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Una de las preguntas que atacan a intelectuales y semiólogos del mundo en esta era cibernética tiene que ver con el destino del libro, en un tiempo en el que la Biblia entera cabe dentro de la superficie plana de un CD Rom. Al respecto, Umberto Eco acaba de descartar la idea de la posible desaparición del libro en el marco de Espacio y frontera de la novela, un seminario que se lleva a cabo en Forlí para tratar de definir el papel de la narrativa y los narradores de fin de milenio. Hace treinta años, el novelista Ennio Flaiano ya decía: Pasolini sabe que la novela ha muerto, pero no lo dice para no asustar a la madre, ironizó el autor de El nombre de la rosa. Bromas aparte, todo depende de la noción de novela a la que se haga referencia. Si la noción de novela corresponde a la que caracterizó al siglo XIX, la llamada novela bien escrita según los cánones de la crítica anglosajona de los años 40, entonces sí, se puede decir que murió después de James Joyce, expuso Eco y después agregó: ¿Pero qué decir cuando se acepta esta idea y aparece en el panorama un escritor como Gabriel García Márquez? Hay que decir que la novela no murió, porque existen autores capaces de reinventarla, cambiando las reglas del juego. No es la primera vez que el semiólogo italiano se refiere al destino del libro frente a la velocidad Fórmula Uno que empuja a la tecnología. En su última visita a la Argentina (octubre del año pasado), en diálogo con Página/12, Eco opinó acerca de la posibilidad de supervivencia del libro en su formato tradicional. La idea del libro que es reemplazado por la información contenida en CD Roms es una realidad, observó. Pero estas tecnologías suelen ser útiles para asimilar información de tipo enciclopédica que de otro modo no cabría en formatos tradicionales. Llegará un momento en que el libro y las nuevas tecnologías deberán marchar juntos inevitablemente. El CD Rom sirve para difundir manuales o enciclopedias, aunque yo, en lo personal, prefiero el libro y la sensación de poder tocarlo. También había pronosticado, en aquella oportunidad, que en muy poco tiempo sólo los ricos podrán leer. Eco habló acerca de una clase trabajadora que en un futuro cercano mirará televisión casi exclusivamente. Aunque, por supuesto siguió también habrá ricos que mirarán televisión para demostrar, como tantas veces a lo largo de la historia, que nunca se extinguen los ricos-estúpidos. En medio de este seminario de Forlí, el periódico italiano Corriere della Sera entrevistó a Eco y le preguntó sobre la idea de que haya sido el cine, al irrumpir en la narrativa, el responsable de la supuesta muerte de la novela. No es verdad repuso él, y la prueba es que cuando Marcel Proust empezó a escribir, el cine ya existía. En el mismo reportaje, admitió que desde que escribe novelas tiene mucha dificultad para leer a los autores contemporáneos. O las novelas de los otros se parecen a las mías y eso no me gusta, o no se parecen y es por eso que no me gustan, sonrió Eco y después concluyó: Mientras existan excelentes autores, como los que hay, no se puede hablar de muerte de la novela sino, a lo sumo, de un cambio.
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