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OPINION
Estado de sitio
Por Eugenio Raúl Zaffaroni (*)

El Poder Ejecutivo nacional ha resuelto someter a todos los habitantes y transeúntes de la ciudad de Buenos Aires a la autoridad arbitraria de su policía. Desde ayer podemos ser detenidos y penados por el Ejecutivo nacional cuando nos reunamos para peticionar, para protestar, para repudiar o para cualquier cosa.

También podemos ser detenidos cuando un funcionario policial invente que estamos ebrios, que somos delincuentes conocidos o que llevamos cualquier cosa que a su juicio crea que puede servir para cometer un delito.

En otras palabras: el Ejecutivo nacional ha decidido establecer el estado de sitio en la ciudad de Buenos Aires, en pleno año electoral y cuando la ciudad, por primera vez, cuenta con un Poder Judicial propio y leyes específicas y precisas al respecto.

Nadie se puede llamar a engaño respecto del sentido y alcance de la medida presidencial: al Ejecutivo no le interesa el orden público, la seguridad de los ciudadanos ni los problemas que puede causar la prostitución. Todo esto es sólo un pretexto insólito e hipócrita para establecer su dictadura policial, limitar cualquier derecho de reunión en la ciudad y cancelar todos los espacios de autonomía pública.

Juez supremo de todos los habitantes y transeúntes vuelve a ser el presidente de la República, que nos juzgará a través de un funcionario por él nombrado y removido a discreción.

Es sumamente peligroso caer en la trampa del tortuoso discurso presidencial y seguir discutiendo cómo resolveremos los problemas que genera la prostitución en la ciudad, cuando la medida presidencial no es más que un paso preparatorio de la violación constitucional a la prohibición del tercer mandato.

El juego presidencial consiste en distraernos con prostitutas y travestis, para establecer el estado de sitio en una ciudad que le es hostil, ocuparla policialmente y disponer del poder para cortar de cuajo cualquier protesta cuando manipule su mayoría automática en la Corte Suprema para sobreseer la causa de armas y para declarar inconstitucional la Constitución.

Hoy menos que nunca podemos dividirnos en la oposición por los pretextos ridículos que nos inventa el Presidente. El peor error que podríamos cometer es dejar que nos lleve de las narices el Ejecutivo nacional con sus invenciones y provocaciones.

Nunca nos perdonaría el pueblo que discutamos ahora los temas insólitos que nos lanza el Ejecutivo para distraernos, pasando por alto que, mientras nos hace pelear por lo que él quiere, se le concede el espacio para que prepare la violación de la Constitución nacional y la sacralización de un régimen que no quiere interrumpir su larga cadena de corrupción.

* Jurista, legislador porteño de la Alianza.

 

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