Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LAS PROSTITUTAS TEMEN QUE VUELVAN “LAS COIMAS DE LA POLICIA” Y “LA EXPLOTACION DE LOS DUEÑOS DE SAUNAS”
“Ahora nos van a llevar hasta en el supermercado”

En Palermo como en Flores, los y las trabajadoras del sexo cuentan las horas hasta que  “todo vuelva atrás”.Lo que más temen es volver a quedar en manos de policías “que te sacan plata y sexo para sacarte del calabozo”. Las travestis planean resistirse.

“¿Dónde están los vecinos ahora?”, se preguntan las prostitutas del barrio de Palermo Viejo y Pacífico.

Por Carlos Rodríguez

t.gif (862 bytes) “Represión, represión”. Laura (18) y Sofía (23) van taconeando por la vereda de la calle Bolivia, en Flores, repitiendo en estribillo la palabra tan temida. Las minifaldas negras se mueven al compás de las caderas porque ellas van como si estuvieran bailando en un “tablao”, con los brazos en alto y las manos golpeteando sobre sus cabezas. El cronista, que no alcanza a escuchar lo que dicen, les pega el grito: “¡Chicas!”. Las dos quedan como petrificadas: “Sos periodista, menos mal, pensábamos que eran los de la brigada justo cuando estábamos jodiendo con la prohibición”. Las prostitutas “mujeres” –aclaran– están “espantadas” con la modificación del Código de Convivencia que pone fin al libre juego de la oferta y la demanda de sexo en las calles de Buenos Aires. La mayoría piensa abandonar la vía pública y venderle el cuerpo –“pero nunca el alma”– a los dueños de los saunas. Las travestis, en cambio, dicen que van a seguir: “Es que ellas tienen más huevos que nosotras”, conceden las “mujeres”.
“Esto va a ser un asco, van a volver las coimas, la policía se va a llenar con nuestra plata y todo porque estamos en un año electoral y hay que hacer buena letra para la gilada.” Bárbara (19) es travesti, rubia, delgada y bella, muy bella, al punto que podría hacerle perder la cabeza a cualquiera de los que hasta hace poco salían a espantar la tentación, con marchas, todos los viernes por la noche. “¿Dónde están los vecinos ahora?”, se pregunta la salteña Maribel mientras pasea su figura por la calle Fray Justo Santa María de Oro, en el barrio de Palermo. “Cuando te cruzás con algunos, todos te dicen que ellos no fueron, que ellos nunca hicieron nada para que te echaran los perros. Son unos hipócritas”.
Bárbara y Maribel coinciden en pegarle a los vecinos y al Gobierno de la Ciudad: “Nos tendrían que dar un trabajo digno ahora que nos quieren obligar a dejar la calle”. Susana (30) y Alejandra (26) son las dos únicas prostitutas “mujeres” que andan por Oro, mezcladas con las travestis. “Cuando el presidente (Carlos Menem) salió a pegarnos (con el decreto que intenta reimplantar los edictos), los clientes se borraron y todos entraron en pánico”, afirma Susana, que ahora piensa que deberá dedicarse “a limpiar los pisos”. El trabajo independiente, sin cafiolos que las exploten, les dejaba “ochenta o cien pesos por noche”. Si van a un sauna “para llevarte cien pesos tenés que cargarte 20 tipos por noche”. La explotación de los “sauneros” es mortal: “Ellos se quedan con el 60 por ciento de lo que ganamos y te controlan todo lo que hacés”.
