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Por Alfredo Grieco y Bavio El régimen más viejo del mundo, que el escritor Mario Vargas Llosa llamó la dictadura perfecta y el historiador Enrique Krauze la presidencia imperial, cumple hoy en México 70 años en el goce de un poder ininterrumpido. Heredero de la Revolución Mexicana de 1910 que derrocó al dictador Porfirio Díaz, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), otrora una máquina electoral indestructible acusada de maestría en el fraude, conmemorará hoy su aniversario mientras sus adversarios buscan aliarse para sacarlo por primera vez de la presidencia en las elecciones del 2000. El presidente mexicano, Ernesto Zedillo, pudo jactarse ayer de que la permanencia es una prueba de la estabilidad y paz social prometidas y conseguidas, pero para la oposición es la prueba del autoritarismo de un partido hegemónico que tiene los días contados. El PRI todavía tiene chances de estar ahí en el 2000, y de que México entre al siglo XXI de la mano paternalista de un presidente priista. El PRI es un partido monopólico que demostró una gran ductilidad que le permitió resistir todas las embestidas de una realidad que parecía reclamar una salida hacia un pluralismo democrático auténtico. En sus comienzos, el PRI debía su legitimidad al éxito revolucionario, y era el partido de una izquierda anticlerical y nacionalista, que se enorgullecía de haber arrancado el petróleo de las manos extranjeras. Durante la Guerra Fría, se convirtió en un partido monopólico como la Democracia Cristiana en Alemania o Italia, el Partido Liberal Demócrata en el Japón o el del Congreso en la India que garantizaba, por los medios que fueran, una integración social basada en diversos desarrollismos y una barrera contra el comunismo. La explosión llegó con las revueltas obreras y estudiantiles de 1968 que culminaron en la matanza de Tlatelolco. Y después llegaron los años de la efímera bonanza petrolera, del endeudamiento, del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá, del efecto tequila, del levantamiento zapatista en Chiapas, de los delitos económicos y de las intrigas sangrientas de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). En cada callejón sin salida, y con todo el aparato estatal a su servicio, el PRI consiguió gracias a una persuasión muchas veces violenta, o simplemente fraguó, el voto de una población que sólo en él veía al partido capaz de presentar una opción gobernable, con promesas de un desarrollo indefinido hacia un futuro mejor y mexicano. La renovación de la elite en el poder en cada sexenio (el período de seis años que dura la presidencia) es uno de los secretos de la permanencia del PRI. Salinas intentó perpetuar su imperio, y fue sospechado por la muerte del candidato, también priista, Luis Donaldo Colossio. Ahora Salinas está exiliado en Dublín y su hermano Raúl, preso. En una práctica conocida como el dedazo, el presidente designaba habitualmente a su sucesor. Quien reemplazó a Colossio y sucedió a Salinas, Ernesto Zedillo, afirmó muchas veces que se había cortado el dedo. Esta vez, la candidatura presidencial para las elecciones del año 2000 se definirá en una inédita consulta directa, según anunciaron ayer miembros del Consejo Político Nacional del PRI. En los discursos de hoy se definirán fechas y métodos. El centro-izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) liderado por Cuauhtémoc Cárdenas, hoy regente de la Ciudad de México, es una ramificación disidente del PRI y es el que más se benefició electoralmente por los escándalos de la presidencia de Salinas. El fin de semana, Cárdenas convocó a consolidar una unión con el derechista Partido de la Acción Nacional (PAN). El precandidato panista, Vicente Fox, gobernador de Guanajuato, aceptó. Los partidos de oposición saben que el año 2000 los encontrará unidos, o vencidos por el PRI.
SE APROBO EL JUICIO CONTRA CUBAS La novela
política paraguaya parece buscar un final dramático. La Comisión de Asuntos
Constitucionales del Congreso aprobó por siete votos un juicio político contra el
presidente Raúl Cubas por los cargos de mal desempeño de sus funciones, alzamiento
contra un poder del Estado, delitos cometidos en el ejercicio del cargo y delitos comunes.
En resumidas cuentas, el proceso se abrirá por la desobediencia de Cubas a la Corte
Suprema que lo había obligado a aplicar la sentencia a diez años de cárcel contra su
padrino político, el ex golpista Lino Oviedo. El proceso debe ser aprobado por los dos
tercios de los diputados paraguayos, pero los opositores a Cubas, por el momento, no
llegan a este número.
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