![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|
Por Cecilia Bembibre ![]() –¿Con qué aspectos de la exposición están en desacuerdo? Urruspuru: –Lo que queremos es que la gente se acerque a los libros, la idea es que la literatura llegue a los lectores. Pero, como el sustento de este modelo es la falta de educación, no se aprovecha la posibilidad masiva de educar que representa la Feria. Crescenzi: –De todos modos, no nos interesa estar fuera de la Feria del Libro, lo que buscamos es que haya una apertura hacia la gente. En general se la ve como un megashopping. Charpentier: –El espacio para la poesía es mínimo, si bien es un reflejo de lo que sucede fuera de la exposición. Una librería no va a poner en la vidriera un libro de poesía. Sabemos que es un género que está vigente, que hay mucha gente que escribe, como lo demuestra el concurso del subte, pero no se lo ve como algo redituable. Hay varios culpables de que la poesía no tenga el lugar que se merece: muchas veces los mismos poetas son herméticos. En la Biblioteca Nacional, por ejemplo, hay muy poca poesía contemporánea. Nuestra idea es armar una antología original con todos los textos que la gente entrega en nuestro stand, y entregarla al director de la Biblioteca. –¿A quiénes representa la Contraferia? Urruspuru: –Desde los ciclos de poesía (“Maldita Ginebra”, “El Aullido”) que coordinamos, levantamos las voces de los autores. Ninguno se sentía representado dentro de la Exposición. Ni los poetas ni las editoriales chicas pueden pagar un stand. Y además, ¿cómo puede ser que dentro de la Feria los libros salgan más caros que afuera? Charpentier:–Aunque se la promocione como el encuentro del autor al lector, el autor no está ahí adentro: es una falacia. Por otra parte, si la entrada a la Feria fuera gratuita para todo el mundo, los stands chicos tendrían más posibilidades. Como habría más gente, algunos llegarían a recorrer los locales del fondo, abajo del predio. Con la primera Contraferia nos dimos cuenta de que la gente quiere participar, se acerca, se interesa. –¿Qué balance hacen de la experiencia del año pasado? Charpentier: –En principio, nos costó encontrar consenso entre los diferentes grupos de poetas para coordinar nuestros reclamos. Son como tribus literarias: lírica, bizarra, neobarroco, poesía gay ... Se parece un poco a lo que pasa dentro de la música. Urruspuru: –Llegaron varios grupos de teatro, bandas de rock, poesía libre. Hicimos contactos con gente del interior, y, en general, nos sorprendió que los que pasaban se tomaran un momento para ver de qué se trataba. Hubo un señor de 70 años que leyó sonetos, un poeta que llegó aentregar su librito, una madre con su hijo que se lo llevó, incrédula de que fuese gratis. También un grupo de adolescentes en bicicleta, que al principio miraba con desconfianza y a la media hora estaba frente al micrófono recitando una canción de La Renga para llamar la atención de un grupo de chicas ... –¿Hubo algún tipo de contacto con las autoridades de la Fundación El Libro? Charpentier: –En setiembre mandamos un fax con 15 puntos: que la entrada sea gratis todos los días, que se asigne un pabellón para las pequeñas editoriales y revistas literarias sin costo alguno, o a costo mínimo, que se recupere la importancia del libro frente al notorio avance de la informática en la exposición. Nos llamaron adolescentes, románticos, idealistas, y nos dijeron que ninguna de estas peticiones podría concretarse. Urruspuru: –Como ya quedó claro que de la Fundación del Libro no podemos esperar ningún apoyo, ahora convocamos a la gente.
|