Susana tiene un hijo, Alejandra tres. Los padres se borraron y ellas cargan con todo. “No sabés lo que es la cana. Ahora van a volver con todo y nos van a llevar hasta cuando estemos en el supermercado.” Alejandra recuerda con bronca las detenciones en las comisarías de la zona de Palermo: “Los canas querían garchar con nosotras, se hacían los novios, te ofrecían ir a un calabozo y después hacer gestiones con el comisario para que te largara enseguida. Son unos cerdos”. Los dueños de un boliche que funciona en Oro al 2000 también se lamentan: “Esto va a ser un velorio. Las travestis le daban vida al lugar y no jodían a nadie. Al contrario, el barrio tenía mucho movimiento nocturno, había más patrulleros y eso hacía que hubiera mucha más seguridad. Cambiar el Código es una boludez”.
En Flores, Laura y Sofía dicen que están “muy asustadas” porque “es muy jodido que te manden en cana. Tenemos hijos que mantener y no podemos andar corriendo riesgos”. Las dos están decididas a caer en la red de los saunas, que proliferan de nuevo por esa zona de la ciudad. “Los sauneros están chochos –comenta Sofía– porque ahora tienen muchas mujeres dispuestas a trabajar para dejar de correr riesgos en la calle. Un amigo abrió un local que había cerrado el año pasado y ahora se frota las manos porque sabe que todas vamos a llegar allí recagadas de hambre.”
Charo, coordinadora de la Asociación Travestis Argentinas (ATA), asegura que ellas están “totalmente dispuestas a resistir”. El viernes por la noche tuvieron una primera reunión para analizar la estrategia que van aseguir. “Lo que decidimos es que vamos a seguir en la calle, porque nosotras no tenemos ninguna otra posibilidad de subsistencia.” Para Charo, “estos gobiernos (por el nacional y el de la ciudad) son como Hitler-2, se ensañan con nosotras porque somos minoría”. También cuestiona a los vecinos porque “hicieron tanto bardo sin darse cuenta que ellos también son ciudadanos sólo para concurrir a las urnas”.
Ana María (48), aunque es “mujer”, dice que seguirá en la calle porque los saunas son “como las tumbas”. Ella asegura que no tiene miedo: “Desde hace años doy la cara, hasta por televisión, de manera que ya no me puedo andar asustando”. Aunque su vestido es corto y escotado, Ana María parece una señora de su casa. Tiene un hijo de 13 años, un departamento propio y dio su testimonio en un programa de TV que hizo Magdalena Ruiz Guiñazú y que se llamó “El oficio más viejo del mundo”. Huye de los saunas porque “se quedan con el 80 por ciento de lo que ganás y encima ni siquiera te dejan tiempo libre para cuidar a tu hijo”. Según Ana María hay “un rufianismo terrible y nadie se preocupa por cortarlo”.
En la calle también hay lugar para las transexuales. Una de ellas, la única que se niega a las fotos y a dar el nombre, se queja porque en el país “se habla mucho de libertad, de democracia, pero a nosotras ni siquiera nos dejan sacar el documento con el nombre que queremos tener”. La transexual anda en compañía de Andrea y Daniela, dos travestis desinhibidas que posan alegremente para la foto.
“Todo el lío empezó en Palermo, pero acá en Flores no pasó nunca nada. Todo lo que están haciendo es infantil, carente de sentido común. Esta es una democracia que marcha con decretos, con prohibiciones, como si la gente no supiera lo que tiene y quiere hacer.” Andrea, que se presenta –y lo demuestra– como “la más tetona del barrio”, aparece como la abanderada de la rebelión de las travestis contra la restricción a la prostitución callejera que comenzaría el lunes. La idea del gobierno porteño de encerrar a las contraventoras en un galpón de la Costanera Sur provoca comentarios de todo tipo. “¿En un galpón? Están totalmente locos”, protesta Maribel. En cambio, Susana le ve el lado positivo: “Mirá, si vamos a estar juntas con los clientes incluidos, eso va a ser una fiesta”.

