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EN PALERMO Y EN LA EMBAJADA BRITANICA LAS TRAVESTIS CHOCARON CON LA POLICIA
En busca de un príncipe salvador

Los primeros golpes fueron en Palermo, cuando la policía aplicaba el remozado Código. Siguieron en la mañana frente a la embajada británica, a donde las travestis reclamaron asilo, aprovechando la visita real. Las corrieron a bastonazos. A una los golpes le provocaron la explosión de una prótesis de silicona.

En Palermo las detenciones se convirtieron en escándalo: dos travestis denunciaron golpes en la comisaría.

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) El, príncipe de Gales. Ellas, reinas destronadas de la noche, inexorablemente trabajadoras sexuales. El, de visita en un austral país que una vez los desafió a una guerra por dos islas. Ellas, pidiendo asilo político en el país de él, frente a su embajada, porque según denuncian en el propio no les garantizan los más elementales derechos, se las discrimina por orientación sexual, y se las criminaliza por prostituirse, violando pactos internacionales. Así, en las antípodas de las clases y los estilos, el heredero de la corona británica y las travestis argentinas compartieron ayer escenario y los titulares de la tarde. Después de intentar un ingreso furtivo a la sede diplomática de Gran Bretaña, y de recibir los golpes de rigor –que a una de ellas le provocó la explosión de una prótesis de silicona–, 67 travestis presentaron una petición formal de asilo político al gobierno inglés. Y manifestaron luego por la noche en las inmediaciones del Hotel Alvear, vallado por más de mil policías.
Los enfrentamientos producto de la aplicación del artículo 71 del Código de Convivencia comenzaron a la madrugada en Palermo, con dos travestis detenidas en medio de insultos a la policía (ver aparte). Y el estreno de la norma se plegó a la entrada en vigencia del decreto 150/99, firmado por el presidente Carlos Menem el miércoles que intenta lateralmente –reglamentando la ley Lázara– devolver poderes perdidos por la policía con la derogación de los edictos. Ayer el fiscal Juan Carlos López informó que serían alrededor de diez las infracciones al 71 labradas por la Federal. Y a ello se agrega que un número no determinado de prostitutas fueron presas por no identificarse ante la policía. En cuanto a la identificación de las personas la policía recibió instrucción de los fiscales correccionales de aplicar el artículo 39 bis del Código de Convivencia cuando son infractores los que no muestran documentos. Los fiscales buscan, de esa manera, que en el ordenamiento jurídico no se use la ley Lázara reglamentada por el decreto 150 de Carlos Menem.
Ayer a la mañana la pelea de las travestis en contra del artículo 71 pretendió cruzar las fronteras, los mares. El grupo de más de setenta travestis estuvo temprano en la esquina de Agote y Güemes, en plena Recoleta, pero la policía ya rodeaba el lugar. Bordearon la mansión, que ocupa una manzana y avanzaron por los fondos corriendo y a los aullidos. A la policía no le alcanzaron los reflejos. Casi se filtran algunas por los costados de las vallas de Gelly y Obes al 2300. Fueron sacadas a los empujones. Al medio minuto una de ellas encaró hacia el portón de hierro de los jardines. Consiguieron abrirlo y por segundos varias estuvieron en tierra inglesa. Entre los guardias de adentro y los federales lograron expulsarlas. Sobrevino una batahola donde volaron los palazos. La policía repartió con unos bastones de madera más largos que los de costumbre, usando formas de samurais embravecidos. Así se lo vio a un agente, a medio camino entre el guerrero nipón y el luchador de sumo. Algunas travestis no se quedaron atrás. Les respondieron con los palos de las banderas.
También volaron botellazos de agua mineral, que equívocamente fueron a dar a movileros. Una travesti quedó tirada en el asfalto por unos minutos. Más tarde descubriría que el dolor en el pecho era producto de un golpe que le había provocado la destrucción de un implante de silicona. Una ambulancia del Same atendió la urgencia. Después de los incidentes las travestis, a quienes acompañaban integrantes de la “comunidad gay, lésbica, travesti, transexual y bisexual”, se replegaron. Tomaron el monumento a Mitre, que mira hacia la Facultad de Derecho. De los cuerpos semidesnudos de las estatuas que rodean al general colgaron las pancartas preparadas para la ocasión, escritas en inglés. Se podía leer, textualmente: “Police kill us”, “In Argentina we are discriminate”, “The government of the city and the police want to beat us” y “Who killed to the 95 transgenders?”. Lohana Berkins, representante de las travestis y César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) intentaban entregar a un funcionario de la embajada el pedido de asilo político de 67 travestis mientras de fondo, en inglés, una de las chicas hacía una esforzada lectura del texto en sajón. Quienes pidieron asilo argumentan que lo hacen por la “discriminación, por orientación e identidad sexual que existe” en la Argentina. El documento, suscripto por todas las minorías sexuales, sostiene que “con la aprobación de la reforma del código contravencional, y la vigencia de los edictos policiales somos víctimas de la violencia policial y legal. No podemos transitar libremente por nuestro país, somos sistemáticamente detenidos, golpeados y hasta asesinados por la policía como lo documenta el informe anual de la CHA”.
La manifestación que las organizaciones intentaron por la noche fracasó ante la multitud de policías dispuestos alrededor del Hotel Alvear. Mejorando la performance del mediodía en la embajada, esta vez se instalaron vallas dos cuadras a la redonda. Las travestis pasearon incansables por Recoleta sorprendiendo a la paqueta concurrencia. Sólo dos de ellas, Claudia y Moria, lograron solaparse y cruzar por Rodríguez Peña y Quintana. Un cronista de este diario vio cómo casi frente al hotel fueron rodeadas por seis hombres de civil que les pidieron documentos. Y las previnieron en tono firme. “O se van o las reventamos a patadas en la comisaría”, dijo uno y las acompañaron a la salida.

