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COMO GANAR LAS ELECCIONES NORTEAMERICANAS DEL 2000
Sea presidente en 10 pasos

Una decena de políticos de ambos partidos se prepara para la gran carrera por la presidencia norteamericana, pero el camino no es fácil y sí muy largo, como explica esta sencilla guía hacia la Oficina Oval.

New Hampshire hizo de Clinton “The Comeback Kid”.
Perdió, se recuperó y entonces empezó su ascenso imparable.

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Por Martin Kettle desde Washington

1. Póngase en marcha
En la política moderna, nunca es demasiado pronto para postularse. No hay excusa para sentarse en su casa esperando un llamado que no llegará. Hay que ponerse en marcha y hacer que suceda. Algunos candidatos, como los esperanzados republicanos Steve Forbes y Lamar Alexander, trabajaron mucho desde sus últimos fracasos en 1996. Otros, como los demócratas Al Gore y Bill Bradley, y los republicanos Dan Quayle, Elizabeth Dole, John McCain y Gary Bauer, ya están registrados como candidatos “exploratorios”. Algunos, como el gobernador republicano de Texas, George W. Bush, no están todavía oficialmente en marcha. Por el momento, la carrera del 2000 por la Casa Blanca es un poco como esas carreras de fondo en las que ninguno puede darse el lujo de seguir haciendo precalentamiento.

2. Consígase una base
Hubo una época en que una base política era todo. “Toda política es local”, como solía decir el ex presidente de la Cámara de Representantes Tip O’Neill. Aún hoy, una base importa más de lo que usted cree. Pero no descanse sobre sus laureles. Ningún miembro de la Cámara de Representantes ganó la presidencia en este siglo. Ningún alcalde tampoco, ni siquiera de Nueva York. Para ganar la presidencia, todavía hay que abrirse camino a través del sistema. No es cuestión de a quién conoce uno, sino a quién puede llegar a conocer, como pudo haber dicho (pero no llegó a hacerlo) Lyndon Johnson. En la última mitad del siglo, cada candidato de un partido importante, salvo uno, ha sido un ex presidente, vicepresidente, senador o gobernador de estado. Y el único hombre que le ganó al sistema, Dwight Eisenhower, había salvado al mundo del fascismo.

3. Hágase famoso
El reconocimiento del nombre vale su peso en contribuciones de campaña, para no hablar de apoyos y votos. Esa es una de las razones por las que estar en un puesto alto, como vicepresidente o gobernador de estado, ayuda. A falta de eso, si su padre o su marido y hasta su abuelo estuvieron ya en la carrera, entonces es un plus mayor. La política norteamericana es una de las meritocracias más dinásticas jamás inventada. En las elecciones legislativas norteamericanas de 1998, los candidatos exitosos incluían dos Bush, un Taft, un Bayh y un Udall, para no mencionar a Jesse Jackson Jr. Si su nombre de casualidad es Kennedy, entonces usted ya está a medio camino. (Aquí va una predicción: la primera presidenta norteamericana será Kathleen Kennedy Townsend, hija mayor de Bobby y actual vicegobernadora de Maryland.) Digan lo que digan los de adentro, un poco de fama nunca dañó a nadie que se postulara para un cargo.

4. Consígase un tema
En este juego todavía ayuda postularse por algo, no solamente por un cargo. Aun con el dinero de Bill Gates, la vida privada de la Madre Teresa y la imagen de Tom Hanks detrás suyo, tener una plataforma y un tema ayuda. Aunque no sea más que por esto, lo hace resaltar a uno, especialmente al principio, aunque hay que tener cuidado de no quedar encasillado como candidato de un solo tema a medida que la campaña se va caldeando. Como mínimo, usted debe saber dónde está parado. “Algún candidato me ha preguntado: ‘¿Cuál debe ser mi posición sobre el aborto?’”, dice el consultante republicano Tony Fabrizio. “Yo les digo: ‘Si no lo saben, no deberían postularse como candidatos’”. Ante la duda, y si tiene la autoridad legal para hacerlo, electrocute a alguien.

5. Consígase una vida (familiar)
Usted no se postula solo en este certamen. Su marido o su mujer se postulan también. También sus hijos, les guste (a ellos o a usted) o no. Y también, gobernador, sus pasados y presentes coqueteos. Esta es la política post Monica. Esta es la época de Larry Flynt, así que esté preparado para cuando los fantasmas aparezcan justo cuando usted no los quiere. “Hay que usar golpes de tipo preventivo”, dice George Stephanopoulos. Inmunice su campaña poniendo sus confesiones en primer lugar y manteniéndolas tan vagas como sea posible. Cuando se le pregunta sobre drogas y bebida, George W. Bush tiene un mantra: “Cuando era joven e irresponsable era joven e irresponsable.” Eso es todo lo que un público cansado de Monica querrá saber, si usted tiene suerte. Pero esté preparado.

6. Hágase rico
Olvídese de toda esa historia “de-una-choza-a-la-Casa-Blanca”. Su campaña costará, por lo menos, 25 millones de dólares. Pero podría costar muchísimo más que eso. Tanto Clinton como Bob Dole gastaron 34 millones de dólares en las campañas primarias en 1996. Si usted ya los tiene en el banco, entonces feliz de usted. En 1992, por ejemplo, Ross Perot declaró tener acciones en 176 empresas donde sus inversiones andaban por la “categoría tope, por encima del millón de dólares”. Pero si no los tiene guardados, como nunca lo tuvieron los Clinton, entonces hay que trabajar duro y reunirlos. Esto significa contratar gente que reúna los fondos, y trabajar el circuito del cocktail de langostinos durante meses antes de los comicios para obtener donaciones, así como dominar al dedillo la colecta de fondos por correo. Las reformas pos Watergate pusieron un límite de 1000 dólares para las donaciones individuales, lo que significa que usted estará absolutamente asqueado del pollo asado antes de que esto termine.