 


 

CUANDO EL SEXO EN BUENOS AIRES NO MOLESTABA A LOS VECINOS
La ciudad de los 5000 burdeles autorizados

t.gif (862 bytes) “Las casas de prostitución serán toleradas en el municipio, siempre que se sujeten a las prescripciones de esta ordenanza.” No se trata de una audaz modificación hecha por la Legislatura porteña al Código de Convivencia Urbana: es el texto del segundo artículo del Reglamento de la Prostitución de 1875. Hace más de 120 años, las mujeres de vida fácil también eran materia de legislación en la ciudad, las zonas rojas eran un hecho y las leyes regulaban el negocio, básicamente para evitar escándalos. Un repaso a la prostitución de mediados del siglo pasado permite comprobar que no había notorios conflictos entre vecinos y prostitutas, porque los burdeles y casas de citas no funcionaban en zonas residenciales. De hecho, los prostíbulos más exitosos fueron los que abrían después de que los negocios bajaban sus persianas y las calles quedaban, por un rato, oscuras y a solas. A modo de lección histórica, lo que sigue es una visita a las amuebladas porteñas más tradicionales.
Un tour prostibulario del siglo pasado incluiría Corrientes 509 (hoy 1283), el Paseo de Julio (hoy avenida Leandro N. Alem), las calles Tucumán, Libertad y Lavalle a la altura del microcentro, 25 de Mayo al 300, la calle Del Temple (Viamonte), la “calle de los pecados” en el barrio de Monserrat. En el microcentro se concentraba la mayoría de los cinco mil prostíbulos de la ciudad, con lo que la zona venía a quedar a metros de la Casa Rosada y la Catedral. La costanera del Río de la Plata, desde la Boca hasta Callao, no era tan elegante como el moderno Puerto Madero, pero era igual de concurrida. El epicentro estaba en el cruce de Rivadavia y Esmeralda.
A principios del siglo veinte, las profesionales ya sumaban diecisiete mil, y estaban contempladas en la letra del Reglamento de la Prostitución de 1875. El reglamento ordenaba al cuerpo policial que “las prostitutas que dejen de pertenecer a una casa de prostitución, quedarán bajo la vigilancia de la Policía mientras no cambien de género de vida”. Las que siguieran en “la vida” se encontraban en un negocio que la legislación buscaba regular. Por ejemplo, “las gerentas de las casas de prostitución no podrán admitir sino las prostitutas que estén inscriptas en su libro respectivo, y ninguna podrá regentear más de una casa de prostitución”. Las obligaciones de las madamas iban desde pagar el tratamiento médico de sus pupilas hasta la imposibilidad de ausentarse de la casa por más de veinticuatro horas.
Para abrir un burdel, las gerentes tenían que presentar una solicitud ante la Municipalidad, acompañada por los expedientes de todas sus pupilas con foto y certificado de salud.
El artículo quinto ordenaba que “la casa será de un solo piso, y deberá encontrarse a dos cuadras de los templos, teatros y casas de educación. Las casas de prostitución serán consideradas como casas de inquilinato, pero no se autorizan los inquilinos en ellas”. Las profesionales no podían mostrarse en las puertas y ventanas de la casa, ni llamar o provocar a los transeúntes. Si querían ir al teatro debían disimular su condición, ya que les estaba prohibido concurrir en “trajes deshonestos”. La Municipalidad las obligaba a llevar consigo su tarjeta identificatoria y el número que les correspondía en el registro municipal de inscripción, bajo pena de ser detenidas.
Existía además un límite horario ya que “deben encontrarse en la casa dos horas después de la puesta del sol, a no ser que tengan motivos justificados para faltar a ello”. Si alguna joven violaba las normas, la madama era la encargada de reprenderla. Toda actividad que escapara a tales reglamentaciones era considerada clandestina y duramente penalizada. Las gerentes aplicaban la ley con todo rigor ya que eran ellas quienes debían pagar las multas.

(Investigación de Florencia Grieco.)

 


 

SE PROHIBEN LOS BURDELES, PERO EXISTEN SIN PROBLEMAS
En París hay ley y vista gorda

Por Eduardo Febbro desde París

t.gif (862 bytes) Lo primero que preguntan los turistas latinoamericanos cuando llegan a París es “cómo es Pigalle” y a “cuánto queda de Saint Denis”. Ambas son las zonas rojas más conocidas de la capital, pero no las únicas. Las hay también sin carteles luminosos ni sex shops, ocultas en los alrededores del Bosque de Boulogne, en los senderos arbolados de la lujosa Avenue Foch y, según el lado que se busque del sexo, detrás de la antigua embajada de la difunta Unión Soviética. Pero Pigalle y Saint Denis son las más famosas, frecuentadas y controladas. Allí abundan las luces de neón, las prostitutas, los sex shops y el inmenso mercado que acompaña el sexo reglamentado: cabarets, bares dudosos, personajes de novela, rufianes y proxenetas de atenta mirada.
Estos lugares viven de su popularidad y gracias a la sabia lectura de la ley. En Francia, hasta 1946 existía una reglamentación que regía los prostíbulos y gracias a la cual la policía disponía de fichas sobre cada establecimiento, además de un seguimiento médico de quienes ejercían el oficio. Luego de esa fecha, la ley Marthe Richard determinó el fin legal de los prostíbulos. La prostitución pasó a tener un estatuto particular: era un “oficio libre” y sólo estaba prohibida su organización y su explotación, es decir el proxenetismo. En 1990, la ministra de Salud, la conservadora Michelle Barzac, propuso la reapertura de los prostíbulos pero la idea quedó sumergida en el debate.
Con todo, en Francia, el levante callejero está penalizado por la ley, sea con multas o con penas de prisión. Y sin embargo, éste existe en varias formas. Basta con pasearse por la avenida Foch y por algunos sectores de Saint Denis, en el centro de París, para ver a la luz del día cómo funciona el oficio. La ley castiga, pero las autoridades policiales toleran, de ahí la existencia de zonas rojas tan intensas como Pigalle y Saint Denis. Prueba de esta situación es que incluso las prostitutas están obligadas a pagar impuestos en Francia. La ley impositiva las denomina como “beneficios no comerciales”. Según cifras oficiales, en el país hay entre 15 mil y 30 mil prostitutas profesionales, de las cuales el 95 por ciento trabaja para unos 12 mil proxenetas. En París, entre 3000 y 7000 prostitutas trabajan en la calle, de las cuales 1800 en la zona roja de Saint Denis.

 

PRINCIPAL