Por Ferrán Sales
Desde Jerusalén
Luego de la muerte, por
parte de Hezbollah, del responsable del ejército israelí en el sur del Líbano, el
general Erez Gerstein, cuando viajaba acompañado por dos suboficiales y un periodista, el
premier israelí Benjamin Netanyahu ha decidido dejar las manos libres a su
ejército para que pueda seguir actuando sin ningún tipo de impedimento contra la
guerrilla islámica en la región. Mientras la amenaza gravita sobre el vecino país, los
ciudadanos de las localidades del norte de Israel se encuentran atrapados en sus refugios,
obedeciendo así una estricta consigna impartida por el ejército, que teme un ataque
inminente de los combatientes chiitas contra la población civil israelí, en respuesta a
los continuados bombardeos de los aviones hebreos.
El ejército actuará sin ningún tipo de restricciones, anunció ayer con
contundencia Netanyahu, resumiendo así en pocas palabras los acuerdos adoptados pocas
horas antes por el gabinete de seguridad, celebrado en Jerusalén, donde los altos mandos
militares analizaron junto con el jefe del gobierno, el ministro de Asuntos Exteriores
Ariel Sharon y el de Defensa Moshe Arens, la situación provocada tras la muerte de
Gerstein.
Las palabras del premier israelí, anunciando la política de manos libres
para que el ejército actúe con criterios puramente militares en el sur del Líbano, se
contradice con las afirmaciones efectuadas por el propio jefe de gobierno, quien ayer
insistió sobre la necesidad de llegar a un acuerdo diplomático con las autoridades de
Damasco y Beirut para garantizar el control de la zona limítrofe, impidiendo la
actuación de Hezbollah y posibilitando una retirada honrosa y segura del
ejército hebreo.
La nueva política militar de mano de hierro contra Hezbollah no ha
sorprendido en Israel. Incluso se asegura que estaba ya decidida de antemano, mucho antes
de que la guerrilla chiita matara al general Erez Gerstein. Como prueba clara de estas
intenciones, se señala el hecho de que hace dos meses Netanyahu decidiera colocar al
frente del Ministerio de Defensa a un hombre duro, un halcón del partido
Likud, partidario de soluciones drásticas. Arens representa todo lo contrario de su
predecesor, Yitzhak Mordejai, un político comprometido con el proceso de paz.
La tensión y el miedo tienen atrapada a la población del norte de Israel en sus
refugios, donde permanecen desde hace cerca de 24 horas por orden expresa y tajante del
ejército. La orden de permanecer en los refugios era ayer más evidente en la ciudad de
Kiryat Shmona 19.000 habitantes, situada a unos 250 kilómetros al norte de
Jerusalén, blanco habitual de los obuses de Hezbollah. Las calles estaban ayer
prácticamente vacías, muchas de las tiendas cerradas y ningún niño jugaba con las
carrocerías de los tres viejos tanques, pintados de colores, que se encuentran situados
junto a columpios y toboganes en unos jardines a la entrada de la ciudad.
El ayuntamiento de Kiryat Shmona se ha hecho cargo, como en otras ocasiones, de la
distribución del pan, la leche y de otros productos de primera necesidad, mientras poco a
poco muchas familias han decidido abandonar la ciudad, aprovechando la festividad
religioso-cívica del Purim para trasladarse hacia el interior del país, lejos de
cualquier incidente. Las actividades comerciales, turísticas e industriales de la zona
cerca de la frontera se encuentran paralizadas. Los hoteles se han vaciado de repente y en
la mayoría de los kibutz del Golán y de la alta Galilea no se trabaja, ocasionando así
una pérdida diaria que podría alcanzar los sesenta millones de dólares.
En medio de esta situación la comunidad internacional ha empezado ya a dar señales de
alerta. Estados Unidos se siente preocupado y un portavoz de la Casa Blanca ha pedido a
ambas partes que se refrenen al máximo. Líbano ha pedido por su parte una
reunión urgente del Comité de Vigilancia Internacional, encargado de aplicar los
acuerdos de 1996, en que laspartes implicadas en el conflicto se comprometieron a no
atacar objetivos no militares e intentar mantener al margen a la población, es decir, a
llevar a cabo una guerra limpia. |