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Por Raúl Kollmann Papá, mamá y el nene. De apellido Martínez, rosarinos e integrantes de una banda. Esa parece ser, hasta ahora, la última versión del secuestro extorsivo del joven Javier Guarini, un curioso comprador-vendedor de autos y propiedades que permaneció en cautiverio durante siete días. Ayer, Guarini fue liberado a las tres de la mañana, tras una intensa investigación realizada por el comisario Carlos Sablich de la Policía Federal. El error fundamental de los secuestradores fue usar un teléfono público ubicado en la esquina de José María Moreno y Directorio para comunicarse con la familia Guarini. La SIDE detectó el lugar y papá y mamá fueron apresados. Horas después, el nene que sigue prófugo dejó en libertad al secuestrado. El caso se mantuvo en secreto, pero durante el fin de semana fue motivo de intensas reuniones en el nivel político porque, de entrada, hubo sospechas de que actuaban hombres que habían integrado las fuerzas de seguridad durante el Proceso. La Policía Federal aseguraba anoche que se trata de delincuentes comunes. El miércoles 24, Guarini vendía una espectacular coupé Mercedes Benz 600 SL, por lo que puso un aviso en un matutino porteño. A las 14 se presentó un matrimonio a bordo de un BMW mostrándose interesados en el Mercedes. Palabra va, palabra viene, lo cierto es que Guarini terminó encañonado a bordo del vehículo de los secuestradores y un rato más tarde, ya vendado, quedó en cautiverio aparentemente en una casa de Hurlingham. En las primeras llamadas, los secuestradores pidieron dos millones de dólares, pero con los días fueron bajando el rescate, que terminó en unos 200.000 pesos. Según parece, Guarini recibió alguno que otro golpe y él mismo contó que lo tuvieron esposado en las piernas, las manos y vendado durante las 24 horas de cada día. La familia del secuestrado jura y perjura que no se pagó ni un peso de rescate y que los delincuentes dejaron en libertad a Guarini porque se sintieron acosados. El viernes pasado, el Ministerio del Interior y la SIDE se empezaron a preocupar por el caso ya que existió la sospecha de que estaba actuando mano de obra desocupada de la dictadura militar. Es más, el jefe de los secuestradores, hasta ayer sólo conocido como Ricardo, tuvo antecedentes en secuestros extorsivos cometidos durante el año 1978 y 1979, es decir en pleno Proceso. Actualmente tenía orden de captura por asalto a bancos y robos a mano armada, una reconversión que ya se ha visto en otros casos como el de los boqueteros, que también se habían formado en la época del Proceso. De todas maneras, fuentes policiales ayer insistieron a Página/12 que se trató de una banda familiar, al estilo del clan Puccio, pesados, con antecedentes rh (robos y hurtos), pero delincuentes comunes, aseguró a este diario un alto jefe policial. El juez federal Claudio Bonadío comandaba anoche los últimos esfuerzos para detener al nene de la banda, un joven que le decía papi al mayor de los secuestradores y que no está claro si es el hijo de Martínez o el hijo de una de sus anteriores parejas. Por de pronto, se buscaba la vivienda en la que tuvieron en cautiverio a Guarini y se trataba de establecer el origen del BMW utilizado en el secuestro. Los primeros datos indican que sería un auto mellizo. La otra preocupación partió del Ministerio del Interior. Por un lado quieren mayores precisiones sobre la banda sus antecedentes de relación con alguna fuerza de seguridad santafesina e incluso se pretendía saber más sobre la víctima, ya que sus actividades comerciales no están del todo claras. Además, en el nivel político hay también un alerta porque en los últimos tiempos ha crecido notoriamente la cantidad de secuestrosextorsivos, un delito en el que se mezclan ex represores con actuales pesados de la delincuencia.
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