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“Rusia necesitaría un plan de convertibilidad”

Gerge Soros, el rey-filósofo de las finanzas mundiales, recomienda un Plan Marshall para los Balcanes y una caja de conversión para Rusia. Está desilusionado de la transición rusa y dice: “Ya gasté más de lo que tengo”.

George Soros: de aprovechador a profeta, de sabio filantrópico a multimillonario ahorrativo.
“En Rusia y Ucrania, el paso al capitalismo fue horrendo, pero no en Hungría, Polonia y Eslovenia.”

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Por Alex Brummer desde Budapest

t.gif (862 bytes) El lenguaje corporal lo dice todo cuando George Soros da su veredicto sobre la década que pasó desde que cayó el comunismo. Moviéndose de modo contracturado en un sofá de su suite en el Hotel Intercontinental en su nativa Budapest, declara: “En balance general soy bastante negativo. Estoy desilusionado. Tengo más conciencia de los fracasos del sistema capitalista de la que tenía cuando confrontaba los fracasos del sistema socialista”.
Soros cree que el capitalismo funcionó mejor en aquellos países donde el sistema comunista no estaba tan firmemente arraigado. “En Hungría, Polonia y Eslovenia, las sociedades se han estado moviendo hacia Europa occidental y las economías se están acercando a la Unión Europea”, dice. “La democracia está funcionando bien.” Pero para países como Rusia y Ucrania, el cambio del comunismo al libre mercado fue una “experiencia horrenda”. Soros cree que sólo los Países Bálticos y posiblemente Moldavia pudieron escapar a los traumas profundos de la transición, porque “el comunismo no estaba profundamente arraigado”. También dice que Bulgaria comienza a prosperar a pesar de su creciente tasa criminal.
El veredicto de un financista residente en Nueva York puede parecer incongruente ante los drásticos cambios en los países del ex bloque del Este. Pero George Soros fue más esencial para ayudar a reformar la región que cualquier otro individuo en Occidente. A través de sus fundaciones “Open Societies” (Sociedades abiertas), Soros trabaja en pos de la defensa del imperio de la ley, la protección de las minorías, la mejora de la educación y la promoción de la economía de mercado a través de la región. Desde 1989 ha desembolsado hasta 2000 millones de su fortuna personal –parte de ella amasada a expensas del Banco de Inglaterra en 1992, cuando colapsó la tasa de cambio– en busca de esos objetivos, no todos con éxito, según admite. En Rusia le llevó varios años erradicar los apparatchiks que se habían infiltrado y estaban socavando sus fundaciones. Sólo el año pasado entregó ayuda por 428 millones de dólares en asistencia.
Pero Soros como persona proyecta una imagen muy distinta de la del usual multimillonario financiero. Vestido con una camisa abierta al cuello, un cardigan de lana y zapatillas pregunta ansiosamente si le tomarán fotografías. “Si es así, me tendré que afeitar”, dice pasándose la mano por la barba incipiente.
La última vez que acaparó la atención internacional fue el verano pasado, cuando dijo que los programas del FMI en Rusia estaban cayéndose a pedazos a medida que los “barones del robo” tomaban control del sistema, y advirtió que la estructura financiera de Moscú podría sufrir una implosión. No había terminado de decirlo cuando la economía se derrumbó, con una fuerte devaluación del rublo y una cesación de pagos que envió ondas sísmicas hacia Occidente. Como resultado, Soros es considerado ahora no sólo como un aprovechador sino como un profeta, aunque todavía enfrenta críticas feroces. En el este de Asia se lo considera el precipitador de la crisis económica, porque tomó grandes posiciones contra las monedas asiáticas. En Occidente se especula que sus actividades filantrópicas son simplemente una máscara para un hombre que usó su habilidad en el arte de mover los mercados para beneficiar los fondos de inversión que él maneja.
Pero Soros cree que aún los peores problemas de la nueva Europa –conflictos civiles y dificultades económicas en los Balcanes y el caos monetario e institucional de Rusia– se pueden resolver. En lo que se refiere a los Balcanes, Soros dice que Occidente está cometiendo un grave error al confiar en que el Fondo Monetario Internacional provoque una transformación en las fortunas del área. Soros cree que las enormes sumas que Estados Unidos, Gran Bretaña y la OTAN han invertido en operaciones militares en la región deberían haberse reinvertido en las instituciones económicas del área inmediatamente después de la caída del comunismo, siguiendo las mismas líneas del Plan Marshall, con el que Estados Unidos financió toda la reconstrucción europea de posguerra. “Creo que necesitan un plan regional –dice–. Odio usar la palabra Plan Marshall, porque ya se rieron de mí antes (fue su primera sugerencia para Rusia en 1993). Pero incluiría algo como el Plan Marshall en lugar de intervenciones políticas. Hay gente en algunos países de Europa occidental que piensa de este modo.” Soros espera que estos aliados salgan a la luz pronto. “Necesitamos nuevas estructuras para el sudeste de Europa, un acercamiento más cooperativo”, añade.
