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SUBRAYADO
Cuento chino o argentino
Por Julio Nudler


En qué se diferencian la Argentina y Hong Kong? En qué se parecen ya se sabe: en que en los dos sitios rige un sistema de convertibilidad, con la moneda local atada al dólar. Pero mientras que por varios lustros los administradores de fondos creyeron en la fórmula cambiaria jonconesa, por lo general desconfiaron de la argentina. Es precisamente de esto de lo que se queja Pedro Pou y en lo que basa su campaña por la eliminación del peso. La desconfianza de los mercados obliga a pagar sobretasas que equivalen a una prima de riesgo cambiario.
Hong Kong, como le creyeron, tuvo la fortuna de atraer inmensas cantidades de dinero desde el exterior. De no haber congelado la paridad, su moneda hubiese tendido a revaluarse por la presión de la demanda, lo que habría reducido la monetización provocada por el ingreso de capitales, ya que los inversores de afuera habrían obtenido menos cantidad de moneda local por sus dólares. En lugar de esto, la convertibilidad sirvió para que la entrada de capitales produjese una enorme expansión monetaria, inflando una tremenda burbuja.
Con aumento en el precio de los bienes, y el capital líquido cada vez más barato en términos de esos activos, pudieron considerarse rentables proyectos que sólo lo eran en función de la distorsión de precios relativos generada por la convertibilidad. Ni siquiera había que considerar entre los costos de un emprendimiento el riesgo de devaluación, porque a los ojos de todos no existía, a pesar de que la inflación superaba a la estadounidense.
Ahora que la crisis asiática descorrió el velo, Hong Kong se encuentra en una encrucijada: o atraviesa años de deflación, o rompe la convertibilidad y deja en libertad el mercado. La Argentina no está lejos de una disyuntiva semejante, y de hecho está viviendo una semideflación. Pero al menos tuvo la suerte de que no le creyeran del todo y debió pagar un plus por los préstamos que tomó o asegurar una rentabilidad adicional en los proyectos. Esto la puso a cubierto de engendrar una burbuja, aunque a Pou le disguste.
De cualquier forma, los problemas de Hong Kong no le son ajenos por el conocido hecho de compartir un régimen tan particular, dado que los inversores tienden a creer que si revienta una goma, también reventará la otra. Si esto siguiera sin suceder, la economía argentina podría empezar alguna vez a correr el riesgo de que los mercados confiaran ciegamente en ella y volcaran sus dólares en proyectos locos.

 

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