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“ENCUENTRO CON EL CINE BOLIVIANO”, DESDE MAÑANA
Un certificado de existencia

Un realizador italiano radicado en La Paz, Paolo Agazzi, presenta
un ciclo que refleja la vitalidad del cine de un país que exportó
hasta ahora dos grandes nombres, Jorge Sanjinés y Marcos Loayza.

Dato: “Sanjinés era una referencia, con un cine comprometido, expresión de un momento histórico que encontró difusión en Europa y después fue olvidado”.

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El italiano Paolo Agazzi, aquí en rodaje, es un verdadero experto en el cine de su país adoptivo.
“Tenemos una ley del cine que es una de las más avanzadas del continente”, plantea con orgullo.


t.gif (862 bytes)  ”Bolivia es un país al que se conoce poco y mal”, se queja Paolo Agazzi, un cineasta que nació en Italia, pero desde 1975 está radicado en La Paz. Para ayudar a paliar un poco esa ignorancia (que en los últimos tiempos se ha transformado en Buenos Aires en una creciente xenofobia), Agazzi viajó especialmente para presentar un “Encuentro con el cine boliviano”, que se llevará a cabo entre mañana y el martes, en la Sala Leopoldo Lugones. Del cine boliviano se recuerda, sobre todo, el nombre de Jorge Sanjinés y su Sangre de cóndor, allá por los años de brasa de América latina, pero el estreno local de Cuestión de fe, de Marcos Loayza, el año pasado, o Jonas y la ballena rosada, actualmente en cartel en el Cosmos, hablan de un cine en tiempo presente. “Sanjinés era una referencia obligada en los años ‘60 y ‘70, con un cine comprometido social y políticamente, la expresión de un momento histórico que encontró difusión en Europa y después fue olvidado”, repasa Agazzi. “Pero el cine boliviano, aunque cuantitativamente modesto, ha seguido existiendo”, dice el director, que abre el ciclo de la Lugones con su tercer largometraje, El día que murió el silencio, protagonizado por Darío Grandinetti, que se ha vuelto particularmente popular en La Paz, donde más de 100.000 espectadores vieron la película.
Según Agazzi, hay toda una generación de nuevos cineastas, “con nuevas propuestas, que ya no son las del `cine imperfecto’ que proclamaba Sanjinés. La producción es escasa, uno, dos o tres largos al año, a lo sumo, pero tiene repercusión en el público”. A modo de ejemplo, Agazzi cita no sólo a su propia película, que únicamente debió salir de cartel cuando fue empujada por el lanzamiento para vacaciones de invierno de Mulan, de la factoría Disney, sino también Cuestión de fe, que cerrará la muestra de la Lugones. “Tenemos una ley de cine que es una de las más avanzadas del continente y que prevé un organismo que administra un fondo de fomento a la producción, con acceso a un crédito blando por no más de 100.000 dólares”, explica Agazzi. “Pero el problema sigue estando en el terreno de la exhibición, donde cada vez se cierran más salas y las pocas que quedan son controladas por las grandes distribuidoras norteamericanas. La cuota de pantalla que fija la ley es un concepto abstracto, no sólo por la escasa producción de cine nacional sino porque estamos en el marco de una economía salvajemente liberal”.
Después de diez años dedicados al periodismo y a la televisión, Agazzi pudo regresar al cine con El día que murió el silencio, una película que considera “una comedia satírica, popular, pero elegante, con altura, que sintoniza muy bien con el público”. El personaje que interpreta Grandinetti es el de un aventurero que llega a un pueblito perdido de provincia, en el que no hay electricidad, y que instala en la plaza una radio pública, a través de la cual se van revelando los pequeños y grandes secretos de aldea. “El pueblo todo, con su galería de personajes, es en verdad el protagonista de la historia y Grandinetti el extranjero que desata el infierno.”
Respecto del resto del ciclo, Agazzi elogia la diversidad de propuestas y el hecho de que sean, en su totalidad, primeros films. “Esto habla de la vitalidad de nuestro cine, a pesar de que el país es pequeño y la infraestructura precaria.” De Sayariy, informa que se trata “de un film indigenista, en la línea del cine de Sanjinés, con un discurso étnico muy fuerte, pero con la sensibilidad que le aporta al tema una mujer. Y una mujer también es la directora del corto de animación Paulina y el cóndor, lo que da la pauta de que nuestro cine está en movimiento”.

 

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