|
Por Carlos Rodríguez Represión, represión. Laura (18) y Sofía (23) van taconeando por la vereda de la calle Bolivia, en Flores, repitiendo en estribillo la palabra tan temida. Las minifaldas negras se mueven al compás de las caderas porque ellas van como si estuvieran bailando en un tablao, con los brazos en alto y las manos golpeteando sobre sus cabezas. El cronista, que no alcanza a escuchar lo que dicen, les pega el grito: ¡Chicas!. Las dos quedan como petrificadas: Sos periodista, menos mal, pensábamos que eran los de la brigada justo cuando estábamos jodiendo con la prohibición. Las prostitutas mujeres aclaran están espantadas con la modificación del Código de Convivencia que pone fin al libre juego de la oferta y la demanda de sexo en las calles de Buenos Aires. La mayoría piensa abandonar la vía pública y venderle el cuerpo pero nunca el alma a los dueños de los saunas. Las travestis, en cambio, dicen que van a seguir: Es que ellas tienen más huevos que nosotras, conceden las mujeres. Esto va a ser un asco, van a volver las coimas, la policía se va a llenar con nuestra plata y todo porque estamos en un año electoral y hay que hacer buena letra para la gilada. Bárbara (19) es travesti, rubia, delgada y bella, muy bella, al punto que podría hacerle perder la cabeza a cualquiera de los que hasta hace poco salían a espantar la tentación, con marchas, todos los viernes por la noche. ¿Dónde están los vecinos ahora?, se pregunta la salteña Maribel mientras pasea su figura por la calle Fray Justo Santa María de Oro, en el barrio de Palermo. Cuando te cruzás con algunos, todos te dicen que ellos no fueron, que ellos nunca hicieron nada para que te echaran los perros. Son unos hipócritas. Bárbara y Maribel coinciden en pegarle a los vecinos y al Gobierno de la Ciudad: Nos tendrían que dar un trabajo digno ahora que nos quieren obligar a dejar la calle. Susana (30) y Alejandra (26) son las dos únicas prostitutas mujeres que andan por Oro, mezcladas con las travestis. Cuando el presidente (Carlos Menem) salió a pegarnos (con el decreto que intenta reimplantar los edictos), los clientes se borraron y todos entraron en pánico, afirma Susana, que ahora piensa que deberá dedicarse a limpiar los pisos. El trabajo independiente, sin cafiolos que las exploten, les dejaba ochenta o cien pesos por noche. Si van a un sauna para llevarte cien pesos tenés que cargarte 20 tipos por noche. La explotación de los sauneros es mortal: Ellos se quedan con el 60 por ciento de lo que ganamos y te controlan todo lo que hacés. Susana tiene un hijo, Alejandra tres. Los padres se borraron y ellas cargan con todo. No sabés lo que es la cana. Ahora van a volver con todo y nos van a llevar hasta cuando estemos en el supermercado. Alejandra recuerda con bronca las detenciones en las comisarías de la zona de Palermo: Los canas querían garchar con nosotras, se hacían los novios, te ofrecían ir a un calabozo y después hacer gestiones con el comisario para que te largara enseguida. Son unos cerdos. Los dueños de un boliche que funciona en Oro al 2000 también se lamentan: Esto va a ser un velorio. Las travestis le daban vida al lugar y no jodían a nadie. Al contrario, el barrio tenía mucho movimiento nocturno, había más patrulleros y eso hacía que hubiera mucha más seguridad. Cambiar el Código es una boludez. En Flores, Laura y Sofía dicen que están muy asustadas porque es muy jodido que te manden en cana. Tenemos hijos que mantener y no podemos andar corriendo riesgos. Las dos están decididas a caer en la red de los saunas, que proliferan de nuevo por esa zona de la ciudad. Los sauneros están chochos comenta Sofía porque ahora tienen muchas mujeres dispuestas a trabajar para dejar de correr riesgos en la calle. Un