El financista cree que los agudos problemas de Bosnia, Kosovo y Macedonia, que nunca podrán funcionar como unidades económicas por sí solas, podrían resolverse con la creación de un “mercado común” similar al que fue creado por los países del Benelux después de la Segunda Guerra Mundial. Soros dice que el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD) podría representar la clave, porque ya probó su eficacia para evitar las grandes pérdidas del sector privado. “Han perdido menos dinero que yo”, dice. Sugiere que el EBRD podría obtener “una transferencia, un aumento del capital, para la región de los Balcanes” que podría gastarse en mejorar la infraestructura del área. “Hay muy poco en lo que se refiere a comunicaciones este-oeste. Todo va de norte a sur, donde es detenido por Serbia”, dice. También pide una nueva estructura regional “anclada en la Unión Europea con una asociación política entre Grecia, Austria, Hungría, Eslovenia y los Estados Balcánicos”. La parte final de la ecuación estabilizadora sería un “fuerte componente de sociedad civil”.
La misión propia de Soros en Europa oriental comenzó en su Hungría natal, en 1984. Nacido en 1930 en Budapest, en una familia judía acomodada, Soros pasó gran parte de la guerra ocultándose de los nazis. En 1947 partió para Gran Bretaña para estudiar en la London School of Economics. Fue en la LSE donde cayó bajo la influencia del filósofo Karl Popper, cuyo libro de 1945 La sociedad abierta y sus enemigos proveyó el modelo de gran parte de su trabajo en Europa oriental. “En Hungría, donde la fundación comenzó en 1984, no tuvimos ningún rol en el colapso del sistema –dice Soros–. El sistema básicamente colapsó porque la Unión Soviética y su imperio colapsaron. Pero creo que jugamos un rol en preparar a Hungría social y políticamente para el cambio de régimen. De manera que cuando llegó el nuevo régimen, la democracia y la economía de mercado no fracasaron.”
Sus esfuerzos en Rusia, sin embargo, fueron menos exitosos. “Nuestro mayor problema fue en la Unión Soviética, donde la fundación fracasó en su intento de marchar hacia una sociedad abierta ... resultó parte del problema, en lugar de ser parte de la solución”, dice. “Tuvimos nuestro ‘putsch’ en la fundación y nos tuvimos que liberar de un apparatchik que estaba abusando de su posición.” Soros niega las sugerencias de que sus críticas al enfoque del FMI en Rusia fueron responsables y gatillaron el crash de 1998. “Imagínese si no hubiera intervenido: no hubiera habido ninguna diferencia en el desenlace. (Las críticas) Son un intento típico de buscar un chivo expiatorio. Pero debo aceptar que mi anuncio público de lo que yo proponía tuvo una influencia negativa adversa.”
Soros actualmente está seriamente preocupado por la dirección que está tomando Rusia, y particularmente preocupado por el creciente antisemitismo. “Es un problema sistémico –dice–. El fracaso del capitalismo, que es un tipo especial de capitalismo, capitalismo ladrón, cuando las principales figuras eran judíos, se convierte en antisemitismo.”
A pesar del fracaso, hasta ahora, de que funcione una economía de mercado en Rusia, Soros no cree que hay que darse por vencido. En su opinión, mucho depende de la voluntad de aquellos en el poder para atacar la corrupción. Sin embargo, para ganar la confianza de los inversoresoccidentales Rusia deberá pagar sus deudas pendientes. Soros cree que su idea original, una “caja de conversión” del tipo de la usada con éxito en la Argentina y Bulgaria para detener la fuga de capital, debería instituirse, y que Occidente debería ayudar. Soros cree que el FMI, originalmente inapto para la tarea de facilitar el camino del ex bloque soviético hacia una economía de mercado, ahora tiene la experiencia y los fondos para poner a Rusia de pie. Dice que el mayor problema es político: encontrar un primer ministro “que sepa cómo manejar la situación económica”.
Mientras tanto, a Soros le gustaría ahora reducir su participación en el ex bloque soviético. “El gasto aumentó cada año. No tengo un barril sin fondo de recursos”, dice. A pesar de lo rentable de sus actividades de inversión, admite que está sintiendo la inestabilidad y quiere que su red de fundaciones sea “autosuficiente” para terminar con su trabajo en el 2010. Otros, incluyendo el Banco Mundial, ya están tomando parte de lo que él va dejando. “Ya gasté más de lo que tengo”, observa uno de los hombres más ricos del mundo.
Traducción: Celita
Doyhambéhère.

 

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