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![]() Según Agazzi, hay toda una generación de nuevos cineastas, con nuevas propuestas, que ya no son las del `cine imperfecto que proclamaba Sanjinés. La producción es escasa, uno, dos o tres largos al año, a lo sumo, pero tiene repercusión en el público. A modo de ejemplo, Agazzi cita no sólo a su propia película, que únicamente debió salir de cartel cuando fue empujada por el lanzamiento para vacaciones de invierno de Mulan, de la factoría Disney, sino también Cuestión de fe, que cerrará la muestra de la Lugones. Tenemos una ley de cine que es una de las más avanzadas del continente y que prevé un organismo que administra un fondo de fomento a la producción, con acceso a un crédito blando por no más de 100.000 dólares, explica Agazzi. Pero el problema sigue estando en el terreno de la exhibición, donde cada vez se cierran más salas y las pocas que quedan son controladas por las grandes distribuidoras norteamericanas. La cuota de pantalla que fija la ley es un concepto abstracto, no sólo por la escasa producción de cine nacional sino porque estamos en el marco de una economía salvajemente liberal. Después de diez años dedicados al periodismo y a la televisión, Agazzi pudo regresar al cine con El día que murió el silencio, una película que considera una comedia satírica, popular, pero elegante, con altura, que sintoniza muy bien con el público. El personaje que interpreta Grandinetti es el de un aventurero que llega a un pueblito perdido de provincia, en el que no hay electricidad, y que instala en la plaza una radio pública, a través de la cual se van revelando los pequeños y grandes secretos de aldea. El pueblo todo, con su galería de personajes, es en verdad el protagonista de la historia y Grandinetti el extranjero que desata el infierno. Respecto del resto del ciclo, Agazzi elogia la diversidad de propuestas y el hecho de que sean, en su totalidad, primeros films. Esto habla de la vitalidad de nuestro cine, a pesar de que el país es pequeño y la infraestructura precaria. De Sayariy, informa que se trata de un film indigenista, en la línea del cine de Sanjinés, con un discurso étnico muy fuerte, pero con la sensibilidad que le aporta al tema una mujer. Y una mujer también es la directora del corto de animación Paulina y el cóndor, lo que da la pauta de que nuestro cine está en movimiento.
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