7. Consígase un asesor
Usted se postula para la nominación del partido. Esto significa que no hay tal cosa como una maquinaria del partido para que lo haga por usted. Si no llena el hueco con su propia gente, entonces no hay ningún tipo de maquinaria. Lo que usted necesita es un asesor político. Alguien como Dick Morris, el errante gurú de Clinton, o el republicano Ed Rollins (el hombre que escribió que su cliente Michael Huffington era “de tal nulidad que le daba un mal nombre al cero”). Los asesores políticos son los mercenarios armados de la política moderna. Piensan las campañas, diseñan las campañas y manejan las campañas. Si usted los deja, ellos harán todo. Construirán sus encuestas, manejarán sus grupos de foco, diseñarán su publicidad política y decidirán cuándo comenzar a difundir sus avisos. Si usted quiere, tratarán con los medios en su nombre, haciéndose disponibles mientras usted se encuentre en gira por la fábrica local de papel para envolver. Son buenos para hablar y hablan el lenguaje que los reporteros políticos entienden. Vienen en paquete, llamando a expertos en sistemas de respuesta de audiencia, en encuestas por muestras separadas, en encuestas de seguimiento, en segmentación de público y mercado.

8. Póngase en forma
Esto puede parecer un punto tonto pero, como Dole le ha estado diciendo a su esposa Liddy, es importante. No porque sea esencial pretender que usted está en mejor forma de lo que está. Ronald Reagan nunca hizo nada más enérgico que sentarse sobre una montura en pose de icono, mientras que Jimmy Carter llevó las cosas demasiado lejos y nunca se recuperó demasiado de la cara de remolacha que le quedaba después de hacer jogging. Pero porque una campaña es una experiencia horrible, usted tiene que estar en su mejor momento todo el tiempo. Tiene que parecer realmente encantado cuando su vuelo llegue a Ciudad Basura en medio de la noche. Tiene que ser capaz de bancárselo. El más izquierdista de los posibles rivales demócratas de este año, el senador Paul Wellstone de Minnesota, decidió no postularse porque su dolor de espalda no le permitía soportar todos esos viajes en avión. Al Gore, oportunamente, comenzó a correr maratones.

9. Vaya a New Hampshire
New Hampshire tiene dos razones para aspirar a la fama, y nadie puede recordar cuál es la otra. Para usted y para todos los candidatos, todos los caminos conducen a New Hampshire, donde la primera, la más publicitada y por lejos la más impredecible de las primarias tendrá lugar en menos de13 meses. Usted va a pasar mucho tiempo en New Hampshire, donde se encontrará de verdad con un montón de votantes reales. Va a pasar casi tanto tiempo como en Iowa, también, donde los caucus del estado tendrán lugar unos días antes. En ambos casos, lo que importa no es tanto si usted gana (aunque ganar mayormente ayuda) como el hecho de que se note que usted tiene el “gran Impulso”. Lyndon Johnson, por ejemplo, ganó la carrera democrática en New Hampshire en 1968, pero el desafío de Eugene McCarthy era tan fuerte en el segundo lugar que fue tratado como el ganador. Paul Tsongas ganó ahí en 1992, derrotando al gobernador Bill Clinton de Arkansas, que salió segundo. Pero fue la supervivencia de Clinton pos Gennifer Flowers en New Hampshire que contó más que el triunfo de Tsongas. New Hampshire hizo de Clinton “The Comeback Kid”, el muchacho que siempre vuelve con una revancha. Si usted se está postulando para la nominación demócrata en el 2000, no hay forma que pueda pasar más tiempo en New Hampshire que Al Gore, pero le puede ir suficientemente bien como para que Gore parezca derrotable. A medida que pasen los meses, recuerde que salir segundo en New Hampshire puede ser tan bueno como ganar.

10. Sea real
Usted debe estar consumido por el deseo de ganar, convencido de que puede ganar y tener la pasión para convertir la derrota en victoria. Ganar le tiene que importar a usted y a aquellos que lo rodean. Pero tiene que tener un sentido de perspectiva. Hace más de 10 años, Al Gore, entonces un senador de Estados Unidos sopesando postularse para presidente, contó una historia que ahora adquiere una cualidad profética. Era sobre Bill Bradley, el ex senador de New Jersey que hoy es probablemente el único hombre entre Gore y la nominación demócrata del 2000.
Bradley llegó al Senado precedido por su reputación de superestrella de básquetbol. Invitado a dar un discurso en un gran banquete político, el confiado legislador se sentó a la cabecera de la mesa esperando dirigirse al público. Cuando el mozo llegó a su lado y le puso un trozo de manteca en su plato, Bradley dijo: “Discúlpeme, ¿me puede dar dos trozos de manteca?” “Perdón –respondió el mozo–. Sólo un trozo cada uno.” “Creo que usted no sabe quién soy”, respondió Bradley. “Soy Bill Bradley, académico de Rhodes, jugador de básquetbol profesional, campeón mundial, senador de los Estados Unidos.” “Bueno –dijo el mozo–, quizás usted no sepa quién soy yo.” “En realidad no lo sé –respondió Bradley–. ¿Quién es usted?” “Soy el tipo –dijo el mozo– que está a cargo de la manteca.”
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

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