amigo abrió un local que había cerrado el año pasado y ahora se frota las manos porque sabe que todas vamos a llegar allí recagadas de hambre. Charo, coordinadora de la Asociación Travestis Argentinas (ATA), asegura que ellas están totalmente dispuestas a resistir. El viernes por la noche tuvieron una primera reunión para analizar la estrategia que van aseguir. Lo que decidimos es que vamos a seguir en la calle, porque nosotras no tenemos ninguna otra posibilidad de subsistencia. Para Charo, estos gobiernos (por el nacional y el de la ciudad) son como Hitler-2, se ensañan con nosotras porque somos minoría. También cuestiona a los vecinos porque hicieron tanto bardo sin darse cuenta que ellos también son ciudadanos sólo para concurrir a las urnas. Ana María (48), aunque es mujer, dice que seguirá en la calle porque los saunas son como las tumbas. Ella asegura que no tiene miedo: Desde hace años doy la cara, hasta por televisión, de manera que ya no me puedo andar asustando. Aunque su vestido es corto y escotado, Ana María parece una señora de su casa. Tiene un hijo de 13 años, un departamento propio y dio su testimonio en un programa de TV que hizo Magdalena Ruiz Guiñazú y que se llamó El oficio más viejo del mundo. Huye de los saunas porque se quedan con el 80 por ciento de lo que ganás y encima ni siquiera te dejan tiempo libre para cuidar a tu hijo. Según Ana María hay un rufianismo terrible y nadie se preocupa por cortarlo. En la calle también hay lugar para las transexuales. Una de ellas, la única que se niega a las fotos y a dar el nombre, se queja porque en el país se habla mucho de libertad, de democracia, pero a nosotras ni siquiera nos dejan sacar el documento con el nombre que queremos tener. La transexual anda en compañía de Andrea y Daniela, dos travestis desinhibidas que posan alegremente para la foto. Todo el lío empezó en Palermo, pero acá en Flores no pasó nunca nada. Todo lo que están haciendo es infantil, carente de sentido común. Esta es una democracia que marcha con decretos, con prohibiciones, como si la gente no supiera lo que tiene y quiere hacer. Andrea, que se presenta y lo demuestra como la más tetona del barrio, aparece como la abanderada de la rebelión de las travestis contra la restricción a la prostitución callejera que comenzaría el lunes. La idea del gobierno porteño de encerrar a las contraventoras en un galpón de la Costanera Sur provoca comentarios de todo tipo. ¿En un galpón? Están totalmente locos, protesta Maribel. En cambio, Susana le ve el lado positivo: Mirá, si vamos a estar juntas con los clientes incluidos, eso va a ser una fiesta.
CUANDO EL SEXO EN BUENOS AIRES NO MOLESTABA A
LOS VECINOS Las
casas de prostitución serán toleradas en el municipio, siempre que se sujeten a las
prescripciones de esta ordenanza. No se trata de una audaz modificación hecha por
la Legislatura porteña al Código de Convivencia Urbana: es el texto del segundo
artículo del Reglamento de la Prostitución de 1875. Hace más de 120 años, las mujeres
de vida fácil también eran materia de legislación en la ciudad, las zonas rojas eran un
hecho y las leyes regulaban el negocio, básicamente para evitar escándalos. Un repaso a
la prostitución de mediados del siglo pasado permite comprobar que no había notorios
conflictos entre vecinos y prostitutas, porque los burdeles y casas de citas no
funcionaban en zonas residenciales. De hecho, los prostíbulos más exitosos fueron los
que abrían después de que los negocios bajaban sus persianas y las calles quedaban, por
un rato, oscuras y a solas. A modo de lección histórica, lo que sigue es una visita a
las amuebladas porteñas más tradicionales.
SE PROHIBEN LOS BURDELES, PERO EXISTEN SIN
PROBLEMAS Por Eduardo Febbro desde París
|