Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


FESTIVAL IBEROAMERICANO DE TEATRO, EN EL CERVANTES
Por los laberintos de la creación


Elencos de Brasil, Cuba, Perú y Chile le dieron brillo a las dos primeras semanas de la Muestra, y ahora le llega el turno a dos grupos ya conocidos: La Zaranda, de España, y Quetzal, de Costa Rica.

na27fo01.jpg (6410 bytes)
La cubana Vivian Acosta estrenó su unipersonal “La virgen triste”.
El espectáculo reconstruye la historia de una poetisa adolescente.

na27fo02.jpg (9300 bytes)
Una escena de “Gemelos”, del grupo chileno La Troppa.
Obra de creación colectiva, inspirada en relatos infantiles.

na27fo03.jpg (7652 bytes)
“No me toquen ese vals”, del conjunto peruano Yuyachkani.
Visión paródica de las derrotas de la militancia de los 70.


Por Cecilia Hopkins

t.gif (862 bytes) Para tener una idea más o menos concreta de en qué andan los grupos teatrales latinoamericanos no hace falta salir de gira, al menos en este momento. Organizado por el Teatro Cervantes, está desarrollándose en Buenos Aires, hasta el domingo próximo, la segunda edición del Encuentro Iberoamericano de Teatro, con presencia de elencos de Brasil, Cuba, Perú, Costa Rica, Chile y España, que mantienen además un fuerte intercambio de experiencias y discusiones teóricas con colegas locales. Ya hicieron lo suyo Brasil, Cuba, Chile y Perú. Ahora llega el turno de los españoles de La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía La Baja), que preestrenarán Cuando la vida eterna se acabe, y dictarán tres seminarios, y del Teatro Quetzal, de Costa Rica, que ofrecerá una adaptación de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway.
El Festival, que mejora el del año anterior, abrió con la presentación del grupo cubano Galiano 108 y el conjunto brasileño Piollin. Ambos expusieron un estilo de espectáculos representativo de la corriente que intenta narrar historias integrando elementos mágicos y cotidianos. Aparte del intenso compromiso corporal por parte de los actores, las dos piezas tuvieron en común la presencia de ritos de raigambre popular y el protagonismo del fuego, que siempre aporta su potente carga simbólica al impacto visual que provoca en la escena.
Inspirado en un cuento de Joao Guimaraes Rosa, el director del grupo Piollin, Luiz Carlos Vasconcellos, también responsable de la escenografía y la iluminación del espectáculo, diseñó para Vau da Sarapalha una minuciosa ambientación valiéndose de enseres domésticos campesinos distribuidos dentro de un vallado de estacas de madera tallada. De este modo, consiguió delinear el precario refugio que comparten dos hombres enfermos de malaria (Everaldo Pontes y Nanego de Lira). El relato de una pasión escondida (el amor silencioso de uno de ellos por la mujer del otro) se abre paso entre los escalofríos y la fiebre intermitente que acosa a los personajes, retratados según un trabajo de estilización basado en las posibilidades físicas de los intérpretes.
El entorno mágico de estos habitantes de Minas Gerais (estado brasileño donde el propio Guimaraes Rosa trabajó como médico) se completa con los rituales adivinatorios de la negra Ceicao (Soia Lira) y su diablo, a cargo del músico Escurinho, que interpreta en escena parte de la banda sonora del espectáculo. Mención aparte merece la composición de Servilio Gomes, en el rol del perro que acompaña a los agonizantes.
Por su parte, la cubana Vivian Acosta estrenó su unipersonal La virgen triste, dirigida por José A. González. Escrita por Elizabeth Mena, la pieza presenta un pequeño universo en el que se mezclan los tiempos en torno a personajes que se resisten a la soledad que la muerte representa para ellos. El espectáculo reconstruye la historia amorosa de Juana Borrero, poetisa cubana de fines del siglo pasado, muerta en plena adolescencia. Más allá de la sugerente atmósfera, en parte lograda con los candelabros encendidos durante el espectáculo, el atractivo principal del montaje estriba en la vigorosa interpretación de Acosta, quien pone sus variados recursos expresivos al servicio de un desdoblamiento constante. Sin solución de continuidad y a partir del propio cuerpo más unos pocos elementos de escena, la actriz compone a la vieja que invoca el alma de Juana para recrear sus historias de amores y desengaños y a la propia adolescente, en laberíntico itinerario.
La segunda semana inauguró con el grupo peruano Yuyachkani (expresión que en idioma quechua significa “yo recuerdo”) y los chilenos de La Troppa. Dirigidos por Miguel Rubio, los primeros estrenaron No me toquen ese vals, creación colectiva basada en una particular lectura de Encuentro de zorros, del español León Felipe. Interpretada por Julián Vargas y la excelente Teresa Ralli, la obra presenta a dos músicos de pueblo a punto de comenzar su número, ella inmovilizada en una silla de ruedas, él detrás de una batería. El humo que acompaña el momento inicial y la vestimenta decadente de ambos tiñen el espectáculo de un patetismo burlón y caricaturesco. Entre anécdotas deshilachadas y canciones de los 70 (ella da su versión de varios temas del repertorio de Paco Ibáñez, infaltables en las reuniones de militantes de entonces), la invalidez de los personajes habla del cambio de los tiempos y de la soledad de estos dos sobrevivientes. En tono irónico o paródico, el discurso gestual y los relatos de los personajes pregonan el amargo fracaso de una época.
Formado en Santiago de Chile hace 12 años, el grupo La Troppa utiliza para sus producciones complejos dispositivos de escena que le permiten multiplicar el espacio a voluntad. Su inspiración y originalidad está puesta al servicio de espectáculos atractivos para espectadores de toda edad. Como en Viaje al centro de la tierra (estrenado hace tres años en el Teatro San Martín), los actores que interpretan esta nueva obra de creación conjunta cantan y bailan y manipulan muñecos y objetos para abrir otras perspectivas en el relato. Pero en esta Gemelos el grupo se apropia con mayor énfasis de la estética del relato infantil tradicional, no sólo para diseñar el aspecto exterior de los personajes (como salidos de una ilustración de un libro de cuentos antiguo) sino también para dar vida al argumento, con todos los estereotipos característicos del género. La historia tiene un singular relato de fondo: todo transcurre durante la Segunda Guerra y entre las desventuras de los hermanos están presentes la violencia de la contienda y los campos de exterminio.

 

 

 

PRINCIPAL