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Un dúo de tango cuyo resultado es
más que la suma de dos pianistas

Emilio De La Peña y Oscar Alem tienen una trayectoria larguísima. Vienen del jazz, el tango y el folklore. Tocan piano. Suenan con una empatía notable, grabaron un muy buen disco y esta noche actúan en Buenos Aires.

De La Peña y Alem,

Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) Uno fue pianista al principio, contrabajista después –del Mono Villegas y Mercedes Sosa entre otros– y luego volvió a su primer amor. El otro, pianista desde siempre, fue durante mucho tiempo un músico para músicos, desde el catalán Teté Montoliú, que lo llevó a tocar en España, hasta Horacio Salgán, que no se cansa de hablar maravillas de él cada vez que tiene la oportunidad. Su ocupación principal era la industria pero la entrada de Argentina en el (primer) mundo de Anillaco le facilitó las cosas: hoy se dedica sólo al piano. Uno, el primero, se llama Oscar Alem y entre sus méritos se cuenta un disco, llamado Movimiento, que además de servirle de cortina a más de un programa de radio, mostró un camino posible a unos cuantos folkloristas. El nombre del segundo es Emilio De La Peña, quien coincide con Alem en que este dúo nació como consecuencia natural (y quizás inevitable) de un largo conocimiento y de multitud de encuentros. “Cuando escuché el disco (editado el año pasado por Pretal) después de haberlo dejado reposar un tiempo –dice Alem– encontré que era difícil darse cuenta quién tocaba qué cosa.” Y De La Peña confirma: “Esa es nuestra principal virtud; el dúo no es la suma de su estilo y el mío, es un estilo nuevo que creamos entre los dos”.
Y Alem y De La Peña, en dúo, tocarán hoy a la noche en Notorious –Callao al 900–. En esta disquería/bar/restaurante/jardín, los dos estarán con sus pianos eléctricos que “aunque parezca mentira, nos resultan mucho mejor que dos pianos de cola”, según explica Alem. Se refiere, por un lado, al hecho de que en esta ciudad son muy pocos los locales de música que tienen un piano. Que esté afinado es aún más improbable y que en lugar de uno los instrumentos sean dos ya es terreno fantástico. Pero además “como dice Salgán –dice Alem– lo único que se parece a un Steinway de gran cola es, a veces, otro Steinway de gran cola. En cambio, nuestros instrumentos se amalgaman a la perfección y les hemos encontrado el toque como para que resulten expresivos”.
Ambos dan una gran importancia, precisamente, a la expresividad de la música. “Se puede tener una gran técnica pero si no se usa para decir algo, no sirve”, afirma De La Peña antes de recordar cómo empezó todo. “En el ‘89 estábamos los dos en España, él acompañando a Mercedes Sosa y yo para tocar con Montoliú. El estaba sentado al piano y yo estaba parado al lado. Se puso a tocar no me acuerdo qué y yo me puse a tocar con él. De regreso en Buenos Aires le propuse hacer un dúo. Nunca me dio bolilla hasta que, vaya a saberse por qué, un día el dúo empezó a existir solito.” Lo importante –completa Alem– es que no es que uno haga la melodía y otro el acompañamiento, no hay primero y segundo piano. La música la armamos entre los dos.

 

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