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“Es peor que los viejos edictos”

Los organismos de DD.HH. advirtieron en bloque que el decreto presidencial tiende
al fortalecimiento del aparato represivo.

t.gif (862 bytes)  “Estamos retrocediendo un siglo porque estas medidas son incluso peores que los viejos edictos policiales”, dijo Gastón Chillier, abogado del Centro de Estudios Legales y Sociales, en referencia al decreto firmado el martes por el presidente Carlos Menem, que virtualmente reinstaura los edictos. En bloque, los organismos de derechos humanos repudiaron el decreto: lo consideraron “inconstitucional” porque “viola la autonomía de la Legislatura porteña”, y por las figuras que implementa, y criticaron duramente algunos de los incisos que, según estos organismos, sólo apuntan a un fortalecimiento del aparato represivo. Pero también se opusieron a los cambios introducidos por la Legislatura en el Código de Convivencia Urbana.
Para Chillier, “el decreto tiene una profunda gravedad institucional: el Presidente está avanzando sobre la autonomía de la ciudad garantizada por la Constitución nacional: utilizando una coartada, la Ley 23.950, amplía las facultades de detención de las personas”. Además, dijo el abogado, “el fundamento del decreto es absurdo: se basa en que estas figuras no están contempladas ni en el Código de Contravenciones ni en el Penal; pero que la Legislatura las haya dejado afuera no quiere decir que le otorgue autoridad al Presidente para ponerlas en vigencia”.
Por su parte, el diputado socialista Alfredo Bravo, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, dijo que al Presidente “no le voy a contestar desde el punto de vista jurídico porque es una aberración lo que ha hecho; no le voy a contestar desde el punto de vista ético porque carece de ética, negando la raigambre federalista de la que se ha jactado, al oponerse a la ciudad autónoma. Le voy a contestar cuando se acaben estas argucias para estar en el centro de la discusión y cuando vea que realmente existe el país idílico que nos presentó el 1º de marzo en el Parlamento nacional”.
“También es un retroceso la forma en que adquirió vigencia, sobre la base de una supuesta falta de seguridad que no existe”, dijo a Página/12 la presidenta de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Graciela Rosemblum. “Además, se utilizan expresiones que no tienen ningún sentido jurídico; sólo sirven para el control social”, apuntó. En un documento que firmaron la LADH, Correpi (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) e HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio), se advierte que “la diferencia entre un ‘merodeador’ y un señor que pasea mirando vidrieras es, para la policía, la pertenencia de clase de la persona en cuestión”. La lectura es compartida por Chillier, para quien “las figuras reglamentadas son violaciones a la Constitución, ya que atentan contra la libertad de expresión y la libertad de reunión: en el caso del ‘merodeador’ se están castigando características personales, no una conducta; y la prohibición del insulto a vecinos es un rasgo autoritario, ya que cuando habla de ‘ofensa a la moral’, la moral, sabemos, representará la del policía que aplique la norma”.
La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) presentó una denuncia ante el Instituto Nacional contra la Discriminación para pedir la anulación del decreto. La abogada María del Carmen Verdú, de la Correpi, explicó que “como no existe en el ámbito nacional un recurso de inconstitucionalidad genérico, cuando alguien vaya detenido por este decreto iniciaremos el juicio”. Chillier agregó que todo policía que lleve detenido a alguien bajo estas figuras es susceptible de cometer el delito de “privación ilegítima de la libertad”. Tanto el CELS como la Correpi iniciarán una campaña en contra del decreto, así como de la modificación del Código de Convivencia.

 

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