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Por Martín Pérez Al mediodía, sentado en un restaurante del barrio de Recoleta frente a una ensalada completa y una sopa de champignones (Amo las sopas bien calientes cuando hace calor), Robert Duvall aparenta ser realmente mucho más joven de lo que informan sus 68 años recién cumplidos. Hablando sin parar sobre sus proyectos cinematográficos, firmando autógrafos a mozos y clientes, o desgranando elogios hacia su novia argentina, Duvall luce realmente en su salsa, y su aún lejano proyecto que todavía está en eso, en proyecto de dirigir una película ambientada en los bajos fondos del tango porteño parece más cercano. Tal vez por eso, ante la sugerencia de que ese film bien podría ser un buen broche de oro para su carrera, su primera respuesta fue una carcajada. No hay broche de oro, no hay final de carrera, aclara inmediatamente. Las cosas terminan cuando terminan. Y yo pienso seguir hasta el fin. Militar demente en Apocalypse Now (Amo el aroma del Napalm en la mañana, es la línea más famosa de su Coronel Kilgore), evangelista conflictuado en El apóstol (que protagonizó, produjo y dirigió, y le significó una nominación al Oscar) y mafioso irlandés en El Padrino (Nunca me divertí tanto como haciendo esa película, confiesa hoy), Robert Duvall regresó oficialmente a Buenos Aires para hablar de su último personaje: un abogado cínico y ambiguo que comparte protagonismo con el personaje de John Travolta en la inminente Una acción civil, una caracterización que le significó otra nominación al Oscar como actor secundario. Es un personaje que se parece un poco al que hice en Proa al infierno, aquella película dirigida por un polaco demente: Jerzy Skolimowski, le explica a Página/12. Claro que el director de ésta es algo más presentable, bromea, refiriéndose al prometedor Steven Zaillian, el guionista de La lista de Schindler, que sorprendió con su ópera prima, una joyita sobre el ajedrez, el placer y la infancia llamada Buscando a Bobby Fisher. ¿Qué lo decidió para aceptar este papel? Me gustaron sus contradicciones, porque en general en una película de Hollywood uno siempre tiene que elegir entre hacer del bueno o del malo. Y esto era otra cosa, por eso lo elegí. Aunque, a decir verdad, en un principio no es que lo rechacé, fueron ellos los que me rechazaron ... El director me quería a mí, pero los productores querían a Robert Redford o a Paul Newman. Y John Travolta quería trabajar con Marlon Brando. Así las cosas, durante una comida con Zaillian él me dijo que no creía verme seguro como para interpretar el papel. Y tenía razón: al leer el guión, no me parecía un personaje muy importante. Pero después, charlando con un amigo, me di cuenta de que era el mejor papel de la película. Y, con esa convicción, esperé que me volvieran a llamar. Lo hicieron, y así fue como incluso pude pedirles más dinero por el papel. Porque eso es lo que uno hace cuando se involucra en este tipo de proyectos: antes que nada, tratar de sacarles la mayor cantidad de dinero posible (risas). Recorriendo su filmografía, sorprende darse cuenta de que usted nunca ha dejado de trabajar. En los últimos años, incluso, ha llegado a aparecer en más de un film por año ... Es que estoy en mi mejor momento. En serio. Ahora hace un año que no trabajo, desde que terminó el rodaje de Una acción civil, y de hecho necesitaría trabajar un poco antes de irme a Escocia a filmar mi película sobre fútbol. Pero si diez años atrás ni siquiera soñaba con filmar una película por año, ahora me está yendo muy bien. Lo mío es un boom muy pero muy tardío (risas). Muchos actores suelen desaparecer al entrar en edad. De hecho, a mí siempre me dijeron que el mejor momento para un actor en este mercado es entre los 25 y los 40 años. Después de eso comienza el declive. Pero para mí nunca fue así ... Cuando filmé El Padrino, por ejemplo, un film que significó el éxito para actores como Pacino o De Niro, yo tenía 40 años. Y por entonces, cuando ellos se hicieronrápidamente famosos, yo no me preocupé. Sabía que mi momento llegaría tal vez unos diez años después. Por entonces estaba usted en una posición privilegiada: en el momento más creativo del Ho-llywood de los últimos años, y con cierta experiencia como para no marearse con la fama o las tentaciones ... No tanto. Era imposible verlo así entonces. Hoy en día todo el mundo puede ver que por entonces Hollywood producía films que eran como las producciones más alternativas de hoy. Pero uno no lo veía así entonces. Yo, por lo menos, simplemente trataba de sobrevivir de eso como pudiese. Y tengo que confesar que cuando, por ejemplo, cayó en mis manos el guión de M.A.S.H., no pensé en la calidad del film sino en que necesitaba trabajar de algo porque necesitaba el dinero. Ahora que usted se probó el traje de director, ¿como cuáles de los que han trabajado con usted le gustaría ser? Me gustaría ser más como los que no han trabajado conmigo. Admiro, por ejemplo, al sueco Lasse Hallstrom, el director de esa maravilla llamada My life as a dog, que también dirigió ¿A quién ama Gilbert Grape?. Me gustan los directores que se preocupan por la conducta, como Ken Loach, por ejemplo. Un director al que admiro, pero no sé si trabajaría con él. De hecho, me convocó para uno de sus últimos proyectos pero no me gustó el guión: era demasiado izquierdista. Otro que admiro, en el mismo estilo, es Michael Corrente, un gran director de actores. Es el director de American Buffalo. Precisamente a él es a quien convocamos para el film de fútbol. Lo vamos a llevar a Escocia, para que lo dirija. Yo voy a hacer de entrenador, y mi equipo será uno de las divisiones menores, pero que ganará la copa. Así se va a llamar: The Cup. El plan es comenzar a filmarlo a comienzos del año próximo.
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