 


 

LOS PRIMEROS OPERATIVOS EN LAS ZONAS ROJAS
A las patadas en Palermo

Por C.A.

t.gif (862 bytes) Cada dos cuadras se dejan ver algunas travestis con la carterita colgando, pasos de leonas encerradas en los zaguanes, medio escondidas tras los árboles de Palermo. Es la una y media de la mañana. Rige el artículo 71. Y el decreto 150. A propósito de ello la policía estrena operativos en unos Falcon retro, con un camión de asalto a la zaga y una camioneta blanca donde llevan la innovación a la que los obligan estas normas modernas: un policía camarógrafo y uno fotógrafo. Pasada la una y media los gritos de dos travestis, que fueron bajadas en un taxi e intentaron defender a una de sus compañeras detenidas en Godoy Cruz y Güemes, terminaron en trifulca. Ambas denunciaron ayer haber sido golpeadas por los policías de la comisaría 23, “desde que cruzamos la puerta hasta el calabozo”, y mostraron algunas marcas en el cuerpo. Se las llevaron, ya no por ofrecer sexo, sino por “resistencia a la autoridad”.
En la madrugada de ayer, en Palermo, la calle estaba rara, como apagada. Moribunda en Constitución. En Flores, casi muerta: una chica que parece una demodé estudiante de Sociales con un pantalón teñido y una cartera peruana al hombro dice que no se resigna, que está “para ver qué pasa, cómo va a ser la negociación de ahora en más”. Antes pagaba 30 pesos por noche. Ella, y su amiga, que baja de un Renault/12, son la única oferta a las tres de la mañana. Al sur, sobre la calle Santiago del Estero se puede preguntar sólo como los escasos clientes, a través de la ventanilla. Desde la puerta de un hotel alojamiento dos mujeres dicen que “la cana hoy se cree Dios”. El cronista baja. Ellas, como si él fuese un policía, entran raudas a la propiedad privada de su reino.
Estaba fresco por primera vez después del tedio de una semana entera. Y cierto otoño se respiraba. Por Caseros tres policías mantenían contra la pared a dos hombres evidentemente extranjeros y limítrofes. Por 9 de Julio otro policía le requisaba el balde, el trapo y el secador a un limpiador de vidrios. Pero ningún sitio era tan claro en su nueva dimensión de lugar prohibido como el barrio de Palermo. Allí, algunos vecinos disfrutaban de la tranquilidad, refunfuñando aún entre ellos contra la “degeneración depravada”, a la que después de tanta cacerola batiente pudieron alejar. “La 25, que se encarga de Guatemala para acá, pasa cada quince minutos con el camión”, describe una señora de batón en la puerta de su casa. A lo que la hija de cartera bajo el brazo agrega: “No tiene que quedar ninguna”, en una apropiación reaccionaria de aquel cantito político. De fondo, varios patrulleros pasan como gatos en búsqueda, silenciosos, con las luces giratorias apenas encendidas.
