OPINION
Los comentaristas
Por Eduardo Aliverti |
Los
únicos dos dirigentes de este país con capacidad de hacer política y mantener siempre
la iniciativa son Carlos Menem y Raúl Alfonsín. El resto son comentaristas ....
Esa definición fue acuñada hace ya unos cuantos años por César Jaroslavsky y, por
supuesto, nadie en el ámbito partidario tiene la ocurrencia de refrescarla. Porque todos
quedarían desnudos frente a su implacabilidad, que el paso del tiempo y en
particular los últimos tiempos se empecina en confirmar. Cuando el surgimiento de
la Alianza, y aun durante un buen rato posterior, pareció que Chacho Alvarez tenía
condiciones para sumarse a aquellos dos en la ejecución de mando, hechos y sorpresas,
susceptibles de conmover el tablero. Pero la modorra en que sigue sumida la coalición, en
general, y el sorprendente apego personal de De la Rúa, en términos de remitirse a una
figuración secundaria, hacen que, al menos por ahora, Alvarez haya quedado fuera de
carrera.
Nada, absolutamente nada de lo que ocurre en el macroclima político deja de pasar por lo
que hacen o no hacen Menem y Alfonsín. El Presidente continúa logrando, en primer lugar,
que todos bailen al compás de sus acciones recontraeleccionistas. Ya no importa si hay en
verdad una estrategia técnica, porque está firmemente convencido de lanzarse a la
candidatura; si sólo se trata de una táctica para conservarse en el centro de la
atención, o de ambas cosas. Desde ya, puede hacerlo antes por el autismo opositor que por
su astucia. Hace mucho que no ofrece definiciones de fondo, y tanto la Alianza como el
duhaldismo asumen el patético papel de interpretar lo que Menem no define. El discurso de
apertura ante el Congreso marcó el súmmum: toda la oposición debatiendo y
enfrentándose respecto de si el Presidente se había despedido o no. Pero no pasa
únicamente por la recontraelección. Ahora se le ocurrió reinstalar la temática de los
edictos policiales y la oferta de sexo callejera, que a la inmensa mayoría del país le
importan un pito, y además de conseguirlo logró mostrar otra profunda grieta en la
Alianza, que encima marcha a reeditar en Catamarca el papelón de Córdoba.
Si es por patetismo, de todos modos, no le va en zaga lo que genera Alfonsín. En menos de
un mes saltó del papel protagónico a anunciar su renuncia a todo y de ésta a pisar
Ezeiza, de regreso, para afirmar allí mismo que si Menem está mal de la cabeza hay que
pensar en el juicio político. Mientras estuvo afuera le pidieron que volviese, y cuando
volvió con ese mandoble se pusieron a discutir sobre las zonas rojas de Buenos Aires ...
Jaroslavsky tenía razón y la sigue teniendo. Y más allá de las valoraciones
ideológicas sobre Menem y Alfonsín, positivas o no, a nadie puede parecerle sano, nunca,
que una sociedad dependa de los ardides, humores, berrinches y objetivos de dos personas.
Si hay más, lo disimulan de maravillas. |
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