenta de los votos. El ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, declaró que
había presenciado irregularidades: Algunos de los funcionarios locales
aparentemente permitían listas infladas de la participación de los votantes, y en
algunos de los casos que presenciamos, había boletas en las urnas que no fueron puestas
por los votantes. Carter y otros observadores extranjeros estaban esperando para
evaluar el nivel de fraude que hubo en los comicios y su peso en el resultado final. La
aprobación extranjera es importante para establecer la legitimidad de un nuevo gobierno y
para prevenir cualquier disturbio por parte de los castrenses en la entrega de poder.
Como se esperaba, el voto de los nigerianos se definió acorde con pautas étnicas y
regionales. Obasanjo fue particularmente exitoso en el norte, donde sus antecedentes
militares son vistos más favorablemente que en el resto del país. Falae arrasó en el
sudoeste, incluyendo en el estado natal de su oponente. El verdadero campo de batalla, y
donde hubo más manejo fraudulento, fue en el este, donde Falae logró irrumpir en algunos
distritos, pero no los suficientes como para detener el voto de Obasanjo. Los observadores
presentes durante el escrutinio en Port Harcourt y otras áreas orientales informaron que
hubo un 90 por ciento de asistencia de votantes, más del doble que el registrado en la
mayor parte del país.
El dinero y el ejército fueron los factores que marcaron las pautas de la contienda
electoral. Pero suponiendo que Obasanjo asuma como presidente en tres meses, su tarea
será colocarse por encima de ambos y probar que no es ni un servidor del ejército ni
está para proteger a los que se llenan los bolsillos con los fondos del Estado.
Obasanjo se hizo conocido en la guerra de Biafra, cuando lideró una división comando que
logró una notable victoria y ayudó a cimentar el camino para la victoria del gobierno
federal. Tres años después de haber sido instalado como un gobernante militar en 1976,
Obasanjo le entregó el gobierno a un presidente electo. Poco antes de retirarse de su
función, nacionalizó British Petroleum porque le estaba vendiendo al apartheid de
Sudáfrica.
El presidente ahora electo se enfrenta a desafíos muy diferentes a su previo paso en el
poder, a fines de la década de 1970, cuando el país nadaba en petrodólares.
Actualmente, la infraestructura de Nigeria está cerca del colapso en tanto que el precio
del petróleo, fuente del 80 por ciento de las divisas del país, cayó abruptamente, y
los disturbios en el Delta de Níger zona rica en petróleo amenazan la vida
financiera del país. Las comunidades del Delta exigen cada vez más una parte de las
riquezas. El sabotaje y los secuestros intercalados con la violencia sacudieron la
industria petrolera, aunque hasta ahora la lucha abierta es esporádica. Obasanjo tendrá
que encontrar una manera para obtener la paz sin que el resto del país lo acuse de
favoritismo. El próximo presidente de Nigeria también prometió retirar las tropas de
Sierra Leona, dondeconstituyen el grueso de las fuerzas de intervención en Africa
occidental. Este movimiento puede resultar popular en su país, pero no tanto con la
comunidad internacional, ya que dejaría al gobierno electo de Sierra Leona sujeto a uno
de los movimientos rebeldes más brutales de Africa.
Traducción: Celita Doyhambéhère. |