La Brasilerita para en la zona hace años. Y los policías esta vez la engancharon por contraventora y por no identificada. Primero le labraron el acta, después, como no presentó documentos la subieron al carro de asalto para moverla hasta Carabelas 278, los Tribunales Contravencionales. Le ocurrió a otras dos. La detención entre gritos, empujones, y luego trompadas y palos, de las travestis Valeria Bravo –vicepresidenta de OTRA, Organización de Travestis de la República Argentina– y de Romina Motta se veía venir. Hacía rato que, subidas a un taxi, cuando veían que la policía estaba por llevarse a alguna de sus compañeras avisaban a los periodistas que había en la zona. Cuando llegaron a ver a la que se llevaban en Güemes y Godoy Cruz, la policía les ordenó que bajaran del auto. Al principio se negaron. Después lo hicieron a insulto limpio. “¿Por qué se la llevan? ¿Por qué a un delincuente no le hacen esto? ¿Querés los 50 pesos? Todos ustedes los de la 23 nos cobraban 50 pesos, ¡hijos de puta!”, gritaba hasta que la arrastraron entre cuatro al camión de asalto a una, al patrullero a otra.

 

Cuando Marlene desobedece
Por C.A.

Ya no son ellas las que rutilan. Muchas no salieron. Otras eligieron el riesgo y saber sobre las nuevas reglas ya. Marlene, por ejemplo. Ella desobedece a conciencia las órdenes de la ley.
–Che, princesita, vení –le dice el policía que acaba de apuntarla con los ojos, tan fácilmente identificable, tanto más que cualquier ladrón.
–¿Qué necesitás?
–Ya te vas a enterar, vos esperá acá.
–Yo no te espero porque mi tiempo es mío, no lo podés manejar vos.
–Te vamos a intimar a que dejes de trabajar porque estás en infracción. Si seguís o volvés a hacerlo vas presa.
Llegó el patrullero con más policías. En el flamante formulario de infracciones al Código de Convivencia quedó estampado el nombre de varón de Marlene, su dirección. En el espacio en blanco de lo que parece una boleta de tránsito, el hombre escribió con la letra de un chico de primaria: “Ofertar o demandar servicios sexuales para sí o para otros en el espacio público”. Ella tachó donde se lee “obedece/desobedece” el “obedece”. El lo remendó. Ella firmó abajo con su nombre de estrella larguísimo y puso, también con letra de niña de primaria, “desobedezco”.
“¿Por qué?” –preguntó él.
–Porque yo me apoyo en la Constitución de la República Argentina y no en un artículo del Código que está violando los pactos internacionales –se le oyó a ella sobre sus tacos plateados y con voz de sirena ronca.
Marlene fue intimada a dejar su parada en Godoy Cruz, pero nunca volvieron. Ella, militante travesti, concientizada e informada, los esperó en vano. Hasta se paseó frente a un patrullero, en plena Santa Fe. Pero nada. “Me huyen”, le decía a este cronista desde su desafío, entre risas.

 

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